Drogas Ecuador: Familiares de consumidores llegan a encadenarlos, golpearlos o convertirse en sus proveedores

La adicción a las drogas es una grave problemática en Ecuador. Las madres de los consumidores relatan las dificultades y el sufrimiento que deben transitar junto a sus hijos, quienes en algunas ocasiones llegan a empeñar o vender objetos de valor de sus parientes.

"Ella se me escapaba. De madrugada, me levantaba y no la encontraba, lloraba, la iba a buscar. Hasta que la encontré y un día me la traje. Conversé con ella, pero me decía que ella no podía, que era desesperación lo que le daba por consumir.

Entonces, yo le dije que la iba a encadenar. Primero me dijo que no lo haga, pero yo esperé a que se duerma y me dije: la encadeno, porque ya no quiero seguir sufriendo. Fue llorar las 24 horas, mirar a la hija ahí, encadenada y dándole las pastillas a la hora que es y ella que no quería.

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Yo le dije: tu confía en mí que yo te voy a sacar adelante. Y ahí ya no la encadené porque ella quiso poner de su parte. Ahora ella me dice 'mamá, ya nunca más voy a volver atrás' . Juro por Dios que, por mi hija, yo seguiré adelante. No quisiera que ninguna madre sufra lo que yo sufrí"

"Esta es una enfermedad de contagio familiar, se contagian las emociones. Si el adicto tiene la obsesión por consumir una sustancia, el familiar tiene la obsesión por que el adicto deje de consumir.

Tienen reacciones que los llevan a encadenar al adicto para que no se vaya y no consuma. Algunos los golpean, creyendo que así va a dejar de consumir. Y muchos los sobreprotegen y les dan droga para que consuman en su propia casa porque creen que con eso lo están protegiendo, pero no saben que el consumo de droga lo va a llevar a la muerte".

"Al una creerse salvadora, empieza a querer salvarlos. Y en esa salvación, lo que a mí me pasó es que pasé a ser proveedora de él.

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Lo más difícil de vivir con un adicto es no entender lo que es la adicción. Al no entender eso, pensamos que los familiares somos los culpables.

Descubrimos que primero tenemos que aceptarlos y amarlos, porque la adicción es una enfermedad como cualquier otra. Y cuando no entendemos eso, realmente la frustración se vuelve dolor, miedo, angustia. La vida se vuelve como un tsunami que nunca acaba".

"Yo vivo en el campo, en una bananera. Y mi hijo, en la escuela, ha comenzado a consumir la droga y yo no lo sabía.

Como yo ya no le daba dinero, él comenzó a cogerse las gallinas y venderlas. Con esa plata compraba las drogas.

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Botaba espuma por la boca, se revolcaba en el piso. El papá hasta lloraba al ver el estado en el que se encontraba él. Para mí esto era un sufrimiento. Saber que mi hijo estaba consumiendo me dolía mucho, mucho, mucho porque no sabía ni cómo ayudarlo".

"Sentía hasta vergüenza al tener que comentar a alguien por lo que estaba pasando, por el sufrimiento. Era una inestabilidad emocional, no saber qué hacer, a quién contar o a quién recurrir.

Una se cuestiona en qué fallé, o por qué a mí. ¿En qué momento o porqué mi ser querido cayó en una adicción?

Comprendí que no era mi culpa. Simplemente mi ser querido consume porque le gusta, porque quiere o porque se siente bien así. Una se pone límites en cierta manera para poder salir adelante, para poder llevarnos mejor o tener esa misma confianza.

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Él siempre me abraza, me besa en la cabeza y de ahí no va más".