18 jul 2013 , 04:34

Recuerde junto a la escritora Jenny Estrada el Guayaquil del puerto

La historiadora, periodista y escritora recuerda en un reportaje especial el Guayaquil antiguo.

   

Es historiadora, periodista y escritora galardonada con las más altas preseas al mérito cultural. Se trata de Jenny Estrada Ruíz, una de las profundas conocedoras de ese Guayaquil que atesora personajes y costumbres afincados junto al río. Junto a ella, María Isabel de Lebed recorrió uno de los barrios más emblemáticos de la ciudad puerto.  

 

Nació en el centro de Guayaquil, frente a el Correo, pero la vida de Jenny Estrada Ruíz pronto se hizo más al sur, en el barrio El Astillero, cuna también de la pasión futbolera, azul y amarilla. De ellos, Jenny recuerda: “Los equipos del Astillero habían nacido, estaban en embrión. Entonces la gente se distraía mucho casa dentro”.

 

En Chile y Vacas Galindo, un patio y un huerto alegraron su infancia, tanto como las tertulias familiares dedicadas a las letras, el arte y la música en tiempos del maestro Nicasio Safadi y sus pasillos inmortales.

 

“Los compositores como Safadi, traían a veces primicias compuestas para la voz de ella, para estrenarlas en nuestra sala. En esas tertulias se hablaba de todo un poco, se aprovechaba para conocer las novedades de las producciones literarias, musicales, los proyectos que habían en el campo cultural, pero también de las cosas triviales. Todo alrededor de una taza de chocolate, unas tostadas, queso criollo, los sabores de nuestra tierra... El sabor de Guayaquil y esto era propio de algunas casas guayaquileñas”, cuenta la escritora.

 

En aquella época, Guayaquil tampoco se entendía lejos del campo. Las familias guayaquileñas salían mucho a las haciendas. Jenny Estrada describe el ir y venir del guayaquileño antiguo: “Porque la vida de la ciudad era el río, Guayaquil nace como un puerto fluvial y se mantiene así durante todos los siglos de su gran desarrollo, hasta la segunda mitad del siglo XX en el que nace el Puerto Marítimo... Las familias embarcaban por los muelles a las haciendas donde se cultivaba el cacao, el café y posteriormente el banano. Entonces las lanchas eran parte de esa cotidianidad”.

 

En el Guayaquil que la artista rememora, pronto asoma su querido colegio, La Inmaculada, en la calle Eloy Alfaro: “Las religiosas de nuestra generación, las que le tocó a mi generación, eran monjas que venían de una renovación porque había llegado una joven directora al colegio, ella era belga y abrió ventanas y puertas para que se ventilara el concepto de la educación”.

 

Muy cerca de su colegio se asienta la tradición salesiana, inspirada en la vida de Don Bosco, el colegio Cristóbal Colón, junto a la antigua iglesia María Auxiliadora, símbolo de una fe que nunca abandona el alma de Guayaquil. 

 

A pocas cuadras, en el clásico parque de la Armada, donde se recuerda la gesta del cañonero Calderón, se evoca la tradición marinera de la Perla del Pacífico. “En la época colonial, el Astillero de Guayaquil le dio mucha fama a la ciudad, tanto que los piratas se ensañaron con ella, justamente a causa de la riqueza que producía la construcción de las naves y el movimiento mercantil permanente de la ciudad. La primera zona naval, aquí en Guayaquil, significa un punto emblemático para la defensa de la soberanía”.

 

Historias y recuerdos, matizados por lo que era y sigue siendo, por aquello que fue dejando su huella indeleble en ese Guayaquil vibrante del Astillero, junto a la rivera del Guayas.

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