Un cuarto de siglo de liderazgo que ha transformado a Rusia entre el absolutismo, la religión y el nacionalismo, pero que muestra señales de desgaste.
El presidente ruso, Vladímir Putin, cumple 25 años en el poder este viernes 31 de diciembre, un periodo marcado por la eliminación de opositores, la anexión de territorios y un control absoluto sobre las instituciones rusas. Desde que asumió el mando el 31 de diciembre de 1999, tras el retiro de Boris Yeltsin, Putin ha cimentado un régimen que mezcla el autoritarismo con un discurso nacionalista y religioso.
"Nos hemos alejado del borde del precipicio", afirmó en referencia a la situación crítica que heredó. Reelegido recientemente por otro mandato de seis años, su legado se centra en devolver el orgullo imperial al pueblo ruso, aunque el costo de la guerra en Ucrania podría definir su éxito o fracaso.
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Absolutismo, religión y nacionalismo
Durante estos 25 años, Putin ha ejercido un poder prácticamente absoluto, apoyándose en la Iglesia Ortodoxa y el nacionalismo ruso como pilares ideológicos. Si bien en sus primeros años aceptaba el consejo de su círculo cercano, desde 2012 ha instaurado un régimen personalista, donde todas las decisiones pasan exclusivamente por él.
El Parlamento y el partido oficialista son figuras decorativas, mientras que la reforma constitucional de 2020 le garantiza el poder hasta 2036. La pandemia del COVID-19 reforzó su aislamiento, encerrándose en su búnker con mapas del antiguo imperio ruso, lo que derivó en la decisión de invadir Ucrania.
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Putin declara la guerra a Occidente y a su pueblo
La retirada estadounidense de Afganistán convenció a Putin de la debilidad de Occidente. Sin embargo, su invasión a Ucrania reveló graves errores estratégicos. Creyó en informes erróneos que aseguraban que Kiev caería en tres días, subestimando la resistencia ucraniana y el apoyo militar occidental.
Putin no solo ha declarado la guerra a Occidente, sino también a su propia sociedad. Los opositores políticos, periodistas, artistas y jóvenes que rechazan combatir han sido perseguidos y silenciados. Mientras tanto, el Kremlin impulsa una narrativa donde los veteranos de guerra son los nuevos héroes nacionales.
El régimen de Putin, aunque sólido en apariencia, ha mostrado grietas importantes. La prolongada guerra en Ucrania ha drenado recursos y expuesto las debilidades tecnológicas y logísticas del ejército ruso. La rebelión del grupo Wagner y la muerte de su líder, Yevgueni Prigozhin, evidenciaron las fisuras internas.
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Además, los servicios de inteligencia rusos acumulan fracasos: desde atentados mortales hasta el asesinato de altos mandos en plena calle, lo que ha generado la furia de Putin.
El uso de la fuerza como principal herramienta de influencia internacional se ha demostrado ineficaz. El exilio del líder sirio Bachar al Asad confirmó que Rusia no puede sostener múltiples frentes simultáneamente, debilitando aún más su imagen global.
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