"Es una zona de candela": así es vivir en el cerro Las Cabras, la favela criminal de Durán
Este es el testimonio de un joven que por seis años recorrió las entrañas del temido cerro.
El cerro Las Cabras ha sido noticia en estos días, es que, otra vez, nuevos operativos militares se ejecutan en la zona. De este lugar se ha dicho mucho; el centro de acopio de la droga, que es donde están las casas que esconden armas y también a cabecillas de bandas, incluso, en las calles se lo ha catalogado como la favela criminal de Durán.
Pero, ¿cómo es vivirlo desde adentro? Ecuavisa habló con Antonio (nombre protegido), un joven de 21 años que desde los 14 recorrió de abajo hacia arriba, en el día y en la noche, las entrañas del cerro. Hoy es un adicto en recuperación que ha decidido contar qué sucede realmente en uno de los lugares más peligrosos de la Zona 8.
El cerro, una "zona de candela"
Antonio era apenas un adolescente cuando decidió, como él relata, inmiscuirse en drogas duras, "ese fue el motivo de mi visita a ese lugar". Así cuenta que su experiencia en el cerro se resume en una palabra: "problemática".
Es que en ese entonces, en 2016, el cerro era controlado por dos bandas, la parte de arriba estaba dominada por Los Másters y sus faldas por los Latin Kings. Antonio vivía justamente abajo, pero también subía, es decir, ingresaba al territorio contrario, y eso era un conflicto, aunque asegura que él no pertenecía a ninguno de esos grupos, "tuve muchos problemas porque ellos ya tenían ese miedo de que yo fuera sapo".
Sorteando los obstáculos, Antonio, como consumidor, por años vivió de cerca la dinámica del día a día en el cerro, "es una zona de candela, no es un lugar para visitar, no es un lugar para irse a tomar una selfie", enfatiza.
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La vida en comunidad es casi inexistente, a menos que esta descripción calzara: "abajo la gente puede caminar, ver a los consumidores, pero la gente que de verdad están buscando están arriba".
La noche en el cerro es diferente al día, por una sola razón: se vuelve más peligroso. "En la mañana la gente que vive allí puede darse el lujo de darse una vuelta", describe. Cuando comienza a oscurecer cambia la cosa, momento en que se da "la interacción más fuerte de ese mundo", y agrega que en las noches los únicos que se atreven a salir son los apodados por Antonio, como "murciélagos", es decir, los que consumen y los que venden.
Si alguien que vive en el cerro y no está involucrado en el mundo de las drogas sale de noche, corre peligro porque lo catalogan de "sapo".
Los microtraficantes perdieron "los escrúpulos"
Pero, ¿el cerro ha cambiado o siempre fue así? Antonio dice que no era tan violento antes, cuando él era estudiante, recuerda, "sí era un lugar donde se podía cruzar", y agrega que los mismos vendedores de droga "tenían un poquito más de escrúpulos, me decían estás con uniforme, no te puedo vender".
Algunos moradores también recuerdan, como parte de su infancia, subir el cerro, aunque con cautela, a apreciar la vista panorámica, hoy un beneficio usado para otro fin.
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La supuesta conciencia que destaca Antonio de los microtraficantes de antaño ya no existe, "primero es el dinero, no importa quién seas, ni de dónde vengas, lo importante es vender". El aumento de la criminalidad, dice, ha provocado que los habitantes vivan encerrados "hasta asomarte a la esquina es un peligro".
Desplazados por la violencia
Mientras que otros moradores ya se han ido, la razón puede anticiparse, "se van por miedo, porque a personas sin tener nada que ver (en venta de drogas) las han matado". Así las casas ubicadas en la cúspide del cerro han quedado vacías. Ahora están invadidas y son usadas como lugares de acopio para esconder armas o droga.
Los habitantes que han quedado, por ejemplo, la mayoría de personas adultas y fundadores del cerro no salen de sus casas, "viven todo el tiempo con ese miedo de que en algún momento puedan ser erróneamente señalados", y la consecuencia de ello no sería menor, pues podría significar la muerte. Ahora temen a esos jóvenes que un día vieron crecer.
"Vivir allá arriba es una zona de riesgo, literal, prácticamente en cada esquina ves a una persona consumiendo".
¿Quién controla el cerro ahora?
Otro aspecto que ha cambiado en el cerro es que ya no es controlado solo por dos bandas, ahora, son más. Antonio nombra algunas: Los Águilas, Los Escorpiones, los Chonekillers, entre otras.
"Siempre van a querer tener el poder y cuando ya lo obtienen dicen: 'Yo puedo solo' y hacen su propia banda".
El motivo es que al cerro Las Cabras han llegado más personas, que han salido de las prisiones. "Es que en las cárceles han conocido a otra gente y por motivos de protección allí dentro han tenido que escoger otros bandos y así llegan directamente al cerro".
Antonio explica que no cualquiera puede ingresar porque sí, llegan perteneciendo a una banda. Si es que alguien nuevo sube, dice, "lo primero que van hacer es preguntarte quién eres, de dónde vienes, revisar si cargas algo de dudosa procedencia (para ellos) como algún micrófono o teléfono".
Todos tienen precio
Una afirmación que ha sido repetida sobre el cerro es que funciona como el centro de acopio para la droga, pero Antonio dice que "todo es una fachada". Él afirma que hay otras "zonas de candela" como: la Entrada de la Ocho, el Puente de la A, y la Nueve de Octubre.
Es difícil decir que la droga no esté conectada con otros lugares, dice, porque son las mismas bandas, "por motivos de seguridad hasta para ellos mismos no deben tener todo ahí (en el cerro Las Cabras)".
Sobre los recientes operativos él señala que los militares hacen bien su trabajo, "son efectivos, porque por más información que tengan (los criminales) siempre hay un eslabón suelto (...) cada vez que hay operativos, las personas ahí no podían mover (la mercancía)". Aunque la piedra en el zapato es que no son permanentes.
Además, Antonio nombra otro viejo problema, la corrupción. Para ejemplificar recuerda varios episodios, entre ellos, este:
"Había un policía que le decíamos Cara de Niño, él era consumidor, entonces él cuando te cogía con la droga, a veces era buena gente y te dejaba ir, si le dabas unos pases".
Otras veces cuando estaba de malas, dice, "te quitaba todo y se portaba como un policía normal, eso es en lo mínimo ahora imagínate si fuese más (droga)", él mismo parece sorprendido.
Para Antonio es una certeza que "cada persona tiene un precio" y agrega que ese es el motivo de que "todo siga girando", en el cerro Las Cabras y en otros rincones del país.
"Para ser sincero muchas de las bandas tienen apoyo de los mismos policías y militares, por ejemplo, si yo voy transportando equis cantidad y están haciendo un operativo, cualquier persona se puede corromper. Van a aceptar lo que se le dé para dejar cruzar".
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