Aproximadamente el 33% de niños necesita usar lentes debido a problemas de visión.
La miopía, o visión corta, se ha convertido en un problema de salud pública a nivel mundial, especialmente entre los niños. La pandemia de COVID-19, con sus largos periodos de confinamiento y el consiguiente aumento del tiempo frente a pantallas, ha acelerado esta tendencia de manera alarmante.
Si bien la genética juega un papel, estudios recientes han demostrado que factores ambientales como el tiempo limitado al aire libre y el exceso de trabajo frente a pantallas, son factores de riesgo significativos.
Un reciente estudio revela que un tercio de los niños en el mundo ya necesita lentes. Esta cifra, que sigue creciendo, ha encendido las alarmas entre expertos en salud ocular. La Organización Mundial de la Salud advierte que, si no se toman medidas, para 2050 más de la mitad de la población mundial podría sufrir de miopía.
Consecuencias a largo plazo
La miopía no solo dificulta la visión a distancia, sino que también aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades oculares más graves en la edad adulta, como el desprendimiento de retina y el glaucoma. Estas complicaciones pueden provocar pérdida de visión irreversible.
¿Qué se puede hacer?
El futuro de la visión de los niños está en las manos de los padres. Al tomar medidas preventivas y promoviendo estilos de vida más saludables, se puede ayudar a reducir el impacto de la miopía y garantizar que las futuras generaciones disfruten de una buena visión.
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