El trabajo es eso a lo que decidiste dedicarte, para ejercer cada día de tu vida.
Salí al break de clases y me encontré con el chico que sirve en el restaurante para estudiantes.
Su nombre es Jair y lo veo todo el tiempo subir y bajar escaleras, coger el ascensor con las bandejas llenas de comida.
Limpia platos, arregla las mesas, pone las tazas de café, busca los bocaditos para nuestro receso de las largas jornadas de estudio y es impresionante cómo nunca para, lo veo activo todo el día.
Cansada y ya con el esqueleto un poco necesitado de moverse, salí un momento para estirarme y lo vi descansar un poco. Lo pensé un segundo, ¿será que puedo preguntarle algo o sonaré muy entrometida? Pues no esperé mucho más y, como buena charladora, paré a hablar con él.
- “Hola, ¿cómo vas? Te veo corriendo siempre, de aquí para allá”
- “Sí, así es el trabajo acá”
- “¿Y a qué hora llegas todos los días?"
- “A las 8 de la mañana y salgo a las 8 de la noche”, me dijo.
- “¿Trabajas 12 horas por día?, le contesté, con un poco de asombro, debo confesar.
- “Si… y bueno, hago un descanso a la hora del almuerzo”
- “Pero, ¿te gusta tu trabajo?
-“Me encanta!”, me respondió. “Es muy dinámico, no me aburro nunca y me gusta porque hablo con gente distinta todo el tiempo, me gusta organizar, arreglar las cosas para que la gente venga a comer y se sienta bien”.
En ese momento sentí admiración por él y me sentí casi un poco injusta si en algún momento de mi vida reclamé por cansancio de mi trabajo.
Qué gusto haber escuchado que una persona que trabaja 12 horas diarias tiene tanta pasión por su trabajo. Lo hace todos los días, durante doce horas continuas y lo disfruta con todo.
La mayoría de las veces conversamos con gente que no le gusta lo que hace, que ve su trabajo como un peso, como una obligación. Es cierto que hay trabajos muy pesados, que demandan mucha energía física o mental y, claro, casi todos los trabajos cansan el cuerpo y la cerebro, pero depende de nosotros verlo como un tormento o como una gran fortuna.
El trabajo es lo que elegimos hacer para varios motivos, por supuesto, el principal es tener el sustento económico de nuestros hogares, dar seguridad a nuestras familias, pero el trabajo no es solo eso, va más allá. El trabajo es eso a lo que decidiste dedicarte, para ejercer cada día de tu vida. Si escogiste la actividad en la que estás y tendrás que afrontarla ocho o diez horas por día, entonces solo te queda una opción, disfrutarla.
Hacer las cosas con pasión es un regalo que uno se hace a uno mismo. Hacer todo en la vida con pasión es entender que el día es uno solo, que hay que avanzar por partes, que no todo se puede al mismo tiempo, que cada paso puede ser un futuro proyecto.
Dar especial atención a “lo que sea que me dedico” no es importante para el dueño de la empresa donde trabajo, ni para mis compañeros o para mi familia, es importante para mi, porque me hace sentir útil, me hace entender que mi fuerza de trabajo es relevante en el lugar donde estoy, que mis ideas son importantes para el sector, que aporto a la construcción de algo.
Y entonces ahí, cuando me doy cuenta que es importante para mi, se convierte en algo importante para la empresa, para mis compañeros y para mi familia; porque dedico una gran parte de mi vida a algo que hago con entrega y con entusiasmo, con energía y con pasión.
Es que cuando hacemos las cosas con pasión, aprovechamos el día y vemos las tareas diarias con más ánimo, entendemos que todo tiene un propósito, intentamos encontrar soluciones, a los problemas les vemos otra cara y todo se convierte en un reto, en un rompecabezas por armar.
Cuando vemos al trabajo solo como una obligación es cuando nos quejamos de lo que tenemos que hacer, de madrugar, nos caen mal nuestros compañeros, no soportamos a nuestro jefe, el día a día se vuelve inmanejable y entonces, es ahí, cuando llega la ansiedad y el estrés.
Entonces, tenemos dos opciones. Escogemos un trabajo que nos guste o decidimos que el trabajo que hacemos es importante y le ponemos la mejor cara. No hay otra, porque pasamos más horas en la oficina o en la calle que en la casa, porque compartimos muchísimo tiempo con nuestros compañeros de trabajo, porque es el trabajo el que sustenta el techo de nuestras familias, porque es una porción del día en la que se nos va la vida.
Así que, o le vemos lo bonito al trabajo o lo hacemos más bonito, pero no nos quejamos, porque la suerte y la fortuna está en tener las manos que nos ayudan a hacerlo y la mente que nos facilita estar en ese lugar todos los días y crear nuevas relaciones, nuevos proyectos, nuevas cosas.
Por eso creo que conversar con Jair, el chico que sirve en el restaurante, no solo me distrajo en pleno día de estudio. Conversar con Jair me recordó que, por más duro que parezca, el trabajo no es mi obligación, mi obligación es ver como una bendición mi trabajo.
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