25 oct 2024 , 13:00

El bosque, la Perla, un tesoro natural que alberga plantas milenarias

Los visitantes pueden ascender incluso hasta a sus copas, desde donde se tiene una vista privilegiada de la flora y fauna del área ubicado Santo Domingo de los Tsáchilas.

   

En medio de la ciudad, donde el concreto y el asfalto parecen devorar cada rincón de la naturaleza, se erige un pequeño, pero majestuoso refugio, “el bosque, la Perla”, el último remanente de bosque tropical húmedo Virgen del Chocó.

Este rincón ecológico de 350 hectáreas en la Concordia es un pulmón para el entorno urbano y un testimonio de la resiliencia de la naturaleza, que a pesar de su tamaño, alberga una rica vida silvestre.

Los árboles gigantes son los protagonistas del bosque. Algunos superan 50 metros. Un árbol imponente es la ceiba Pentandra, y aquí hay 25 que tienen entre 800 y 1200 años. Alex Pisco, guía del bosque, La Perla, dio más detalles de estas maravillas:

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“Llegamos a lo que se llama ruta de los gigantes, llegamos a este hermoso Ceibo, para que tengas una idea, la magnitud que tiene este árbol, para poderlo rodear, toda su circunferencia necesitaríamos 20 personas para poder darle un abrazo al árbol”.

De la familia Malvácea, este árbol tiene 56 metros, por encima sus raíces lucen como tablas; por debajo funcionan como contrafuertes. Florece de diciembre a marzo, aunque no lo hace cada año.

El tronco y muchas de sus ramas jóvenes están pobladas de gruesas espinas cónicas. Cada hoja sobrepasa 20 centímetros, las flores son blancas y se aprecian más en la copa hasta donde se puede ascender. Hay que subir 154 escalones. Este árbol tiene la altura de un edificio de 22 pisos.

El panorama es único, en esta espesura se mezclan guayacanes, pambiles, chavellines, mocoras, árboles que por su tamaño y color sobresale como el Fernán Sánchez, un árbol que anualmente crece 1.98 metros y alcanza 50 metros. Florece en septiembre y octubre, sus flores son verdaderos racimos y sus frutos son muy vistosos, debido al color rosado intenso. Este árbol se calcula que tiene unos 800 años.

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Estas palmeras sorprenden porque se mueven 10 centímetros en sus 200 años de vida, ellas persiguen la luz del sol y utilizan una decena de raíces que brotaban de sus troncos elevados, en ocasiones se encuentran a metros del suelo. Cuando se desprenden o se pudren. Esas patas nuevas pueden explorar áreas que están un poco más lejos, por eso se llaman palmeras caminantes.

En el bosque la Perla hay otros ejemplares gigantes como este bambú, que alcanza hasta 46 metros de alto. Tiene capacidad para absorber dióxido de carbono, lo que lo convierte en un aliado para mitigar los efectos del calentamiento global.

La tagua es un árbol ancestral y estos helechos también alcanza dimensiones espectaculares. Cada hoja puede llegar a dos metros.

La flora es el refugio para otras especies; algunas de las cuales están en peligro de extinción.

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“Solo como un ejemplo hablar de vertebrados, pasamos las 800 especies, todos cumplen un rol hermoso en este bosque; de invertebrados no hay una cifra”.

Son especies que no siempre se dejan ver, depende sobre todo del clima, el pájaro carpintero, se alimentan principalmente de insectos y presas que encuentra en troncos y ramas. Se comunica tocando el tambor con su pico, cuyo sonido puede escucharse lejos. O la guatusa, un roedor diurno de gran tamaño que juega un papel importante en la dispersión de semillas.

Aunque intentó escapar, esta serpiente corredora de vientre amarillo es típica de este tipo de bosque tropical. No es venenosa y se reconoce por su forma alargada y esbelta. Hay sapos de hasta de 8 milímetros como esta rana nodriza que es venenosa.

El Centro de Rescate de Vida Silvestre es único en este bosque, alberga a 400 animales al año, por solo un 40% son aptos para su reinserción, el resto es enviado a otros espacios, como zoológicos, todo dependerá de su capacidad de adaptación como este ocelote que en poco tiempo será liberado.

Es un felino parecido al jaguar y también está en peligro de extinción en Ecuador por la caza, la destrucción de su hábitat y la deforestación.

La perla es más que un espacio verde: es un refugio de vida en un mundo donde la urbanización avanza en forma implacable.

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