08 mar 2024 , 11:10

La historia de Hilda: Un siglo de vida y un amor incondicional

La historia de Hilda es un ejemplo de fortaleza y resiliencia.

   
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En el marco del Día Internacional de la Mujer, la historia de Hilda Franco, una mujer de 100 años que reside en el Hogar Corazón de Jesús desde hace una década, nos conmueve y nos recuerda la fuerza de los lazos familiares.

A pesar de su avanzada edad, conserva una lucidez impecable y se ha convertido en un ejemplo para los demás residentes y su único hijo, que decidió vivir en el mismo asilo que ella.

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Hilda aún conserva una lucidez admirable, sus ojos, que han visto pasar un siglo de historias, mantienen su brillo, y aunque sus pasos son lentos, su espíritu sigue activo:

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"Nunca pensé yo llegar a los 100 y así como estoy, porque yo camino, voy y vengo, subo y bajo, como y duermo."

Llegó a este asilo hace 10 años luego de casi provocar una emergencia en su casa, pero a Guayaquil, esta manabita vino apenas siendo una niña, nos cuenta que en su infancia, sintió curiosidad por visitar la Urbe Porteña, a la cual acudió a los 11 años.

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Menciona que vino a Guayaquil en búsqueda de trabajo, iniciando primero haciendo labores en casas de sus familiares, ya que no deseaba estar esperanzada en que alguien más le diera "10 sucres al mes" como ella nos cuenta.

Mientras Hilda camina por todos los pasillos del asilo, mantiene su día de forma autónoma, y por eso, trabajó sin descanso hasta que su cuerpo se lo permitiera.

Dice que, como todos, ha tenido altos y bajos, sin embargo, su fe la mantiene viva y llena de gratitud, dando muestras de esta fe en su día a día: "Orando, rezando, pidiéndole a Dios lo que uno necesita y portándose bien" en sus palabras.

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Hilda cuida con tanto esmero su salud que sorprende a los psicólogos de este lugar, tal y como menciona Javier Campos:

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"La señora Franco es un ejemplo de esfuerzo, constancia y fe, a pesar de su edad, es consciente, se puede interactuar con ella, es autónoma, recibe los cuidados. Y dentro de sus cuidados, está caminar, se la monitorea, pero uno le consulta: camino por salud para preservarla."

Pero lo que más conmueve de la historia de Hilda es su relación con su único hijo, Édison, un hombre de 76 años que, en un acto de amor, decidió mudarse a esta casa hogar junto a su madre.

Édison la describe como una mujer guerrera y luchadora, comenta que vivían los dos solos, teniendo que dejarla sola en varias ocasiones. Pero que ahora ya no puede dejarla sola porque, dice él, ahora es su turno de cuidarla.

En esta última década, Hilda y Édison han compartido momentos de alegría, complicidad y afecto. Son un ejemplo de amor incondicional y de que los lazos familiares no se rompen pese al paso del tiempo.

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"A la edad que tengo, ¿Qué más puedo pedir? Tengo a mi madre, que lo más necesito, sus besos y consejos. Nos vemos todo, me hace reír. Me siento feliz. Mi único tesoro. Tengo mis hijos, pero mi madre es todo. Estamos unidos, voy a tener 10 años aquí y estoy más unido a ella."

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