12 oct 2015 , 04:14

Gritando los goles desde Buenos Aires y desde el corazón

   

Dicen que gritar los goles de tu país es una de las sensaciones más apasionantes para quien es amante del futbol. Yo creo que gritar los goles de tu selección es una sensación apasionante para cualquiera… y si eso no te levanta pasiones, ¡preocúpate!

Dicen que gritar los goles de tu país es una de las sensaciones más apasionantes para quien es amante del futbol. Yo creo que gritar los goles de tu selección es una sensación apasionante para cualquiera… y si eso no te levanta pasiones, ¡preocúpate!

 

Con la camiseta puesta, amarilla como solo puede ser la nuestra, ese jueves que pasaría a ser histórico para la selección, estaba en clases, lista y contando las horas para el gran día, desde un Buenos Aires que, después de  algunos días de lluvia, veía salir el sol.

 

El sol se está escondiendo desde hace días en esta ciudad del tango y de la milonga, pero justo ese jueves salía para acompañar a toda la selección. El Monumental se alistaba para recibir a un grupo de apasionados ecuatorianos, entre ellos turistas y estudiantes que residen en Argentina, para apoyar con sus cantos a su querida Tri.

 

Desde la Av. Libertador nos reunimos todos los que emocionados, con la cara pintada y con la bandera en alto, íbamos en camino hacia el partido que nos haría vibrar de emoción estando tan cerca de nuestros jugadores. 

 

Una vez pisado el estadio, grande e imponente, por cierto, comenzaron los nervios y todas las emociones a manifestarse. Una mezcla de optimismo y nerviosismo nos invadían a todos los que somos visitantes de esta tierra gaucha.

 

 

El frío poco importaba, la espera se hacía intensa, cuando repentinamente, el momento más lindo de la entrada, los chicos, esos jugadores, los dueños de la cancha, acompañados del tan sentido Himno Nacional. La mano en el pecho, los pelos de punta y toda la comunidad ecuatoriana cantando con entrega y amor la canción que les reafirma que son de su tierra.

 

Es que cantar el himno es hacer reverencia pura a la patria. 

 

Y fue entonces cuando arrancó el partido. Éramos cientos de ecuatorianos haciendo barra a ese equipo que nos representaba en la cancha. Las banderas se ondeaban, las camisetas brillaban y la tensión aumentaba. Teníamos a todo un estadio argentino queriendo bailarnos un tango con sus goles, hasta que llegó el segundo tiempo en el que el tango se convirtió en pasillo.

 

Ese primer gol fue el más gritado, la energía de todo ese público que había ido a acompañar a la selección al estadio se expandió por todo el Monumental. No había camisetas celestes que pudieran opacar el brillo de la celebración de nosotros, los hinchas, que habíamos ido a dejar nuestra garganta y corazón a la selección.

 

 

Pasaron los minutos y lo increíble, un segundo gol a la selección que ya dejaba de ser cada vez menos inalcanzable. Ahora si, no había ecuatorianos desconocidos en esa barra,  el abrazo de todos con todos` nos hacía sentir más amigos y más hermanos. 

 

Y ahí es cuando me convenzo, el fútbol tiene algo especial. Ese día no importaba de qué equipo fueras o la ideología que tuvieras, qué importaba si eras de Emelec o de Barcelona, qué importaba si eras de Liga de Quito, si eras mono o serrano, si estabas a favor o en contra del gobierno. Ese día todos éramos iguales, porque estábamos cantando el esfuerzo, el trabajo en equipo y los goles de una selección que unida dio todo para cantar esa victoria. 

 

Así como en la cancha, así como en el canto del himno, como en el abrazo emocionante y como en el grito de cada gol… así debemos estar siempre, juntos, motivados, en equipo, no solo para hacer más goles, sino para perseguir ser siempre un país mejor. 

 

Bueno.. ahora si me despido. ¡Qué viva la Tri, que viva Guayaquil y que viva Ecuador!

 

 

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