Llegamos a este mundo pensando que tenemos que tenerlo todo y para siempre.
No sé qué don especial tiene esta profesora, pero realmente parece que sus palabras entran y se quedan retumbando en mi cabeza. Resulta que el jueves pasado tuve la suerte de ir, una vez más, a la clase de yoga (para quien nunca ha ido, vale la pena al menos una vez intentarlo, así sea por curiosidad). Y les voy a ayudar a graficar esta escena, para que puedan imaginarla. En una sala de cerca de 20 personas, donde todos estábamos acostados, ella nos pidió que nos pusiéramos muy cómodos, relajados y, concentrándonos en la respiración, pidió que soltáramos todo el aire posible, y cuando digo todo el aire me refiero a todo lo que tuviéramos en los pulmones.
Por supuesto en ese instante lo primero que pensé fue “necesito respirar”, pero apenas ella empezó a explicar por qué era importante soltar todo el aire comencé a entender muchas cosas.
Cuando respiramos estamos haciendo una tarea doble y casi inconsciente, pero con mucho significado. Cuando respiramos estamos siempre soltando y recogiendo, tomando aire y dejando ir. Tomamos aire para llenar nuestros pulmones y dejamos ir todo el aire que exhalamos para empezar a recibir nuevamente. Si no soltáramos todo el aire ¿cómo habría espacio para que entrara a nuestros pulmones un poco más?
La respiración es un ejercicio constante de dejar ir para volver a recibir.
Y entonces se me viene a la mente una de mis preguntas ¿Por qué será que nos resulta tan difícil dejar ir a las personas, a las cosas o incluso las ideas?
Y así sucede con todo, no solo con la respiración. Si tenemos las manos llenas, ¿cómo nos entra algo más de lo que ya está ahí?
Muchas veces estamos colmados de cosas, objetos, caprichos, que no queremos soltar. Puede ser que tengamos un closet lleno de ropa sin usar, que está cargada de recuerdos, de épocas lindas, pero también de polvo y de inutilidad. No te sirve porque no la estás usando, pero es porque “algún día, tal vez me pueda servir”. Sin embargo, bien lavada y en buen estado podría estar siendo utilizada por otras personas que la valorarían mucho más. Si sacas esa ropa, ¿no te queda más espacio en el closet para que entre ropa nueva?
Entonces llego a la conclusión de que debemos aprender a dejar ir, soltar. Porque si tengo mis manos vacías, esas mismas manos tendrán espacio para recibir más. Eso en el plano material, pero en el plano mental y en los sentimientos nos cuesta mucho más.
El sábado pasado recibí una noticia. La madre de una amiga muy cercana entró a cirugía y, durante la operación, sufrió dos paros cardiacos. Los médicos dijeron a la familia que el cuadro estaba muy complicado, así que debían prepararse para lo peor… uno nunca está preparado para lo peor. Por más anunciados que estuvieran, ni ella ni
su familia se esperaba que, horas después de la cirugía, el doctor saldría a anunciar que su madre no había resistido.
Dejar ir. ¿Qué tan fácil puede ser dejar ir? Llegamos a este mundo pensando que tenemos que tenerlo todo y para siempre. Tenemos un sentimiento fuerte de apego, de poseer cosas, de poseer a las personas, de pensar que deben estar ahí para toda la vida. Y no es así. Las cosas llegan y tienen un tiempo útil, las personas llegan y se van. Llegan por un tiempo determinado, nos acompañan y se despiden. Nosotros también aparecemos en la vida de las personas y nos despedimos en algún punto de su ruta, y es así como deberíamos aprender a saludar y a decir adiós.
Escribirlo es fácil, decirlo un poco más, pero ponerlo en práctica es la parte más difícil. De una u otra manera, tarde o temprano, todos tenemos que hacerlo. Dejar ir ideas que no prosperan, dejar ir personas que no nos aportan, dejar ir cosas que no nos sirven, dejar ir el pasado, para empezar a recibir más, más ideas, más experiencias y más personas que funcionen en el presente.
Tal vez mi profesora de yoga lo dijo intencionalmente, o a lo mejor no, pero si en la respiración está el principio, y de la respiración vivimos, hoy considero que es una lógica que tiene todo el sentido y que aplica a absolutamente todo lo que nos rodea. Dejar ir para dejar que llegue algo nuevo.
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