La reserva está ubicada en el Páramo de Guerrero
A 3.400 metros sobre el nivel del mar el viento sopla con fuerza, la neblina puede cubrir la montaña en segundos ya menudo la lluvia se convierte en granizo. Pero eso no impide que cada fin de semana un centenar de personas v isiten a sus familiares fallecidos por COVID-19 o siembren un árbol con sus cenizas.
La montaña cubierta de árboles recién plantados se ha convertido en un camposanto para los colombianos que no lograron despedirse de sus familiares.
Cada mes la familia Rodríguez visita la Reserva Natural El Pajonal de Cogua, ubicada a 70 kilómetros de Bogotá, donde yacen las cenizas de Luis Enrique Rodríguez Sánchez bajo cuatro árboles desde el 14 de mayo de 2021.
“Mi ilusión es llegar y encontrar el árbol grande para abrazarlo, como si fuera él. Siempre que uno viene aquí se desahoga, no siempre externamente, pero sí lo hace internamente ”, dijo a The Associated Press Damaris Soto, de 43 años, esposa de Luis Enrique.
“Lokito”, como le decía su familia, no padecía comorbilidades pero su salud se deterioó en un mes. Pasó sus últimos días intubado en una unidad de cuidados intensivos. Wilson, su hijo, recordó la última vez que hablaron a través de una videollamada: “envió un video despidiéndose, no podía hablar, lamentablemente la respiración no le daba; sólo nos hizo gestos de que queríamos mucho a todos y nos mandó besos ”.
La reserva está ubicada en el Páramo de Guerrero y según Margarita Ballesteros, dirección de la Corporación Ambiental Colombia Reserva de Vida y dueña del lugar, es el más deforestado del mundo, así que los 9.000 árboles plantados hasta ahora tienen una doble función: reforestar y ser un homenaje a las víctimas del coronavirus que son mayoría en la reserva, aproximadamente el 70%.
Plantar árboles se ha convertido en una forma de recordar a las más de 127.000 personas que fallecieron de COVID-19 en Colombia, donde se han confirmado más de cinco millones de casos. Además de la reserva en Cogua, existe otro lugar llamado Bosque La Esperanza financiado por el gobierno y en el que se plantarán 70.000 árboles nativos en homenaje a las víctimas de la pandemia.
“Esto simboliza la vida de otra manera, totalmente diferente. Es recordarlo tal como era: alegre. No es simplemente ir a dejarlo en una bóveda ”, dijo Andrés Felipe Rodríguez Díaz, de 32 años y sobrino de Luis Enrique.
La reserva de Cogua es privada, así que las familias pagan 212 dólares para cuidar los árboles a perpetuidad. Se siembran tres especies: rodamonte, laurel de cera y aliso. Ballesteros explica que por ser un páramo el trabajo es arduo, así que el dinero es una donación.
“Es una figura escalonada, con los que sembramos hoy cuidamos los que plantamos antes. Llegará el momento en que sea muy difícil seguir, p ero espero que ya estén grandes y fuertes y podamos pedir ayudas internacionales ”, agregó.
Luis Enrique, de 53 años y conductor de profesión, falleció antes de recibir la vacuna contra el COVID-19 que según las autoridades sanitarias ha incidido sustancialmente en la disminución de las muertes. En la última semana de octubre la cifra de fallecidos osciló entre 20 y 35 por día, sólo comparable con el inicio de la pandemia.
“En este momento presentamos una relativa tranquilidad en la situación de contagio de la pandemia del COVID-19”, dijo recientemente el ministro de Salud, Fernando Ruiz, en una declaración oficial. Sin embargo, hizo un llamado a no descuidar los protocolos que incluyen el uso de mascarilla, lavarse las manos frecuentemente y mantener la distancia social.
Al lado del árbol de Luis Enrique la familia Rodríguez aseguró que desde su muerte son más cautelosos. “La verdad no le desearía a nadie sentir un dolor así”, dijo Andrés Felipe.
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