El joven que viajó a la URSS para acordar la paz mundial antes de morir
Una asociación caritativa le ofreció a Jeff Henigson cumplir el sueño de su vida.
Cuando al adolescente californiano Jeff Henigson le pronosticaron dos años de vida por un cáncer cerebral, una asociación caritativa de niños le otorgó el sueño de su vida. Pero Jeff no pidió ir a Disneylandia o conocer a su deportista favorito. Jeff solo quería lograr la paz mundial.
En el verano de 1986, con 15 años de edad, Jeff se dirigía en bicicleta hacia una tienda de electrónica local para comprar el último componente que necesitaba para un "súper láser" que estaba diseñando.
Pero en el camino fue embestido por una furgoneta.
"Venía en la dirección opuesta, no me vio y me impactó directo. Me desplazó, como un cohete, unos tres metros hacia atrás. Caí en el suelo sobre la parte posterior de mi cabeza", recuerda.
El adolescente no llevaba casco y el golpe le dejó inconsciente. Unas horas después, se despertó en el hospital. Parecía estar bien, así que fue dado de alta el mismo día.
Pero a las pocas semanas Jeff comenzó a sufrir convulsiones y regresó al hospital para que le realizaran un escáner de cerebro.
Jeff no se habría sorprendido si las imágenes detectaban lesiones del accidente. Pero las noticias no eran buenas: el escáner había revelado un tumor.
"Dos ideas me pasaron por la mente. Una era perder la virginidad ese verano, algo que no funcionó. La segunda era completar mi proyecto del láser", dice Jeff.
Sueño ambicioso
Era un adolescente ambicioso, cuyo sueño era trabajar en la NASA. Creía que la mejor forma de impresionarles era fabricar "el láser más increíble" que podría hacer rebotar el haz de un reflector que había sido dejado en la Luna por la misión espacial Apolo 11 de 1969.
Aquel láser era también su forma de vincularse con su padre, un hombre distante que había servido en la Marina estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial.
"En aquel momento desconocía si era a causa de la guerra o algo más. Pero mi padre era emocionalmente distante del resto de nosotros. Por ello pensé que, siendo la fascinación por la ciencia y el espacio algo que teníamos en común, debía perseguir ese reto", comenta.
El padre de Jeff nunca hablaba sobre sus vivencias en el Pacífico cuando las bombas nucleares cayeron sobre Hiroshima y Nagasaki. Sin embargo, a cada rato, conversaba sobre la amenaza de las armas nucleares y la relación entre Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Esas charlas, de algún modo, influyeron a Jeff.
"A comienzos de los 80 había un filme de ficción llamado The Day After (El día después). Se trataba sobre la URSS lanzando bombas nucleares sobre EE.UU. Yo tenía 11 años y la trama me asustó. Tenía pesadillas sobre una posible guerra nuclear", recuerda.
Jeff no solo soñaba con que su trabajo en la NASA, sino también con que esta organización cooperara con la URSS en lugar de competir con ella.
"Desde joven veía potencial en la colaboración entre EE.UU. y la URSS", dice Jeff, "para mí nunca tuvo sentido que se apuntaran con armas nucleares cuando, colaborando, podrían conseguir grandes cosas en el espacio".
Diagnóstico pesimista
Las circunstancias, sin embargo, impidieron que Jeff perdiera su virginidad. Tampoco pudo terminar su láser. Necesitaba una cirugía de inmediato.
Tras seis horas sobre la mesa del quirófano, los doctores lograron extirpar el tumor entero. Pero entonces debía esperar siete días para conocer si se trataba de un tumor maligno.
"Cuando la doctora entró, supe por su cara que no traía buenas noticias. Me dijo: "siento mucho comunicarte que tienes cáncer cerebral y es muy agresivo; crece muy rápido", recuerda Jeff.
El adolescente preguntó cuánto le quedaba de vida.
"Un par de años, quizás", respondió la doctora.
Jeff comenzó con los tratamientos de radiación y quimioterapia y trató de mantenerse al día con sus quehaceres de la escuela. También se unió a un grupo de apoyo de adolescentes con cáncer.
"Me contaban lo que haríamos: ir a Disneylandia y conocer algún atleta famoso. Pensaba que esas cosas eran para niños pequeños y yo no me sentía de esa forma", explica Jeff.
El último deseo
La organización Starlight Children's Foundation ayudaba a adolescentes a cumplir sus deseos. La madre de Jeff les contactó y una pareja de voluntarios, Matt y Teri, acudieron a su casa al sur de Pasadena, en California, para hablar de sus deseos.
"Pregunté: ¿hay alguna forma de llevarme a la próxima misión en el espacio? Pero me miraron como si estuviera loco y rechazaron esa posibilidad", recuerda Jeff.
Le preguntaron si tenía un segundo deseo.
Recientemente, Jeff vio otra vez The Day After -la película que le había causado terribles pesadillas sobre una guerra nuclear- y había visitado la biblioteca para investigar más de una vez.
"Me enojaba que invertíamos tanto en armas nucleares. Pensé que, en su lugar, era mejor idea destinar recursos a la investigación contra el cáncer", decía Jeff.
Así que le dijo a Matt y Teri: "Quiero viajar a la URSS y reunirme con Mijaíl Gorbachov (entonces jefe de Estado) para discutir un plan con el que poner fin a las armas nucleares y la Guerra Fría".
Se produjo una pausa.
Matt y Teri preguntaron a Jeff si tenía un tercer deseo, probablemente esperando que dijera algo más fácil de satisfacer. Pero no quería nada más.
"Respondí que entendía completamente si no se podía cumplir, pero que ese era mi último deseo".
Sorprendentemente, la Fundación Starlight comenzó a hacerlo realidad. Organizaron un viaje de Jeff a la URSS a través de una organización llamada Youth Ambassadors of America (Embajadores Jóvenes de Estados Unidos). Luego, contactaron personas que podían tener vínculos con Gorbachov.
Le dijeron que tratarían de conseguirlo, pero sin prometerle que ocurriría.
Aventura soviética
La imagen de la URSS que Jeff tenía en su cabeza se basaba en la película de 1984 Red Dawn (Amanecer rojo). En el filme, la URSS invadía a EE.UU. y sus aliados.
"Estas películas representaban a los soviéticos como militares determinados a destruir EE.UU.. Debo decir que acudí a un país militarizado de personas militantes. Sin embargo, me sorprendí bastante de las personas que conocí", admite Jeff.
Los integrantes de la organización con la que Jeff viajó querían comprobar si detectaban espías. Buscaban miradas furtivas u hombres vestidos con gabardina a su alrededor mientras recorrían el país.
No encontraron eso durante la visita a Leningrado (hoy San Petersburgo), pero mientras caminaban por Moscú un miembro del grupo notó que estaban siendo perseguidos.
"Nos quedamos como...'¡No puede ser! ¿Hablas en serio? Y él respondió: '¡Estoy completamente seguro! Cada vez que miro, ese hombre mira a su lado'. Parecía una película. El hombre vestía una gabardina y todo. Era alucinante", recuerda Jeff.
A uno de los jóvenes se le ocurrió contar desde tres para girarse todos al mismo tiempo y saludar en ruso al hombre que creían les estaba siguiendo. Jeff dudada porque no quería arriesgar su encuentro con Gorbachov.
"Pero finalmente acepté. Hicimos la cuenta atrás, giramos la cabeza y gritamos privyet (hola en ruso). El hombre se giró y miró hacia una pared donde realmente no había nada que mirar", contó Jeff.
En sus habitaciones de hotel, notaron que había partes de la pared que no parecían coincidir. Uno de los jóvenes abrió un agujero y encontró un micrófono dentro. Les estaban escuchando.
"Creo que lo que más me asustó fue que una de las chicas, cuando regresó a su habitación, se encontró a dos hombres revisando sus pertenencias", dice Jeff.
"Aquello fue un poco inquietante. Me preguntaba si también pudieron revisar mis cosas. Traía un regalo para Gorbachov y no quería que me lo robaran. Era el anuario de mi secundaria, firmado por toda mi escuela. Era un presente sencillo, pero me gustaba y esperaba que a él también".
A Jeff le seguían asegurando que intentaban conseguir su reunión con Gorbachov. Un día, le dijeron que vistiera el traje que había traído para la ocasión y que esperara en el lobby a las 8 de la mañana del día siguiente.
"Quería conocer cuáles eran sus intenciones para ponerle fin a las armas nucleares. También hablarle sobre lo que querían los niños estadounidenses para el mundo y demostrarle que no era tan distinto de lo que ansiaban los soviéticos" relata Jeff.
"Queríamos aprender, viajar por el mundo, visitar nuestros países. Ninguna de estas intenciones eran facilitadas por la postura militar de nuestros países. Por eso quería hablarle y conocer qué pensaba sobre ello", continúa.
Pero cuando parecía que su deseo iba a cumplirse, sus esperanzas se fueron al traste.
Mientras esperaba en el lobby, un hombre de la oficina de Gorbachov vino con la mala noticia de que no podría reunirse con Jeff. Entonces, preguntó si sería posible reunirse al día siguiente pero le respondió que jamás podría conocerle.
"No sé cómo se frustró la reunión con Gorbachov. Quizás nunca se tomó en serio. Me sentía devastado", lamentó Jeff.
Pero el hombre le propuso reunirse con otra figura importante. Le dijo a Jeff que recogiera una bolsa con pertenencias para pasar una noche y le trasladaron en limosina al campo. Desconocía cualquier detalle sobre el hombre que iba a conocer.
"Una pareja adorable me recibió en su casa. Fue una experiencia muy bonita, con conversaciones increíbles durante una cena refinada. Hablaron de todo tipo de nociones filosóficas sobre un mundo mejor, sobre cómo nuestros países podrían convivir", recuerda Jeff.
No fue hasta que regresó a Moscú y contó a una de sus coordinadoras el nombre de la familia que había conocido que se enteró con quién había estado.
"Me dijo: '¿Has conocido a Evgeny Velikhov? ¿No te das cuenta de quién se trata?".
Velikhov era uno de los físicos más destacados del país, le explicó la coordinadora, y la mano derecha de Gorbachov en el asunto de las armas nucleares.
Jeff no había conocido a Gorbachov, pero en su lugar había estado conversando con un hombre clave en las negociaciones de desnuclearización. Cuando la conferencia de los Youth Ambassadors terminó y su anuario fue entregado al asistente de Gorbachov, el joven regresó a California.
Miles de cartas
Sus padre le recibieron en el aeropuerto, pero no fue la bienvenida que esperaba. Para su desilusión, ni su padre ni su madre le preguntaron sobre el viaje. Cuando sacó el tema, su padre fue el que habló.
"Me preguntó si había conseguido reunirme con Gorbachov. Respondí que no y ahí acabó el diálogo. Me hizo sentir que había fracasado".
Jeff había completado su tratamiento antes del viaje y ahora se encontraba de vuelta a su vida normal en el colegio.
Un mes y medio después, recibió una llamada telefónica desde Moscú.
"Corrí a contestar y era Jack Matlock Jr., el embajador estadounidense en la URSS. Me dijo que había recibido miles y miles de cartas para mí".
Jeff había hablado con un conocido periodista de Leningrado, quien más tarde publicó la historia de su visita a la URSS. Al final del artículo, invitó a los lectores a escribir a Jeff. Así lo hicieron miles de soviéticos.
"Matlock me dijo, 'Mira, no somos el servicio estadounidense de correo, no podemos mandarte todas estas cartas, pero te mandaremos una muestra. Buena suerte, hijo".
Jeff solo recibió un par de cartas en inglés, pero la profesora de ruso de su escuela le tradujo el titular del reportaje original: "Al irme, me quedaré". Una referencia clara a su cáncer.
"Me hizo sentir que la muerte se acercaba otra vez y no quería ser el niño con cáncer. Así que tomé las cartas, las puse dentro de una caja y escribí 'nostalgia' encima'".
Pero a pesar del pronóstico pesimista de su doctora, su muerte no estaba cerca.
Jeff apartó la caja con las cartas y continuo su vida. El tiempo pasó y su tumor no regresaba. Se mudó a Londres para estudiar en la Escuela de Economía y después regresó a EE.UU. para acudir a la Universidad de Columbia.
Comenzó a trabajar para la Organización de Naciones Unidas (ONU). El tumor seguía sin reaparecer.
Vuelta al pasado
Un día del verano de 2008, a los 37 años, Jeff regresó al dormitorio de su niñez acompañado por su entonces esposa.
Estaba deshaciéndose de lo que ya no necesitaba o quería, organizando sus pertenencias y guardando el proyecto del láser que interrumpió años atrás. Mientras revisaba todo, se encontró con la caja y la palabra "nostalgia" encima.
Se encontraba en un momento difícil en su vida. Tuvo que dejar su trabajo en la ONU a causa de convulsiones causadas por una cicatriz en su cerebro. Su matrimonio también se acababa. Esta vez, la caja fue una fascinación para Jeff.
"Las cartas me resultaban abrumadoras 20 años antes porque me recordaban mi cáncer, pero ahora eran bienvenidas", dijo Jeff.
Una de las cartas estaba escrita en buen inglés y contenía un número de teléfono. Revisó qué hora era en San Petersburgo y llamó. Sonó tres veces y una mujer contestó en ruso.
Jeff preguntó si, por alguna casualidad, su nombre era Svetlana. Así fue.
23 años antes le había enviado una carta a razón del reportaje. Estaba asombrada de que siguiera con vida y se ofreció a ayudarle a traducir el resto de la correspondencia y encontrar a otros de los soviéticos que le habían escrito.
"Varios voluntarios tradujeron las cartas para mí, pero en particular, fue Eugenia Zhurbinskaya. Supe pronto que quería contactar a estas personas. Quería producir un documental y un par de directores a los que comenté mi historia me animaron a reunir un equipo de filmación, volver a Rusia y entrevistar a algunas de las personas que me habían escrito".
En el verano de 2011, Jeff tomó un avión con el equipo de rodaje y voló a San Petersburgo por diez días para entrevistar a algunos de los soviéticos que le escribieron y tenía localizados. Regresó un par de veces más, pero al final no se filmó ningún documental.
"Algunas historias eran maravillosas. Una mujer de 80 años, Nina Ivanovna Dmitrieva, caminaba por Leningrado en los años 40 cuando una bomba explotó en un edificio contiguo que colapsó y cuyos restos cayeron sobre su cabeza. Le llevaron al hospital, le operaron tres veces el cerebro durante el asedio de Leningrado y aún así logró sobrevivir. Le realizaron la cirugía en la misma zona donde tuve mi tumor. Era alucinante. Se sentía como si fuese mi madre" recuerda Jeff.
Jeff también recuerda cariñosamente a otra mujer de 80 años llamada Nelly Slepkova, quien había sido geóloga.
"Me dijo que en su momento buscaban uranio para fabricar armas nucleares".
Jeff también tuvo la oportunidad de conocer al periodista que le entrevistó y luego escribió su historia años atrás.
"Conversamos intensamente. Me hablaba sobre su éxito profesional, pero al contrario que los otros rusos que conocí durante mi viaje, los escritores de las cartas, no quería hablar sobre su familia. Cuando le pregunté, me confesó haber tenido una 'relación difícil con su padre'. Le comprendí inmediatamente. Yo no había resuelto mi relación con mi padre".
Una nueva vida
Tomaría bastante tiempo. En una visita a sus padres en la navidad de 2013, Jeff confrontó a su padre sobre su distancia emocional. Le confesó cuán difícil le resultaba ser su hijo.
"Cuando terminé, pensó por un momento y dijo: 'es difícil escuchar estas acusaciones...' y sentí enojo en mi interior, pero entonces continuó: '...idénticas a aquellas que yo también le lancé a mi padre'".
Por primera vez, el padre de Jeff accedía a contar sobre su niñez. Su padre fue un productor de Hollywood, le explicó, y un ludópata.
"Traía una pequeña fortuna a casa por una buena película y la perdía de noche en un juego de cartas", le contó su padre.
Rara vez tenía algo qué decir a sus hijos y mostró muy poco interés en sus vidas.
"Mi padre repitió esa distancia, pero no la falta de cuidados. Nos mantenía y nos llevaba de vacaciones. Volvía a casa cada noche para la cena, incluso aunque fuese ya un poco tarde. El problema era que no podía conectar emocionalmente; no conseguía expresar sus emociones", explica Jeff.
"Poco después, juntó a toda la familia por primera y última vez y nos dijo lo mucho que nos quería. Murió un mes después. Me siento muy afortunado de haber encontrado nuestra paz", afirma.
Ahora Jeff tiene 49 años y trabaja como escritor. Su primer libro se llama Warhead y cuenta sus vivencias. Ahora prepara otra novela.
Una resonancia magnética reciente no muestra ningún indicio de cáncer, aunque vivirá con epilepsia por el resto de su vida.
Sigue en contacto con algunos de los rusos que le escribieron cartas o sus nietos angloparlantes. Nelly, la geóloga, se encuentra bien. Tristemente, hace mucho que no sabe de Nina, la sobreviviente del asedio a Leningrado.
Jeff lamenta que una relación de confianza entre EE.UU. y Rusia parece distante y le causa ansiedad las vastas reservas de arsenal nuclear. Teme por el peligro de la proliferación nuclear, la cual considera "una amenaza real para la existencia humana".
"Irán parece determinada a obtener armas nucleares. Turquía y Arabia Saudita no se quedarán de brazos cruzados si eso sucede. Por otra parte, EE.UU. se retiró del acuerdo nuclear", opina.
"Rusia está invirtiendo en nuevos sistemas de armas nucleares y China podría doblar su arsenal nuclear en la próxima década. Aunque ya no me despierte con sudores fríos en la noche, creo que la posibilidad de una guerra nuclear se está volviendo probable. Hay mucho delo que preocuparse.
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