Cómo surgió la letra cursiva (o itálica) y cuál es su uso correcto en la escritura
La cursiva es casi tan antigua como la propia escritura.
Algunos la llaman cursiva, otros la denominan itálica, hay quien se refiere a ella como bastardilla… Pero es siempre lo mismo: es esa caligrafía en la que los trazos están ligeramente inclinados hacia la derecha.
No hay más que verla para reconocerla, con esas letras que adquieren formas más voluptuosas y redondeadas que las de las habituales. Porque aunque a la tipografía con la que se escriben los textos principales se la denomina 'redonda', en realidad tiende a la verticalidad.
La cursiva, en cambio, es más ovalada, resulta más suavemente curvada. Compruébelo usted mismo leyendo esta frase en cursiva.
La cursiva, junto con las mayúsculas y las comillas, es uno de los tres procedimientos básicos que se emplean para indicar que una palabra o grupo de palabras tiene un sentido especial.
La cursiva se utiliza tanto para dar énfasis como para advertir al lector de que una palabra o una frase puede no resultarle familiar, ya sea porque es extranjera o porque forma parte de una jerga o argot.
Por ejemplo: "Supervisaremos la contabilidad relacionada con el merchandising de la empresa" o "Es necesario leer el documento ab integro".
Los usos
Los títulos de libros, discos, películas, obras teatrales, fotografías, etc. también van en cursiva. Y, por supuesto, también hay que echar mano de ella si empleamos una palabra con uso metalingüístico, es decir, no la utilizamos por su significado sino para referirnos a su forma y funciones.
La cursiva surgió en la escritura manual, de la costumbre de algunos de escribir tumbando las letras hacia la derecha"
Lo entenderán mejor con ejemplos como "La palabra jueza empieza con j" o "académico es una palabra esdrújula".
La cursiva es casi tan antigua como la propia escritura. "Siempre ha existido", nos confirma la historiadora de la lengua y profesora de la Universidad de Sevilla Lola Pons Rodríguez, quien además es autora de "Una lengua muy, muy larga" (editorial Arpa), un libro que recoge más de un centenar de historias curiosas sobre el español.
De hecho la cursiva surgió en la escritura manual, de la costumbre de algunos de escribir tumbando las letras hacia la derecha, algo natural porque la mayoría de las personas son diestras y es en esa dirección hacia donde tienden a inclinar los trazos.
Era un rasgo caligráfico, como lo era el escribir usando más o menos tinta o de manera más limpia o más sucia.
Itálica
Cuando la cursiva se empezó a emplear como letra de imprenta fue rebautizada con el nombre de bastardilla, precisamente porque imitaba esa letra bastarda que era la cursiva. Pero también hay quien la llama itálica.
Este último sobrenombre tiene su origen en un italiano, Aldo Manucio, un humanista e impresor que en 1494 fundó una imprenta en Venecia a la que llamó Imprenta Aldina y que fue famosa en su época por sus ediciones de libros clásicos griegos y romanos.
Fue en ese taller de Aldo Manucio donde en 1501 se utilizaron por primera vez los tipos de letra en cursiva, motivo por el cual también se les conoce como letras aldinas.
Empezaron a imprimirse libros en cursiva porque eso permitía estrechar los rasgos de las letra e inclinarlos hacia la derecha, aprovechando de ese modo mejor el espacio y permitiendo hacer ediciones en un formato más manejables, lo que hoy se llama 'libro de bolsillo'.
Sin embargo hay quien sostiene que en realidad fue Francesco Griffo, un colaborador del taller de Aldo Manucio, el primero en emplear los tipos cursivas en una imprenta.
De hecho, es por ese motivo por el que hay quien denomina a la cursiva como letra grifa o incluso agrifada.
Y una curiosidad: "los primeros tipos de letra cursiva en la Imprenta Aldina eran sólo en minúsculas, así que los textos que se componían en itálica iban sin embargo con las mayúsculas en redonda", asegura Lola Pons.
La tipografía itálica llegó a España en el siglo XVI de la mano de Miguel de Eguía, un navarro que tenía varías imprentas. Fue en la que tenía en la localidad de Alcalá de Henares, a unos 45 kilómetros al este de Madrid, donde por primera vez en 1528 empleó los tipos en cursiva.
Por cierto, que Miguel de Eguía pertenecía al movimiento erasmista, una corriente dentro del humanismo renacentista centrada en las ideas del holandés Erasmo de Róterdam, motivo por el cual fue acusado por la Santa Inquisición de hereje y encarcelado durante dos años.
Al salir en libertad, comenzó a defender ideas opuestas a las de Erasmo de Róterdam e incluso imprimió un libro atacándole.
Eso en lo que se refiere a la escritura imprenta. En la escritura a mano, la cursiva se suele marcar por medio de un subrayado.
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