Aunque puedas tener la intención de hacer ejercicio, nuestro cerebro rechaza la actividad.
Hacer ejercicio es parte de un mundo ideal, sirve para reducir riesgos a la salud, aumenta los niveles de energía y nuestra mente se activa y rejuvenece.
Pero pese a todos los consejos y la extensa información sobre los beneficios de tener una vida activa, hay algo en nosotros que se empecina en mantener una vida sedentaria.
¿Por qué? La respuesta parece haberla encontrado un estudio de la Universidad de British Columbia, en Canadá, en conjunto con la Universidad de Ginebra, en Suiza.
El trabajo sugiere que el principal obstáculo para mover nuestro cuerpo está en nuestro cerebro.
De allí que no sea una sorpresa el informe que publicó en febrero de este año la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el que se advierte que uno de cada cuatro adultos y el 80% de la población adolescente no hacen suficiente actividad física.
Eso conlleva a que la falta de ejercicio sea uno de los principales factores de riesgo de muerte en el mundo y es clave en la aparición de problemas cardiovasculares, de cáncer y diabetes.
Evolución
Es en esta contradicción, que surge entre saber lo que es beneficioso para el cuerpo y no hacer nada al respecto, en la que se basó la investigación.
"Conservar energía ha sido esencial para la supervivencia del ser humano ya que le ha permitido ser más eficiente en buscar comida, encontrar refugio, competir por una pareja sexual y evitar predadores", explicó el científico Matthieu Boisgontier en el portal de la universidad canadiense.
"El fracaso de las políticas públicas para contrarrestar la pandemia de la actividad física se deba tal vez al proceso cerebral que se ha desarrollado y reforzado con la evolución", dijo Boisgontier, quien lideró el estudio junto al doctor Boris Cheval.
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La hipótesis que manejaron los investigadores la llamaron "la paradoja del ejercicio", ya que pese a los beneficios que brinda la actividad física, el cerebro tiene una automática atracción al comportamiento sedentario.
Decisión
El experimento se basó en observar las reacciones del cerebro de 29 voluntarios entre hombres y mujeres utilizando un electroencefalograma.
Uno de los requisitos es que las personas tienen interés en la actividad física, si bien solo unos pocos hacen ejercicios regularmente.
Cada uno de ellos fueron sometidos a una prueba en la que fueron expuestos a imágenes, compuestas en base a líneas, en las que se mostraba una figura realizando una actividad física, como subir escaleras o andar en bicicleta, seguida de otra imagen reclinada en el sofá.
Los participantes tenían que acercarse lo más rápido posible moviendo un avatar hacia las imágenes más activas y alejarse de las más sedentarias, repitiendo la acción a la inversa.
Todos los participantes se mostraron más atraídos a las figuras que incitaban el movimiento, pero a medida que eso sucedía los científicos encontraron una mayor actividad cerebral, demostrando que una cosa era la intención, pero otra lo que inconscientemente quería el cuerpo.
Los investigadores reconocen que al tratarse de un estudio pequeño sería necesario hacer más indagaciones sobre el tema, en especial para potenciar "las ganas de hacer ejercicio" que mostraron los participantes.
En particular porque los seres humanos tienen la capacidad de escoger qué hacer de manera consciente, desafiando incluso a las señales que manda el cerebro.
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