07 jul 2021 , 17:08

Me acostumbre a no ver gente

   
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En mis grupos de trabajo para la investigación que estoy realizando, cada vez se hace más frecuente el escuchar en todas las edades, partiendo por los niños y adolescentes hasta los adultos mayores que no saben que les pasa pero no tienen muchas ganas de ver gente ni de salir demasiado. Esto no le pasa a todo el mundo pero lo que es más habitual aún es manifestar una contradicción entre salir o no hacerlo.

La pregunta es, ¿nos acostumbramos a estar solos y solas, nos deprimimos, nos estamos volviendo fóbicos sociales? A mi parecer, la respuesta es no, simplemente creo que es una de las etapas qué hay que pasar en este proceso en el que no se sabe hacia donde vamos y hasta donde o que tan profundo nos va a cambiar.

Se empieza a sentir con mucha fuerza para un gran porcentaje de la población; porque hay un sector que siempre tuvo que salir; una fuerza que impulsa hacia afuera. Hay un “algo”, que nos dice que nos gustaría una fiesta, salir o hacer cosas “afuera”, pero también como en todo proceso hay una resistencia natural y normal ha realizar eso donde empezamos a poner excusas, explicaciones para no hacerlo.

Es que sin duda nos cambiaron las prioridades, seleccionamos mejor y ya no nos da lo mismo ir a cualquier evento y tampoco da igual con quien queremos estar. Esto nos ha producido una evaluación permanente que si escucháramos bien nuestro cuerpo nos daríamos cuenta qué hay cosas, situaciones o personas que ya no queremos vero hacer.

Esto me parece bueno y sano, sin embargo les tengo una mala noticia para algunos :lo de afuera nos va ganar. Esa fuerza en poco tiempo más nos va hacer salir, ver gente, participar de eventos que antes eran frecuentes. Entonces, ¿ que es lo que tenemos que hacer?, primero disfrutar de este momento que aún queda, para ordenarnos, limpiarnos por dentro, cosa que cuando tengamos que salir, lo hagamos despiertos, enteros y claros de que queremos y que no queremos volver a vivir, hacer o sentir.

Todavía estamos en “la pausa”, que puede ser activa o pasiva , pero hay algo de nosotros que aún nos invita hacia adentro y es ese viaje el que tenemos que aprovechar. Todo impulsa hacia afuera, la vida de nuestros hijos e hijas que son los protagonistas de esta edición , el trabajo y hasta el cansancio (aunque a veces disfrutable), de estar adentro, por lo tanto el tema no es si salimos o no, sino cómo lo hacemos y de qué forma vamos a transitar por lo externo a nosotros.

Si te sientes con esta contradicción, acéptala, y disfrútala porque no es para siempre. Aprovéchala como una invitación a seguir mirando hacia adentro para ver cómo quieres salir totalmente hacia afuera aunque físicamente lo hagas todos los días o lo hayas hecho permanentemente en esta pandemia.

Estamos en un proceso lleno de ambivalencias y de miedos por muchas razones, y no se olviden que el miedo es la no aceptación de la incertidumbre.

Quizás si aceptamos que solo controlamos nuestra actitud y nada más frente al día a día y nos atrevemos a hacer nuestro viaje del silencio, hacia tu “casa” interna, estemos mejor preparados para salir de verdad hacia un mundo que hoy nos parece hostil, peligroso y a veces casi sin sentido pero al que sin duda tenemos que volver no solo físicamente, sino también con el alma para hacerlo un mejor lugar.

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