El fraude de paternidad causa graves daños físicos y psicológicos en los hombres
Expertos analizan lo que ocurre a los padres que descubren no ser los padres biológicos de sus hijos tras someterse a pruebas de ADN. Tienen depresión, ansiedad, estrés, alcoholismo o intentan quitarse la vida.
En los últimos siete años, Arsenio ha experimentado una serie de trastornos que han afectado su salud mental y física. Tuvo un alto grado de depresión, angustia y desarrolló una fuerte adicción al consumo de pasta base de cocaína.
Cuenta que todo se destruyó tras enterarse que no es el padre biológico de sus cuatro hijos, ahora de 31, 30, 25 y 20 años, quienes han sido su razón de ser. Se lo confesó su esposa, Noemí, tras pedirle el divorcio y luego les contó a los jóvenes. Finalmente, ella se fue con otra pareja.
La vida del hombre, de 57 años, no tenía sentido pese a que encontró una nueva mujer que lo ha apoyado de forma desinteresada. Hace ocho meses, trató de suicidarse tomando 14 pastillas para dormir. "Antes, yo trabajaba como visitador médico y sabía la dosis que necesitaba para no volver a despertar", contó en una entrevista a Ecuavisa.com. Sin embargo, su actual pareja notó que él no reaccionaba, llamó a una ambulancia y lo salvaron en un hospital.
Se toma las manos y su voz se quiebra a punto de llorar. Por momentos le tiembla la voz, pero retoma las fuerzas para continuar su relato. No es fácil recordarlo -afirma- porque la noticia le golpeó como un bombazo que destruyó todo lo que había planificado. Quería construir una casa bonita y pasar el resto de su vida junto a Noemí, pero todo se destruyó para siempre.
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Buscó ayuda en el colectivo No al Fraude Paternidad, el cual proporciona asistencia legal, moral y psicológica a hombres víctimas de esa realidad desde 2017. Su director es Patricio Larco, quien pasó por problemas similares cuando descubrió que no era el papá de su segundo hijo. Se dedicó a consumir bebidas alcohólicas todos los días a solas en su departamento en Quito. Era la única salida que tenía para evitar el sufrimiento. También padecía crisis de ansiedad.
Esa agrupación cuenta con 16 agremiados de diferentes zonas del país y con esos casos, el activista ha realizado estudios sobre las secuelas que afrontan quienes viven ese tipo de situaciones. Hubo hombres a los que les dio angustia, depresión, ansiedad o simplemente se dedicaron a ingerir licor en grandes cantidades e incluso probaron sustancias estupefacientes como le pasó a Arsenio.
"Lo hacía para amortiguar el sufrimiento. Me ayudaba a que no me afectara y aplanaba mis emociones. Me daba igual ser feliz o no. A la larga, eso mermó en mi salud y presenté adicción", contó. Lo que más le duele es que su madre murió mientras se encontraba interno en un centro de desintoxicación. "Se fue triste, con rencor hacia la mamá de los chicos y nunca le perdonó lo que hizo".
Este tipo de historias -afirma Larco- son frecuentes entre quienes pertenecen a su agrupación. Las víctimas del fraude de paternidad afrontan siete etapas críticas. La primera es la desilusión y el shock emocional. De ahí viene la duda y la auto acusación porque los afectados no han sido capaces de reconocer la situación.
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En la tercera, viene el rasgo del impostor cuando el padre se siente una persona inservible. Luego están el aislamiento y soledad ya que no comparte la misma conexión emocional con quien asumía como su hijo. La depresión y ansiedad son el principal síntoma de que el caso se va agravando.
El sexto indicador es la cólera y el enojo. Aquí, los afectados acuden al colectivo en búsqueda de ayuda y se han dado casos de que quieren venganza. No les interesa la familia, mucho menos el niño involucrado. "Al darse cuenta que las leyes son adversas, pueden cometer agresiones físicas o psicológicas hacia las exparejas", cuenta Larco. Por eso, desde el colectivo se trata de ayudarles para que no golpeen a las mujeres o causen otros daños y así impedir que no se agrave la situación legal en contra del padre.
La séptima etapa son los intentos de suicidio o consumo de licor y narcóticos que es el resultado del daño psicológico por perder a su familia. Incluso se han dado casos que hay afectaciones físicas como dolores corporales, falta de apetito, pérdida de sueño, etc.
Así lo vivió Estuardo, de 42 años, al enterarse que no era el padre de la hija, de 12 años, que tuvo con su novia de la universidad. El estrés le provocó fuertes alergias y envejecimiento prematuro de la piel. Su situación se agravó cuando se demoró en el pago de las pensiones alimenticias y contrajo ansiedad. Tenía las defensas bajas y presentó problemas respiratorios. Se congestionaba mucho y demoraba un mes en recuperarse. La tos era muy fuerte.
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Entabló una demanda de impugnación de paternidad, pero no esta no prosperó y debe ponerse al día con las pensiones alimenticias. De hecho, tiene que pagar cerca de USD 5 300 por lo que se atrasó en los montos. También le dio alergia con manchas en el pecho y la espalda. No puede despertar con normalidad, come poco y ha perdido peso de forma extrema.
Arsenio también enflaqueció y llegó a pesar 54 kilos. Era casi un esqueleto, parecía un armador de ropa o un palo de escoba. Siente impotencia el saber que, de su sus cuatro hijos, uno con suerte es suyo y el resto no. Su frustración es inmensa porque han pasado más de cinco años desde que conoció la noticia y el trauma está vivo en su mente.
También experimenta baja autoestima. Pasó tres meses interno en un centro de desintoxicación y acude a grupos de narcóticos anónimos. Trabaja como taxista en una aplicación y todos los días lucha para salir adelante con la ayuda de su actual esposa. "Si a uno no le llama la droga, lo hace la depresión y esta última es la que nos incita a consumir".
Visitaba al psicólogo para hacer terapia, pero tuvo que dejarla porque cada consulta cuesta USD 40 y no le alcanza. Trabaja como taxista de una aplicación y lo que gana es insuficiente para seguir el tratamiento cada semana. Con sus hijos se ve esporádicamente y por momentos parece que fueran unos desconocidos. Le duele su abandono y no le queda otra opción que llorar en silencio por las noches...
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¿Fraude de paternidad como delito penal?
Desde el colectivo No al Fraude de Paternidad se busca que esa práctica sea considerada un delito penal en primera línea. No que sea de carácter civil. Además, que se implementen resarcimientos económicos para quienes han sido víctimas. Con base en los datos recopilados por esa organización, Larco afirma que en Colombia, España, México, Reino Unido, Portugal, Bolivia, Perú, Chile y Argentina se castiga al fraude de paternidad en el ámbito penal.
Óscar Grijalva es docente del área de posgrado de la Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE) y psicólogo clínico. Afirma que ha tratado 38 casos de este tipo, en 18 años, y este tema es grave porque el engaño se realiza al padre, al hijo, la sociedad y la familia. Al niño le afecta porque empieza a generar un trauma de abandono y ya no tiene la figura protectora de su papá que podría abandonarlo.
Se rompe el esquema familiar del infante, pierde su espacio seguro y se queda sin familia. Además de ese vacío afectivo paterno, se van a producir cuadros de ansiedad o depresión que deben tratarse con terapia que, en algunos casos, puede durar años.
Afirma que la mujeres que mienten sobre la verdadera paternidad de su hijo son de comportamiento antisocial porque no tienen capacidad de remordimiento, ni empatía por lo que le están haciendo. "Hay violación de las normas éticas. También un quemeimportismo de los intereses del otro. Se presenta engaño y fraude de por medio, que son las características de una conducta antisocial".
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Ese quemeimportismo se refleja -acota el catedrático- incluso en la forma poco seria cómo ellas les cuentan la verdad a sus parejas. Recuerda el caso de una señora que le avisó a su exmarido, mediante Whatsapp, que sus dos últimos hijos, de 15 y 8 años, no eran de él. Solamente era el progenitor del mayor, de 17.
Él luchó legalmente por quedarse con la custodia de los tres chicos tras pedirle el divorcio, pero ella le dijo que solo puede irse con el más grande. Al final, la mujer sí le exigió la pensión alimenticia para los dos. En ese contexto -indica el experto- se refuerza el hecho de que ese tipo de personas no tienen remordimientos.
El señor quedó con un psicotrauma bastante fuerte con un cuadro de estrés postraumático que le duró aproximadamente cuatro años posteriores al evento. Es decir, comenzó a cuestionar el quién soy yo, lo cual es una despersonalización. Se llama trastorno disociativo.
Perdió la lógica de su identidad. Su yo se vio fragmentado frente a lo que sucedió, al hecho de que sus hijos no eran suyos. En otros pacientes -afirma Grijalva- se dan cuadros somáticos, es decir, empiezan con problemas de dolores estomacales, gastritis, hipertensión, entre otros.
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