07 ene 2025 , 15:14

Los deudos del caso Las Malvinas claman justicia y enfrentan un duelo desgarrador

Las tres familias enfrentan una devastación emocional que requiere atención psicológica urgente.

   

Los padres de los cuatro menores que desaparecieron en Las Malvinas y luego fueron asesinados hablaron por primera vez tras confirmarse el terrible desenlace de sus hijos.

Recibir los cuerpos agudizó su dolor y marcó un antes y un después en sus vidas, ahora centradas en el proceso judicial contra los 16 militares acusados por desaparición forzada. Cada día, buscan consuelo en la oración y enfrentan una realidad desgarradora.

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En su hogar, Katty Bustos, madre de Ismael y Josué Arroyo, de 15 y 14 años respectivamente, se arrodilla y llora mientras observa las fotos de sus hijos. La oración es su refugio diario desde el operativo militar del 8 de diciembre que marcó la desaparición de los menores. A las seis y media de la tarde, su familia se prepara para asistir al templo, pidiendo fuerzas a Dios en medio del sufrimiento que llena su sala.

Katty apenas puede hablar sin quebrarse en llanto. Su insomnio y la falta de apetito reflejan su profunda angustia. Aunque las pruebas de ADN confirmaron la muerte de sus hijos, ella se niega a aceptar esa realidad. "Yo siento que no están muertos. Mis hijos están vivos", dice con firmeza. Mientras tanto, su hija menor de nueve años pasa gran parte del día en el cuarto que compartía con sus hermanos, buscando consuelo entre sus pertenencias.

Por otro lado, Ronny Medina, padre de Steven Medina, de 11 años, dedica sus días a seguir de cerca el caso judicial. Entre visitas a la Fiscalía, plantones y reuniones con abogados, pasa horas fuera de casa, impulsado por un deseo insaciable de justicia. Aunque desconoce los tecnicismos legales, su compromiso es claro: no descansará hasta que los responsables sean sancionados.

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Johana Arboleda, madre de Nehemías Arboleda, también vive una rutina desgastante. Desde que la Fiscalía confirmó la identificación de los cuerpos, ha requerido tranquilizantes para soportar el dolor. Habla pausado y camina con dificultad, pero a pesar de su fragilidad, no deja de asistir a las reuniones diarias. "No como ni duermo", confiesa, mientras busca respuestas y justicia para su hijo.

Las tres familias enfrentan una devastación emocional que requiere atención psicológica urgente. Sin recursos para pagar un especialista, dependen del apoyo de la Comité Permanente para la Defensa de los Derechos Humanos, que busca brindarles ayuda profesional.

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