En Cotopaxi, la comunidad del Quilotoa ha reforestado el 90% de la zona durante 13 años de trabajo
La conciencia ambiental nació porque los habitantes notaron que las plantas nativas desaparecían. Y, de a poco, llegaba la sequía.
La reserva natural del Quilotoa y su laguna volcánica, una de las más majestuosas del Ecuador, están situadas a 3 900 metros sobre el nivel del mar, en la parroquia de Zumbagua, provincia de Cotopaxi.
La laguna que está dentro del cráter tiene 250 metros de profundidad y un diámetro de casi 9 kilómetros. Los minerales producto de la erupción ocurrida hace más de 800 años, le dan el tono verdoso que la convierte en un imán para los turistas.
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Hoy, esta reserva recibe 180 mil visitantes al año.
El Quilotoa antes del turismo
Antes, los habitantes utilizaban los campos para cosechar.
"Este terreno, dentro del cráter, era el más cotizado porque daba buena producción. Se quemaba, se preparaba, y todo era para la agricultura", comentó a Ecuavisa Manuel Latacunga, presidente de la organización Quilotoa.
También para la ganadería, causando la degradación de los campos. La situación cambió a partir del 2010, cuando el Quilotoa fue declarado como un área protegida.
La conciencia ambiental nació porque notaron que las plantas nativas como el sunfo, la achicoria y los pajonales desaparecían. Y, de a poco, llegaba la sequía.
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"La comunidad empezó a compensar a los dueños de los terrenos para que dejen de sembrar, de quemar, de hacer todo el daño. Y que dejen para que haya la recuperación ambiental dentro del cráter", agregó Manuel Latacunga.
La recuperación de la naturaleza
Los pajonales andinos cumplen una función vital en el ecosistema: reproducen, generan y regulan el recurso hídrico al retener la humedad, lo que aseguraba el abastecimiento de agua para la comunidad.
Cuando notaron el cambio, empezaron a reforestar. Actualmente, el 90% del área está regenerada.
Jefferson Herrera, vigilante comunitario, indicó que hay un deseo general por cuidar este ambiente. "Nosotros, en años pasados, hemos sembrado casi 18 000 plantas nativas", agregó.
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Y aunque reciben miles de visitantes, los vigilantes comunitarios hacen un trabajo importante, cuidan que los turistas respeten las especies del lugar. También los niños participan, luego de hacer sus tareas de la escuela.
Aquí se ha contabilizado al menos unas 85 especies de plantas y hay una gran variedad de animales. Las lagartijas son las más comunes. Su papel es importante porque controlan plagas e insectos. Pero hay otras especies nativas.
"Aquí tenemos el zorro de páramo, algunas aves rapaces como águilas pechinegras, algunas especies de colibríes", comentó Gonzalo Escudero, guardaparque.
En la reserva, el trabajo es conjunto. Los guardaparques del Ministerio de Ambiente son quienes, de forma técnica, guían a la comunidad para mantener prácticas correctas y sostenibles.
Una reserva que genera vida y provee con su belleza y sustento a más de 200 familias que habitan alrededor.
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