El oficialismo ha reconocido errores en su estrategia de campaña.
Las recientes elecciones en Ecuador han puesto al descubierto problemas en el oficialismo, que afirma seguir siendo la primera fuerza política del país, pero admite la existencia de fallos en su estrategia de campaña y anuncia una reestructuración en sus filas.
Los resultados finales no se conocen todavía, pero sí se sabe que Alianza País (AP), movimiento liderado por el presidente Rafael Correa, perdió la emblemática alcaldía de la capital, Quito, y no pudo conseguir la de Guayaquil, una plaza gobernada desde hace más de veinte años por el Partido Social Cristiano.
Tampoco AP pudo conseguir otras alcaldías importantes, como las de Cuenca, Portoviejo, Manta y Machala, según los avances oficiales de los resultados.
El mandatario, Rafael Correa, fue el primero en encajar esos reveses e incluso anunció una reestructuración en AP, tras admitir que "estas elecciones mostraron muchas vulnerabilidades", pero descartó "un fracaso electoral" del partido gubernamental.
"Seguimos siendo la primera fuerza política del país", aunque la derrota de Quito duele por ser una ciudad "básica por la gobernabilidad" y por su influencia en el país, dijo el gobernante dos días después de los comicios.
Pasados los primeros momentos y tras el impacto que generó entre su dirección y militancia la perdida de las citadas alcaldías, AP plantea las cosas de otra manera y subraya su liderazgo político nacional.
Su secretario general, Galo Mora, habla de "una tergiversación general" sobre los resultados y niega un "reposicionamiento" de la derecha en el país, al subrayar que la formación mantendrá las 69 alcaldías que logró en 2009, o más, y que serán más del centenar con las alianzas acordadas con la formación Avanza y el Partido Socialista.
AP, por otra parte, conseguiría cerca de una decena de las 23 prefecturas (provinciales) frente a las seis que obtuvo en 2009.
Según su responsable, el avance de la derecha no es más que una ficción que se ha extendido como una "imagen fantasmal" en torno a la derrota del oficialismo en la alcaldía de Quito.
Pero otros observadores ponen el acento en el valor simbólico de las derrotas en las alcaldías de las ciudades citadas y recuerdan el sintomático interés con el que el presidente Correa se volcó en la campaña electoral, en particular durante las últimas semanas, cuando redobló sus esfuerzos en apoyar a Augusto Barrera, el alcalde oficialista en busca de la reelección en la capital.
Y señalan como un posible error la presencia casi constante junto a los candidatos locales del mandatario, que en anteriores comicios fue clave para captar votos en todo el territorio nacional.
Esas apariciones, señalan, pudieron tener un efecto contrario al buscado, ya que habrían restado protagonismo a los candidatos de AP en vez de servir para trasladarles los votos que se suponía iba a atraer el gobernante.
El politólogo y profesor universitario Simón Pachano destaca que, pese a tratarse de elecciones de carácter local, el propio Correa las transformó con su participación directa, que él mismo justificó al advertir de que los resultados podían afectar a la Revolución Ciudadana, como se conoce al proyecto político gubernamental.
En ese contexto, prueba de la confianza que existe en AP sobre el liderazgo de Correa, menos de una semana después de las elecciones ya han surgido quienes alientan el deseo de que el mandatario vaya a un cuarto mandato, con la necesaria reforma de la Constitución de por medio, para "consolidar el proyecto de Revolución Ciudadana", según dijo ayer a la agencia pública Andes el legislador Fabián Solano.
"No se trata de 'perennizar' a una persona en el poder, sino de mantener un liderazgo para consolidar un proyecto político", indicó el impulsor de la iniciativa, del Partido Socialista y aliado del oficialismo.
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