02 jun 2019 , 08:15

Renace el arte de la escritura en Guayaquil

   
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En 2012 el arte de la escritura recobró su popularidad gracias a las redes sociales.

La caligrafía ha sido, durante la historia, una habilidad que muestra tres cosas: estatus social, un medio personal de expresión y una herramienta de trabajo. Durante mucho tiempo, solo las personas con dinero tenían acceso a la educación y, por ende, únicamente clérigos y reyes sabían escribir. Pero con los años y el desarrollo de la tecnología el uso de lenguaje se hizo accesible a todos; pese a que fue un cambio positivo, se perdió la forma artística de la letra, al menos de forma masiva.

 

En Guayaquil ocurrió lo mismo. Un oficio que, en algún momento, fue requerido por municipios, universidades, escuelas y eventos especiales, poco a poco, quedó en el olvido, apenas sostenido por unos pocos profesionales. 

 

Freddy Nicola, de 75 años, ha trabajado, al menos, durante la mitad de su vida como calígrafo. Al principio lo hizo en un kiosko, en los exteriores del Correo de Guayaquil; luego, desde 2003, en el nuevo pasaje comercial El Correo. "Empecé por mi padre. Yo alguna vez vi unas cartas que mi padre le escribía a mi madre y era una letra hermosa. Dije, tengo que ser como él. Quizá no pude llegar a ser como él, pero sí aprendí bastante", expresó meditabundo. 

 

En la época de Nicola, en las escuelas y colegios se enseñaba la denominada caligrafía Palmer. Durante sus estudios, en el popular Colegio de Bellas Artes de Guayaquil, se dio cuenta que le encantaba, pero aún no sabía cómo sacar provecho de su habilidad. 

 

Fue junto a su madre, afuera de la oficina del Correo, cuando lo empezaron a buscar para escribir tarjetas, con el tiempo también lo llamaban para los nombres en invitaciones de bodas y distintos eventos, así mismo títulos y diplomas. Con cariño recuerda a una señora "de esas donde están los grandes". Recuerda que lo buscó cuando todos los kioscos estaban afuera, es decir en las calles: Aguirre, Pedro Carbo, Clemente Ballén y Chile.

 

"Me buscó para que escriba las invitaciones al bautizó de la hija. Con el tiempo, me buscó nuevamente para las invitaciones a la primera comunión de la niña. Después para que escriba los nombres de los invitados a su cumpleaños. Lo último que hice para ella fue las invitaciones para el matrimonio de la misma chiquita. Yo iba hasta su casa y ahí escribía", cuenta Nicola.

 

Ante la pregunta de hasta cuándo piensa continuar, Nicola responde sin dudar: "Hasta cuando pueda mover la mano". Para él, esta tradición transmite sentimiento y originalidad. "Lo que es a mano tiene más valor que lo que ya está hecho a máquina", sentencia.

 

escritura en Guayaquil

 

Con el concuerda Sandy Campaña, una diseñadora gráfica, que dejó de trabajar en agencias para crear su estudio de caligrafía, bajo el nombre La Que Hace Letras. La joven madre asegura que empezó a ver con frecuencia videos de caligrafía en las redes sociales desde 2012. Ella se valió de este auge para impulsar su emprendimiento. Considera que los mensajes de texto o los emoticones no pueden igualar el arte de escribir la letra de forma bella y correcta.

 

Campaña confiesa que llegó a la caligrafía por accidente. En 2017, la emprendedora tenía un año de haberse convertido en mamá, lo cual no le permitía mantener un horario laboral estricto y permanecía estresada. Como terapia, ella comenzó a practicar este arte para desestrarse. Luego empezó a subir sus trabajos en Instagram, lo que despegó su negocio. 

 

Lo más gratificante para ella es poder ver la cara de sorpresa de sus clientes cuando la ven realizar su trabajo. Asegura que es importante que quienes contraten sus servicios conozcan el proceso para que entiendan el costo real su habilidad. "Por suerte en la universidad aprendí gestión de negocios. Me enseñaron a poner el valor de tu horas, de los materiales y el retorno de la inversión. Por ejemplo, no se puede regatear, al menos no mucho, porque no eres una máquina. Hay una persona detrás", cuenta Campaña. 

 

escritura en Guayaquil

 

 

En los años sesenta, se comenzó la producción masiva de bolígrafos de punta redonda, que dejaron a las plumas fuentes como herramientas del pasado. Nicola reconoció que al principio usaba canutero, con tinta y secante; pero luego empezó a usar los bolígrafos especiales. De la misma forma, Campaña ha usado ambas herramientas e incluso marcadores y tizas, pues con esos materiales puede hacer lettering, una variante de este arte que se trata de dibujar las letras

 

Cada vez más personas se suman a este viaje artístico como Fernanda Pazmiño, una abogada de 37 años. "Esto es un viaje muy personal, hice terapia algún tiempo, por el 2017, y producto de mis terapias surgió el recuerdo de que me gustaba el arte. Durante esta exploración tomé tres cursos con Sandy, pero me atrajo mucho la caligrafía con plumillas. Así que en algunos viajes que he hecho a EEUU me inscribrí en algunos cursos de varios estilos como la caligrafía moderna, francesa, gótica y otras", cuenta Pazmiño.

 

El último curso que tomó fue con el experto en caligrafía, David Grimes, en Portland, Oregon (EEUU). Actualmente, al igual que Campaña, Pazmiño trabaja con agencias de publicidad y organizadoras de boda. Ella se ha sumado al pequeño grupo de calígrafos en Guayaquil.

 

Como empezó hace poco, Pazmiño no se considera una experta. Sin embargo, está orgullosa de su trabajo y considera que este alegra a las personas. "Para mí la caligrafía es el arte de descubrirse como persona a través de las letras. Es un hobbie que disfruto mucho y que ahora también hace feliz a otras personas", asegura Pazmiño. 

 

escritura en Guayaquil

 

Sin duda el amor por las letras se ha convertido en una disciplina creativa con infinidad de aplicaciones.

 

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