12 ene 2019 , 10:25

Problemas de UNASUR llevan a abandono de joya arquitectónica

   

Los críticos ven a UNASUR como poco más que un monumento inútil.

Es un edificio que desafía a la gravedad y se corresponde con las elevadas ambiciones de lo que se supone iba a ser el símbolo de la unidad de Sudamérica.

 

En contraste con el árido paisaje lunar en la línea ecuatorial, dos voladizos de cristal a modo de alas se elevan de forma dramática sobre una piscina que las refleja, simbolizando la libertad y la transparencia y con apariencia de haber salido de una película de ciencia ficción.

 

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Pero pese a toda su grandeza arquitectónica, la sede de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), ubicada a las afueras de Quito, parece tan moribunda como el grupo en sí. Lo que en su día fue un centro diplomático en ciernes, con traductores oficiales y recepciones para mandatarios de visita, parece más un edificio fantasma, con apenas la mitad del personal que tenía cuando fue inaugurado con gran fanfarria en 2014.

 

El principal arquitecto del organismo, el expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva, está en prisión por cargos de corrupción y otro de sus grandes valedores, el venezolano Hugo Chávez, falleció.

 

Además, el giro a la derecha en política ha dejado a la región más polarizada de lo que ha estado en décadas y frenó el entusiasmo acerca del lema antiimperialista del grupo: "Soy del Sur".

 

"UNASUR fue una buena idea, pero no ofreció resultados concretos”, dijo Michael Shifter, presidente del centro de estudios Diálogo Interamericano de Washington.

 

En abril, la mitad de los 12 miembros del grupo _ Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú _ dejaron de abonar sus cuotas y suspendieron su membresía. Más tarde, en agosto, el recién elegido presidente de Colombia, Iván Duque, renunció al tratado allanando el camino para la retirada del país en febrero.

 

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El resultado es un déficit de 20 millones de dólares que ha derivado en recortes presupuestarios. Al ritmo actual, el organismo, que lleva dos años sin secretario general, agotará sus reservas de efectivo en abril. Casi al mismo tiempo, Brasil, cuyo nuevo presidente Jair Bolsonaro criticó al grupo, asumirá la presidencia rotatoria.

 

Para los críticos que ven a UNASUR como poco más que un monumento inútil a la extralimitación de la izquierda durante la bonanza de las materias primas la década pasada, el edificio es un objetivo apropiado.

 

Diseñado por el arquitecto ecuatoriano Diego Guayasamin, el edificio de 43 millones de dólares fue construido y donado al grupo por el expresidente de Ecuador Rafael Correa, un protegido de Chávez.

 

La construcción, que recibió varios premios y está soterrada en un 75%, cuenta con un salón de actos de última generación, una impresionante colección de arte y salas que llevan el nombre de iconos de la izquierda como el poeta chileno Pablo Neruda y el novelista colombiano y Nobel de Literatura Gabriel García Márquez. Como ocurre con los inmuebles públicos en la socialista Venezuela, la firma y citas de Chávez dominan los pasillos.

 

“Es absurdo que un edificio que cuesta varias decenas de millones de dólares esté sin ninguna utilidad”, manifestó el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, el pasado julio cuando anunció que exigiría _ de forma ilegal, según resultó al final _ que UNASUR devolviese la construcción al país para convertirla en universidad indígena.

 

Pero para los críticos tal vez la mayor ofensa sea la estatua gigante de bronce de la entrada con la imagen del primer secretario general del ente, Néstor Kirchner. Desde su muerte en 2010, el expresidente de Argentina ha visto como su legado se teñía de acusaciones de corrupción. Partidarios de Moreno encabezan una campaña para retirar la escultura.

 

UNASUR nació en 2008 para dar vida, dos siglos después, al sueño del héroe independentista Simón Bolívar de una gran “patria” sudamericana sin fronteras para derrotar los designios de Estados Unidos y Europa para la región.

 

Aunque el ambicioso plan de crear una moneda común fracasó, otras propuestas como la visa de trabajo común para el bloque _ que ha ayudado a las naciones a absorber a la multitud de venezolanos que huyen de la crisis que asola su país, han tenido más éxito.

 

Las decisiones del organismo requieren el consenso de todos sus miembros, algo sencillo cuando la llamada “marea rosa” de líderes de izquierda barría la región, la desconfianza hacia Estados Unidos era alta y los gobiernos no tenían problemas económicos.

 

Pero su clara identificación con la izquierda y la fijación en Washington le hicieron perder respaldos cuando la ola izquierdista remitió, apuntó Shifter.

 

El golpe de gracia de UNASUR llegó cuando no pudo gestionar con efectividad la crisis venezolana, agregó.

 

Durante 2015 y 2016, el entonces secretario general del bloque, Ernesto Samper, viajó frecuentemente a Caracas acompañado de representantes del Vaticano para promover el diálogo entre el gobierno y la oposición mientras crecía la tensión en las calles.

 

Cuando esas conversaciones colapsaron, muchos culparon al expresidente de Colombia por no haber hecho más para lograr concesiones del gobierno.

 

Samper reconoció en una entrevista que para sobrevivir, UNASUR necesita una agenda menos agresiva pero alegó que desmantelar el grupo sería un gran error.

 

La región tiene la necesidad vital de hablar con una sola voz en un momento en el que el gobierno de Donald Trump amenaza con acciones militares contra Venezuela, estigmatiza a los migrantes latinos que intentar ingresar al país y se aleja de los esfuerzos internacionales para combatir el cambio climático, señaló.

 

"Lo más triste es que en momentos en que la región mas necesita unidad, estamos más desintegrados que nunca”, apuntó Samper.

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