16 canes participaron en las tareas de rescate en el terremoto de abril de 2016.
La ceremonia estaba finamente organizada: había alfombra roja, himno nacional, uniformes, bendiciones y una mezcla de tristeza y alegría que inundó a los policías que debían entregar a sus fieles compañeros de trabajo a sus nuevos dueños.
En el acto celebrado el miércoles 9 de mayo en Quito, un total de 61 perros pasaron de ser efectivos policiales a individuos particulares.
Los guías arrodillados a su lado les quitaron sus chalecos con insignias policiales y tras caminar por la alfombra roja los entregaron a las familias adoptantes, que parecían vestidos para la ocasión, y de inmediato les prodigaron caricias mientras sonreían.
En 2017 apenas doce perros se jubilaron, pero este año la cifra se quintuplicó. Más de la mitad de los nuevos dueños, un total de 36, fueron los mismos policías con los que los canes formaron binomio durante su vida operativa.
El jefe del centro regional de adiestramiento canino, mayor Iván Ayala, dijo a The Associated Press que los perros cumplieron su tiempo de servicio en el trabajo policial, entre ocho y diez años, en actividades como antinarcóticos, orden público y espectáculos.
Precisó que para escoger a las familias adoptantes se cumple un riguroso proceso de selección en el que se debe demostrar la idoneidad de la familia aspirante, capacidad económica, espacio, tiempo y decisión de cuidado, entre otros. Adicionalmente, la institución policial cumple tareas de verificación del cuidado y buen trato a los canes adoptados cada seis meses.
Según Ayala, la mayor parte de los animales jubilados pertenecen principalmente a las razas pastor malinois, pastor alemán, golden retiver y labrador.
Asimismo, añadió que dentro de este grupo, 16 canes participaron en las tareas de rescate en el terremoto de abril de 2016, que destruyó buena parte de las provincias costeras de Manabí y Esmeraldas, donde ayudaron a localizar en medio de los escombros a cuatro personas con vida y los restos de unos 20 fallecidos.
Al terminar la ceremonia, los perros parecían adaptarse con facilidad a sus nuevos amos y se dejaban conducir con tranquilidad a su nueva vida de jubilados, sin el estrés del trabajo, sin presiones y sin jefes.
El cabo primero Cristian Toalombo adoptó a su compañero de trabajo, Billy, y afirmó que “es un gran perro y fue condecorado poco antes de jubilarse como uno de los cinco mejores de su promoción”.
Señaló que el último gran golpe que dio contra el narcotráfico fue hace un año, cuando logró descubrir dos toneladas de cocaína escondidas bajo tierra por cerca de la ciudad de Quevedo, 145 kilómetros al suroeste de Quito.
“Estoy contento de llevármelo a casa, es un compañero totalmente seguro y fiel y será un miembro más de mi familia”, dijo.
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