Son un ícono gastronómico de la urbe que ha sufrido cambios pero se mantiene como una tradición.
En el centro de Guayaquil no termina de amanecer y el aroma de la crocante masa de los pasteles de sal envuelve el ambiente.
Cada día, Lucía Guamán vive una intensa jornada de 12 horas de ventas. Ella recuerda cómo, junto a su esposo, iniciaron hace 30 años el negocio de venta de pasteles de sal.
Es una delicada masa de harina rellena de chorizo, carne, pollo o mariscos. Para los comensales la preparación y venta de este producto es tan popular como tradicional.
Una tradición, que ha ganado varios espacios pues no solo están los que venden en carretillas hay quienes prefieren recorrer la ciudad en bicicleta.
Alejandro Calderón tiene más de tres décadas vendiendo. Dice que el sabor de sus peculiares pasteles ha cruzado fronteras.
Aunque no hay una partida de nacimiento de los pasteles guayaquileños, hay panaderías que trabajan desde hace más de 100 años con la receta. La familia costa de la panadería "La Palma" asegura que el bocadito tiene raíces europeas.
Un ícono gastronómico de Guayaquil que ha sufrido cambios pero que se mantiene en la mente y en el paladar de cualquiera que haya visitado el Puerto Principal.
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