La cárcel de Cotopaxi, un centro penitenciario vulnerable que se hunde entre la basura e inseguridad
Ecuavisa constató las condiciones en las que pagan sus condenas más de cinco mil presos.
La cárcel de Latacunga se hunde entre la basura e inseguridad. Un equipo de Ecuavisa entró al centro penitenciario y constató las condiciones en las que pagan sus condenas más de cinco mil presos.
La nueva administración del Sistema de Rehabilitación Social inició con la limpieza de los pabellones y reforzó la seguridad para frenar la violencia y asesinatos.
Dos meses después del último amotinamiento en el Centro de Rehabilitación Social de Cotopaxi, ubicado a 8 kilómetros de Latacunga, Ecuavisa visitó sus instalaciones. Aquí, pasamos tres filtros de seguridad, varios revisiones con escáner, detectores de metales y requisas.
Mientras caminamos por los exteriores de los pabellones, nos atemoriza el murmullo de los presos y también el saber que estamos en el lugar de varias masacres. La última el pasado 17 de julio, cuando dos bandas delincuenciales, los Choneros y los Lobos, se disputaron a fuego abierto el control del centro penitenciario. Ese día murieron 14 personas y se fugaron 104.
Con intervención policial y militar, el Gobierno logró el control. Existe una aparente calma, pero es una bomba no desactivada, que podría estallar en cualquier momento, si no es por inseguridad, por insalubridad.
Entre los pabellones existen toneladas de desechos, cartones, plásticos, todo tipo de desperdicios que botan los reos por estas estrechas ventanas. Estos espacios se convirtieron en criaderos de ratas que se cruzan entre los pies de los presos, aquellos que decidieron ayudar en la limpieza. Con la ayuda de dos perros mataron a unos cuantos roedores que buscaban las alcantarillas de la prisión.
Nuestra visita sorprendió a muchos detenidos. Por los vidrios rotos de las ventanas aparecían pensativos, esquivos, conviviendo con el olor nauseabundo de la basura. El Gobierno decidió intervenir en las cárceles del país para mejorar las condiciones de vida de los presos.
Ingresamos al pabellón de mínima seguridad. A los detenidos los encontramos en el patio jugando fútbol, tocando guitarra, entre otras actividades, mientras pasa el tiempo de sus condenas. Ellos son considerados de menor peligrosidad.
Aquí, verificamos otra problema grave, pues la cárcel de Latacunga, desde su inauguración en 2014, tiene agua potable solo dos horas al día. Los presos deben reunir agua en botellas plásticas para utilizar el baño, ubicado en un rincón y totalmente descubierto.
Estas son las condiciones de este centro penitenciario construido por el correísmo, sin servicios básicos, sin permisos municipales de construcción, sin medidas de seguridad, fácilmente vulnerable.
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