La esperanza y la muerte conviven en el corazón de la pandemia en Ecuador
El trato a los muertos rompió la confianza de muchos ecuatorianos en el gobierno.
Un olor pestilente se cuela cuando un funcionario sale a la puerta con lista en mano. En las afueras de Los Ceibos, el hospital más grande de Guayaquil, foco de la pandemia en Ecuador, unos cuantos se agolpan para saber si su espera ha terminado.
Metido en su traje de protección, el funcionario va soltando nombres frente a unas 15 personas con tapabocas. El ambiente hiede a formol. Algunas se emocionan, porque, por fin, después de días, podrán ocuparse de su muerto.
Sin embargo Isabel Hernández, ama de casa de 43 años y con tres hijos, todavía tendrá que esperar. "Yo lo vi hasta cuando lo entubaron, que fue el viernes", comenta la mujer a la AFP.
Su esposo murió el domingo en la madrugada a causa del nuevo coronavirus, que dentro de poco podría superar los 100.000 muertos en el mundo.
A Isabel le llevó dos días reunir los documentos para retirar el cadáver, entre ellos el certificado de defunción, que por la emergencia sanitaria ahora se puede bajar de internet.
Una fila de carros con ataúdes encima se va formando delante de Los Ceibos. Isabel ruega para que cuando el funcionario aparezca de nuevo con su lista la carroza fúnebre ya haya llegado.
"Lo que quiero es sacar a mi esposo de aquí", se desespera en llanto.
La mujer teme que el cuerpo termine siendo llevado a uno de los nichos que prometió habilitar el gobierno, y que para ella serían poco menos que una fosa común aun cuando las autoridades lo nieguen.
Durante semanas cientos de cadáveres se fueron acumulando en viviendas ante el colapso del sistema mortuorio, semiparalizado por el toque de queda en Guayaquil.
El trato a los muertos rompió la confianza de muchos ecuatorianos en el gobierno, que activó una fuerza especial para recoger los cuerpos en las casas sin que aún se sepa cuántos fallecieron por la pandemia.
- Desvarío por muertos -
En la provincia de Guayas y su capital, Guayaquil, de casi 2,7 millones de habitantes, se concentra el 68% de los más de 4.400 casos detectados en el país desde el 29 de febrero.
Ya van 242 muertos y aunque lo peor está por venir, según autoridades, el puerto ecuatoriano luce desbordado por la emergencia.
En Los Ceibos la crisis late con más fuerza. Videos virales han mostrado sus contenedores repletos de cadáveres envueltos en plásticos negros, pero también a este hospital se aferran personas que tienen a sus familiares internados.
En otro costado, a 25 metros del lugar donde esperan los deudos, se congrega gente con tapabocas. Ninguno parece percatarse de lo cerca que está del otro, a pesar del aislamiento social que pregonan las autoridades para tratar de contener la propagación del virus.
La impaciencia va de silla en silla. Algunos ya completan días esperando noticias, sentados en el espacio que habilitó el centro hospitalario.
Desempleada y de 53 años de edad, Marlene Rivadeneira espera que ocurra un milagro con su hermana Isabel, de 60, quien fue ingresada el domingo de urgencia tras ser trasladada de la cárcel donde cumplía una condena de cinco años por un accidente de tránsito.
Llegó a Los Ceibos ahogándose con los síntomas de la covid-19. Antes de que su situación agravara, las hermanas hablaron por un celular.
"No sé si está desvariando porque ve tantos muertos. Ella está en emergencia y allí están los críticos. Dice que no la están atendiendo, pero sí le están poniendo oxígeno", señala Marlene.
Según ella, en estos días de espera ha contado por lo menos 20 muertos.
- Sin oxígeno -
El 19 de marzo el hospital cerró su consulta externa y movió a sus pacientes más estables. Sus 600 camas y 91 unidades de cuidados intensivos están habilitadas para los enfermos de COVID-19.
El sistema sanitario de Guayaquil está bajo máxima presión, con cientos de pacientes esperando en los pasillos y muchos doctores y enfermeras de baja por la enfermedad.
El gobierno dijo que al menos 417 trabajadores de la salud contrajeron el virus. Solo en Guayas han muerto 54 médicos, según un recuento del gremio que incluye a afectados por la pandemia y a quienes no pudieron tratarse por otros males ante la saturación del servicio hospitalario.
Pablo Matamoros, de 51 años y desempleado, también tiene ingresada a su madre desde el domingo.
"Fuimos al hospital del Guasmo y no había oxígeno, fuimos al (centro de salud) Valdivia, no había oxígeno, de ahí nos venimos acá. Aquí gracias a Dios la cogieron".
En Los Ceibos, la mujer de 72 años dio positivo al examen de coronavirus. El nivel de oxígeno en su sangre sigue bajando. "El doctor me explicó (...) lo que puede pasar. Ahora lo que viene es ponerle el tubo", se resigna Matamoros.
En el otro costado, la pestilencia no cede. Los vehículos siguen llegando con ataúdes
Recomendadas