Llevar alimentos es una tradición de los ecuatorianos para recordar a sus deudos.
por Paola LOPEZ
"El cuerpo está enterrado aquí pero el alma está viva", dice María Ramos, quien sentada sobre las tumbas de su madre y su tía sirve comida que preparó en ofrenda a sus familiares enterrados en un cementerio de Quito.
En medio de cruces adornadas con coronas de papel brillante y flores de plástico, reposa un vaso de colada morada (bebida hecha de maíz negro) y un abundante plato con papas, pan y pollo. Es un regalo para los muertos.
Ramos es una de las miles de indígenas de Ecuador que mantienen la tradición de llevar alimentos a los cementerios y comer sobre las tumbas para conmemorar el Día de los Muertos.
"Ellos están junto a nosotros aquí, por eso venimos a comer en el cementerio, trayendo lo que más a ellos les gusta", dice a la AFP Ramos, una mujer de 48 años, que cada año cumple con la tradición que aprendió de sus padres, unos indígenas de la localidad andina de Otavalo (51 km al norte de Quito).
Desde la víspera, Ramos prepara los alimentos que lleva al cementerio de Calderón, en la periferia de Quito, para que sus muertos "se sientan felices". Esta vez hizo comida suficiente para 30 personas.
De una lavacara grande la mujer saca papas y pollo que reparte a su padre, hermanos e hijos, quienes la acompañan. Alrededor de ellos, otras familias limpian las lápidas, pintan cruces o cambian flores marchitas por unas frescas.
Desde un altar improvisado en el centro del panteón el sacerdote lee una larga lista que contiene los nombres de los muertos por quienes ofrece la misa del 2 de noviembre.
-"Que me traigan comida"-
Ramos sonríe con ternura al acariciar la cruz que adorna la tumba de su madre y asegura que cada noviembre siente que "ella me está esperando".
La mujer confía en que cuando muera sus familiares continuarán cumpliendo con esta tradición de raíces indígenas.
"Sería bonito que me cuiden después de muerta y que me traigan (comida) para compartir", señala Ramos.
En otra parte del cementerio de Calderón, Henry Guamán, un mecánico de 21 años, le enseña a su pequeño hijo la tradición brindándole un vaso de colada frente a la lápida de su madre.
"Es una tradición importante porque dicen que los muertitos salen y se comen lo que nosotros les traemos", explica a la AFP Guamán, quien al llevar la ofrenda siente que está "compartiendo" con su madre.
Para Lenin Rodríguez, el sacerdote de Calderón, el compromiso que cumplen los vivos al llevar la comida cada 2 de noviembre -fecha establecida por la Iglesia Católica para conmemorar a los difuntos- es una manera de recordar a los muertos y pedirles que intercedan a favor de sus familiares.
"Mucha gente vienen a comer hoy con sus seres queridos o trae la comida para estar junto a ellos y es una forma de decirles ustedes están vivos, les recordamos. No estás en nuestra mesa diaria, pero hoy venimos para compartir contigo", comenta a la AFP Rodríguez.
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