En el mundo había más de 160 estudios de vacunas para COVID-19 hasta agosto, según la OMS.
En la búsqueda mundial de una vacuna contra el covid-19, América Latina, la región del mundo más golpeada por el coronavirus, está haciendo sus propios esfuerzos.
Además de colaborar en investigaciones mundiales, como la asociación de México y Argentina con el proyecto de vacuna de AstraZeneca y la Universidad de Oxford, encuatro países de la región están trabajando decenas de científicos para asegurar una vacuna propia.
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Y es que sin importar cuán avanzadas estén otras investigaciones mundiales, una regla de oro en el desarrollo de este tipo de investigaciones es que mientras no haya una vacuna plenamente comprobada y distribuida, no se pueden bajar las manos.
"No sabemos todavía qué disponibilidad habrá realmente de las vacunas desarrolladas por otros países. La posibilidad de tener una vacuna nacional da mucha seguridadal poseer un biológico para proteger a la población", dice a BBC Mundo Edda Sciutto, una de los científicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que realiza su propio desarrollo.
Desde Argentina, Jorge Geffner, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), que desarrolla una vacuna con la Universidad Nacional San Martín (UNSM), lo remarca: "Si no se hace, inevitablemente vamos a mantener una dependencia estricta con países desarrollados. Para la perspectiva de una nación, eso es muy pobre".
Y conseguir una vacuna plenamente probada no es sencillo ni rápido, pese a que en la actual pandemia se están rompiendo récords de tiempos.
La situación apremia: más de 20 millones de contagios y 750.000 muertes en el mundo han acelerado la investigación biomédica.
De ahí que en América Latina se haya anunciado la producción de la vacuna de AstraZeneca-Oxford aún sin saber si realmente funcionará.
Y en la región también habrá pruebas en decenas de miles de personas de vacunas que están siendo desarrolladas en otras partes del mundo.
El trabajo de América Latina
La Organización Mundial de la Salud (OMS) catalogó la propagación de covid-19 como una pandemia el 11 de marzo. Cinco meses después, el organismo contabiliza 29 proyectos de vacuna que ya están en la etapa de estudio clínico.
Hasta este 13 de agosto, solo seis se ubicaban en la fase 3, la más avanzada, la cual implica la experimentación en grandes grupos de personas: AstraZeneca-Oxford, Sinovac, Sinopharm-Instituto de Productos Biológicos de Wuhan, Sinopharm-Instituto de Productos de Pekín, Moderna-NIAID y BioNTech-Fosun Pharma-Pfizer.
Al mismo tiempo hay otros 138 estudios en la etapa preclínica, la inicial, en la que las vacunas todavía se encuentran en proceso de investigación y sus pruebas se realizan en animales o receptores de laboratorio.
De estas últimas tres proyectos enlistados por la OMS están en América Latina.
Brasil tiene dos, el de la Fundación Oswaldo Cruz-Instituto Butantan y el de la Universidad de Sao Paulo, además de Argentina con la investigación CONICET-UNSM.
Sin embargo, en México con la UNAM y Perú con el proyecto de la Universidad Peruana Cayetano Heredia también están trabajando en sus propias investigaciones contra el coronavirus.
"El cuello de botella no es tanto el desarrollo científico de la vacuna, sino el escalamiento para producirla. El reto es lograr las alianzas con farmacéuticas para conseguir un escalamiento suficiente", explica Juan Pedro Laclette, quien participa en el proyecto de la UNAM en México.
Seguirán su propia marcha
Sobre este punto, Laclette y Geffner explican que para el desarrollo de esta vacuna ya se cuenta con el conocimiento científico de las creadas para otros dos coronavirus epidémicos: el SARS y el MERS.
"Hasta ahora todos los intentos para desarrollar una vacuna parten de los considerables conocimientos que ya tenemos sobre este tipo de infecciones. Y claramente se va a lograr la vacuna", señala Laclette.
Ya sea a partir del desarrollo a partir de proteínas,como se hace en México y Argentina, de vectores como en Brasil, o de una salmonela genéticamente modificada en Perú, los experimentos buscan encontrar el antígeno que muestre mayor efectividad en ensayos preclínicos.
Después pasarán a las fases clínicas 1, 2 y 3 en las que se pondrán a prueba en voluntarios, desde unos pocos hasta decenas de miles.
Para que una vacuna se considere segura, deberá garantizar alrededor del 90% de protección.
"El punto que llama la atención es que en general todas las vacunas han tardado entre cinco y diez años en desarrollarse. Y las vacunas que se están desarrollando hoy ya están entrando en fase 3 y empezaron en marzo", señala Geffner.
Incluso en la región se está trabajando en innovaciones, como en el caso de Perú, en donde Mirko Zimic, quien lidera la investigación nacional, dijo que trabajan para que las dosis sean de administración oral.
"Ya no se necesitaría un ejército especializado de vacunadores que puedan aplicar inyecciones", explicó en un comunicado.
De otros países para América Latina
Además del desarrollo de vacunas propias, los gobiernos latinoamericanos están estableciendo acuerdos con diversos proyectos de otros países.
Es el caso de México y Argentina con AstraZeneca-Oxford, con los que -de lograr la aprobación final en unos meses- buscan producir y distribuir la vacuna para todos los países de América Latina (excepto Brasil, que tiene su propio acuerdo).
Argentina, explicó el presidente Alberto Fernández, se encargará de la producción en el laboratorio mAbxience, mientras que en México se hará el envasado y la distribución.
Pero también Argentina, Brasil y México han llegado a acuerdos para que se prueben vacunas en decenas de miles de personaspara completar las fases 3 de experimentación, la cual no supone un riesgo sanitario ya que las fases anteriores probaron su beneficio en animales y en algunos voluntarios.
"Empezar a vacunar con algo que no te haga daño puede tener el riesgo de que la gente cambie su conducta y se exponga más al virus porque se siente segura o protegida con una cosa que no se sabe si sirve. Por eso es importante la fase 3", explica Edda Sciutto.
"Aunque hay muchas vacunas en marcha y muchas muy avanzadas, aún no conocemos la efectividad. Y ese es un gran desafío, pues requiere vacunar a decenas de miles de personas y requiere tiempo", explica.
De ahí que para la comunidad científica occidental sea llamativo que Rusia haya aprobado su vacuna sin ofrecer las pruebas correspondientes de las diferentes fases. Incluso las autoridades rusas han asegurado que producirán estas vacunas en Cuba y Brasil.
Por ello es importante que cada país cuente con su investigación, señala Laclette.
"Se está dando una competencia despiadada, porque hay objetivos comerciales muy importantes. La producción de cientos de miles de vacunas tiene en la mira ganancias económicas considerables", alerta.
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