Quién es Pedro Castillo, el maestro rural designado presidente electo de Perú
Pero ¿cuáles son sus propuestas?
Con ese poderoso discurso asumió Pedro Castillo la presidencia de Perú el 28 de julio de 2021.
Lo hizo tras semanas de espera para que fuera proclamado ganador de las elecciones del 6 de junio de ese año, y haciendo hincapié en lo inédito de que un político ajeno a las élites, en concreto un maestro rural y con un discurso antiestabishment, alcanzara el poder en el país.
Luciendo su característico sombrero de palma —todo un símbolo—, prometió superar la profunda fractura y polarización que había dejado patente la contienda que lo enfrentó a la derechista Keiko Fujimori.
Poco podía imaginar en aquella primera comparecencia ante el Congreso que, menos de año y medio después, este miércoles terminaría destituido por esa misma cámara y detenido por rebelión.
Y que lo haría tras superar otros dos intentos de vacancia, con cinco gabinetes ministeriales a sus espaldas y, además, vinculado a la instrucción de seis casos de presunta corrupción.
Maestro y sindicalista
Castillo nació el 19 de octubre de 1969 en Puña, un poblado de la provincia de Chota, en el departamento de Cajamarca, el tercero de nueve hermanos e hijo de dos agricultores analfabetos.
Compaginó su educación con las labores agrícolas desde la infancia y, tras terminar su formación, se desempeñó como profesor.
De hecho, el izquierdista hizo de su profesión uno de los ejes de su campaña y del lápiz, su símbolo, y capitalizó así el prestigio del que gozaba en las zonas rurales de Perú.
"Palabra de maestro", solía decir a menudo para cerrar sus discursos.
También destacó su pasado como rondero o miembro de las rondas campesinas, unas organizaciones comunales de defensa, y hasta acudió a caballo a emitir su voto.
Otro aspecto que lo distinguió y que él explotó en la carrera hacia la presidencia fue su origen: la región de Cajamarca, en la sierra norte de Perú.
Es una de las zonas más pobres del país, pese a sus ricos yacimientos minerales, y eso le colocó en un buen lugar para argumentar uno de sus lemas de campaña: "No más pobres en un país rico".
En esa línea, prometió que plantaría cara a las grandes mineras trasnacionales que explotan los suelos peruanos.
Tanto su oficio como su origen le permitieron, pues, situarse del lado de los más necesitados y olvidados, especialmente en la pandemia, que azotó severamente el país, volviéndolo en un momento el de mayor tasa de mortalidad per cápita.
"Quisiera saludar a los pueblos más olvidados de mi patria, saludar a los hombres y mujeres que están en el último rincón del país", afirmó en la plaza de armas de Tacabamba el 11 de abril de 2021, cuando fue el candidato más votado en la primera vuelta.
Comparado con frecuencia con el expresidente boliviano Evo Morales o el ecuatoriano Rafael Correa, el propio Castillo trató de alejarse de otros referentes de izquierda mucho menos populares como Hugo Chávez o Nicolás Maduro en Venezuela.
Gracias a su base de apoyo en las zonas rurales, Castillo consiguió, aunque con un estrecho margen, imponerse a Fujimori, hija del expresidente Alberto Fujimori y quien por tercera vez intentaba acceder a la presidencia.
Y lo hizo alejado del establishment en un momento en el que los peruanos sentían desafección por los políticos y partidos tradicionales, tras las crisis institucionales que habían llevado a que hubiera cuatro presidentes en cinco años.
Inestabilidad
Sin embargo, con su figura tampoco llegó la estabilidad al país.
En el tiempo que estuvo en el poder el mandatario enfrentó varias crisis de gobierno y nombró cinco gabinetes, con decenas de renuncias y destituciones.
Poco después de su investidura empezaron las desavenencias con Vladimir Cerrón, líder de la formación Perú Libre, un político de izquierda ortodoxa que le ayudó a construir su candidatura y a llevarlo a la presidencia.
La ruptura con Cerrón ocurriría el pasado julio, costándole a Castillo el apoyo de sus legisladores en el Congreso.
Tras dos intentos anteriores de la oposición por sacarlo del poder, el legislativo lo terminó destituyendo este 7 de diciembre, declarando su vancacia del cargo por "permanente incapacidad moral" para gobernar.
Lo hizo tras la decisión de Castillo de disolver el Congreso y de instaurar "un gobierno de excepción" que, según aseguró, gobernaría a través de decretos ley hasta que un nuevo Parlamento con poderes constituyentes elaborara un nueva Constitución.
Un anuncio que fue inmediatamente tachado de "golde de Estado" por parte de la oposición y cuestionado también por otras autoridades, incluyendo la Policía y las Fuerzas Armadas, y generó una ola de renuncias de altos funcionarios.
Acusaciones de corrupción
Tras la declaración de vacancia, le correspondió a la vicepresidenta, Dina Boluarte, asumir la presidencia del país hasta concluir el periodo presidencial en julio de 2026.
Castillo, tras su anuncio, se presentó ante la prefectura de la policía en Lima, donde fue detenido.
Mientras, sobre el ya exmandatario pesan varias acusaciones de corrupción que involucran a miembros de su familia, pero que -en algunos casos- también le tocan directamente.
De hecho, en octubre pasado, la fiscalía presentó una denuncia constitucional contra el mandatario, a quien señala por supuestamente liderar "una organización criminal" para enriquecerse con contratos del Estado y obstruir las investigaciones.
Pero con su destitución, la crisis política en Perú está lejos de cerrarse.
Castillo ha sido el quinto presidente desde 2017.
Su sucesora, Dina Boularte, afrontará muchos de los problemas que acabaron condenando al maestro rural, principalmente el de la atomización de un Congreso díscolo y la dificultad para formar un gobierno capaz y con apoyos suficientes para desarrollar su agenda.
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