La manifestación fue pacífica hasta que se lanzó gases lacrimógenos, causando escenas de p
La policía de Turquía lanzó gases lacrimógenos para dispersar a los numerosos manifestantes que seguían ocupando la comercial calle Istiklal tras haber sido expulsados de la vecina plaza Taksim, donde habían celebrado una protesta con claveles rojos.
La primera gran manifestación en una semana en la plaza de Taksim, en el centro de Estambul, acabó así una vez más en desalojo policial.
Agua a presión primero, cordones policiales después y, finalmente, nuevas cargas con gases lacrimógenos en la calle más concurrida de la ciudad, marcaron el anochecer de un sábado que al principio parecía tranquilo y festivo.
La cita había transcurrido pacífica durante algo más de una hora y decenas de miles de personas cantaron consignas en la emblemática plaza Taksim, símbolo de las revueltas que desde hace ya casi cuatro semanas agitan Turquía.
Pasadas las 16h00 GMT, los asistentes lanzaban al aire sus flores, creando así una espectacular lluvia roja, a la que siguieron aplausos, un agitar de manos y las consignas que han marcado estas revueltas: "Gobierno, dimisión", "Taksim en todas partes, en todas partes resistencia", y "La lucha vuelve a empezar".
Desafiaban así la indicación expresa del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, que hoy mismo repitió en un mitin en la ciudad norteña de Samsun que "Taksim no es un lugar para manifestarse".
La muchedumbre no intentó penetrar en el vecino parque Gezi, cerrado a los transeúntes desde el violento desalojo policial del sábado anterior, y ahora vigilado por los antidisturbios. Todo parecía transcurrir en un ambiente festivo y de paz.
Pero apenas una hora más tarde, la policía, que sigue rodeando la plaza de Taksim con numerosos blindados, pidió a los manifestantes que se dispersaran y al no observar reacción, intervino con cañones de agua contra los congregados.
A diferencia de lo ocurrido en semanas anteriores, los antidisturbios no emplearon en un primer momento botes de gas lacrimógeno, y no se vivieron las escenas de pánico habituales en los desalojos anteriores.
Los manifestantes se retiraron lentamente y sin emplear la violencia, únicamente lanzando flores y consignas contra los cordones de agentes que intentaban poco a poco vaciar la plaza de los ocupantes.
No lo consiguieron del todo, dado que pequeños grupos intentaron entrar una y otra vez en el simbólico espacio, mientras que otras miles de personas se mantuvieron en actitud de protesta en las calles adyacentes.
Pasadas las 18h00 GMT, las cargas policiales se hicieron más violentas, sobre todo en la calle Istiklal, repleta de cafeterías y transeúntes, donde los agentes empezaron a disparar botes de gas a discreción, causando escenas de pánico.
Los manifestantes, por su parte, se dispersaban por las callejuelas cercanas sólo para regresar a la avenida una vez que la policía se retiraba, en lo que parece una reedición del juego de "gato y ratón" que dominó el centro de Estambul durante las dos primeras semanas de junio.
Este nuevo pulso de fuerza viene en un día de tensión e intercambio de protestas entre Turquía y la Unión Europea, en el que Ankara ha convocado al embajador alemán, Eberhard Pohl, para comunicarle el descontento turco con la postura de Berlín, que ha criticado duramente la violencia policial en las manifestaciones.
Ya ayer, el ministro de Asuntos Europeos turco, Egemen Bagis, difundió un comunicado de prensa en el que señalaba su "decepción" por la negativa alemana de abrir un nuevo capítulo en las negociaciones de adhesión de Turquía a la Unión Europea (UE).
Erdogan, por su parte, insistió hoy en atribuir las revueltas a intereses extranjeros y al "lobby financiero".
Dijo además que las protestas han dañado la economía de Turquía al reducir el turismo, un hecho que presentó como evidencia de que los manifestantes actúan en contra de los intereses de la nación.
"Ellos pueden lanzar millones de tweets, pero nosotros romperemos este juego con pronunciar una sola vez la fórmula 'En el nombre de Dios' (la frase esencial del Islam)", aseguró el jefe de Gobierno ante varios miles de simpatizantes en Samsun.
La frase fue interpretada por muchos opositores como una llamativa declaración de intenciones para enfrentar a musulmanes practicantes y laicos en Turquía, al invocar la religión frente a las protestas ciudadanas.
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