10 sep 2014 , 10:53

¿Es posible explicar la crueldad extrema de Estado Islámico?

   

El Estado Islámico no intenta escudarse en la teología para justificar sus crímenes.

Fawaz A Gerges, London School of Economics

Para BBC

Decapitaciones, crucifixiones, masacres, entierro de víctimas vivas y limpieza étnica y religiosa. Estado Islámico (EI) se ha convertido en sinónimo de brutalidad.

 

Pese a que la crueldad le pueda parecer un sinsentido a la mayor parte de los seres humanos civilizados, para EI es una elección racional. Es una decisión consciente para atemorizar a los enemigos e impresionar a nuevos reclutas.

 

EI sigue una doctrina de guerra total, que no acepta arbitrajes o compromisos en lo que se refiere a arreglar disputas incluso con rivales islamistas sunitas.

 

Al contrario que la organización al Qaeda, con la que estaba emparentada originalmente, EI no intenta escudarse en la teología para justificar sus crímenes.

 

La violencia tiene su origen en lo que puede ser identificado como dos oleadas previas, aunque la escala y la intensidad de la brutalidad de EI excede cualquiera de las dos.

 

Madre de victima de EI

Para EI, el uso de métodos brutales es una elección racional.

 

 

La primera, encabezada por los discípulos de Sayyid Qutb, un islamista radical egipcio visto como el teórico principal del yihadismo moderno, se enfocaba en los régimenes árabes prooccidentales o lo que llamaba el "enemigo cercano" y, por lo general, mostraba más templanza en el uso de la violencia política.

 

Esta insurgencia islamista que surgió con el magnicidio del presidente egipcio Anwar Sadat en 1980, se disipó a fines de la década de 1990.

 

Para entonces, ya se había cobrado unas 2.000 vidas y había visto partir a un amplio número de militantes hacia Afganistán para combatir a un nuevo enemigo global, la Unión Soviética.

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"Máquina de matar"

El enfrentamiento de la Yihad afgana contra los soviéticos dio lugar al nacimiento de una segunda oleada enfocada específicamente en el "enemigo lejano": Estados Unidos o, en una menor medida, Europa.

 

El movimiento estaba encabezado por un adinerado saudita convertido a revolucionario: Osama Bin Laden.

 

Bin Laden hizo grandes esfuerzos para racionalizar los ataques de al Qaeda del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, al calificarlos de "yihad defensiva" o represalia contra la percepción de dominación estadounidense por parte de las sociedades musulmanas.

 

Consciente de la importancia de ganar corazones y mentes, Bin Laden vendió el mensaje a los musulmanes -e incluso a los estadounidenses- de que fue un acto de autodefensa y no una agresión.

 

Sin embargo,este tipo de justificaciones no tienen ningún peso con el líder de EI, Abu Bakr al Baghdadi, a quien no le puede importar menos lo que el mundo piense del derramamiento de sangre llevado a cabo por su grupo.

 

De hecho, él y sus compañeros se deleitan con la visualización de la barbarie y con la impresión que dan de salvajes.

 

A diferencia de las dos primeras oleadas, EI destaca la acción violenta sobre la teología y la teoría, y no ha producido ningún repertorio de ideas para mantener y nutrir su base social. Es una máquina de matar propulsada por sangre.

 

Más allá de la doctrina de Bin Laden de que "cuando la gente ve un caballo fuerte y un caballo débil, por naturaleza les gustará el caballo fuerte", la estrategia de al Baghdadi de "la victoria a través del terrorismo" da la señal a amigos y enemigos de que EI es un caballo ganador. Sería el equivalente a decir: salga del camino o le aplastamos; únase a nuestra caravana y haga historia.

 

Cada vez hay más evidencias que muestran que, en los últimos meses, cientos si no miles de islamistas acérrimos antiguos enemigos de EI, como el Frente al Nusra y el Frente Islámico, respondieron al llamado de al Baghdadi.

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"Conmoción y pavor"

Una sofisticada de campaña de EI hace un llamamiento a los jóvenes sunitas descontentos y desengañados de todo el mundo, ya que se presenta como un poderoso movimiento a la vanguardia que ofrece la victoria y la salvación.

 

Lejos de aborrecer la brutalidad del grupo, los jóvenes reclutas se sienten atraídos por sus tácticas de conmoción y pavor contra los enemigos del Islam.

 

Sus hazañas en el campo de batalla, especialmente su avance en enormes extensiones de territorio en Siria e Irak, y el establecimiento de un califato, resuenan aquí y allá.

 

El éxito y los últimos avances militares de EI han generado un aumento en los reclutamientos.

 

Musulmanes de países occidentales se suman a las filas de EI y otros grupos extremistas porque se sienten parte de una gran misión para resucitar un idealizado califato perdido y ser parte de una comunidad unida con una potente identidad.

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Inicialmente, muchos jóvenes de Londres, Berlín, París y de otras partes emigran a las tierras de la yihad para defender a quienes comparten su religión y son perseguidos, pero acaban en las garras de EI, haciendo las mismas acciones brutales como la decapitación de civiles inocentes.

 

Los orígenes de lo que mueve el extremismo desenfrenado de EI puede remontarse a al Qaeda en Irak, que estaba liderado por Abu Musab al Zarqawi, quien murió a manos de estadounidenses en 2006.

 

No tan diferente de su predecesor, EI se alimenta de una dieta antichiíta y de un odio visceral a las minorías en general, que se retrata a sí mismo como la punta de lanza de los árabes sunitas en la lucha contra los regímenes sectarios de Bagdad y Damasco.

 

Al Zarqawi y Al Baghdadi ven a los chiítas como infieles, una quinta columna en el corazón del Islam que debe ser aniquilada desde una visión del mundo genocida.

 

Siguiendo los pasos de al Zarqawi, al Baghdadi ignoró las súplicas reiteradas de su mentor, Ayman al Zawahiri, jefe de al Qaeda, y de otros líderes militantes para evitar la matanza indiscriminada de chíitas y, por el contrario, atacó a los régimenes dominados por chíitas y alauitas de Irak y Siria.

 

¿Miras a EE.UU.?

Al explotar la profundización del distanciamiento entre chíitas y sunitas en Irak y la guerra civil sectaria en Siria, al Baghdadi construyó una base potente de apoyo entre los rebeldes sunitas y ha mezclado a su grupo con las comunidades locales.

 

También reestructuró su red militar y nombró a oficiales experimentados del desmembrado ejército de Sadam Hussein que convirtieron a EI en una fuerza de combate sectaria profesional.

 

EI se ha centrado hasta ahora en los chíitas y no en el "enemigo lejano". La lucha contra Estados Unidos y Europa es distante y no una prioridad; tendrá que esperar a la liberación doméstica.

 

Durante los bombardeos israelíes en Gaza del pasado agosto, los militantes criticaron en las redes sociales a EI por matar a musulmanes mientras no hacían nada para ayudar a los palestinos.

 

EI replicó al decir que la lucha contra los chíitas era prioritaria sobre cualquier otra cosa.

 

Ahora que EE.UU. y Europa se han unido en su lucha contra EI, el grupo tendrá que usar todas sus fuerzas en retaliar, incluyendo más decapitaciones a rehenes. Hay también una creciente probabilidad de que ataque objetivos diplomáticos vulnerables en Medio Oriente.

 

Pese a que pueda querer llevar a cabo una operación espectacular en suelo continental estadounidense o europeo, es dudoso que EI tenga actualmente la capacidad de llevar a cabo ataques complejos como el 11S.

 

Hace unos meses, en respuesta a conversaciones entre sus seguidores, al Baghdadi reconoció que su organización no estaba preparada para atacar a los estadounidenses en su propia casa.

 

Sin embargo, dijo que deseaba que EE.UU. desplegase tropas en su territorio para que EI pudiera confrontar directamente a los estadounidenses y matarlos.

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