Los balleneros no faenarán en alta mar, como hicieron en los últimos treinta años.
Japón reanudará este lunes 1 de julio de 2019, oficialmente la caza comercial de ballenas, tras decidir abandonar la Comisión Ballenera Internacional (CBI) hace seis meses y zanjar la moratoria que aplicó durante tres décadas.
"Consideramos que las ballenas son recursos marinos como los peces y que pueden utilizarse siguiendo criterios científicos", explicó a la AFP un responsable del Ministerio de Agricultura, Bosques y Pesca.
"Determinamos cuotas con el fin de no perjudicar a las especies", precisó.
El barco factoría Nisshin Maru, buque insignia de la flota ballenera nipona, y otros varios navíos dejarán el puerto de Shimonoseki (suroeste), presidido por una enorme estatua de una ballena, para ir a cazar cetáceos frente a las costas japonesas, en la zona de exclusividad económica del archipiélago. Otra flota partirá de Kushiro (isla septentrional de Hokkaido).
"Estamos emocionados con la reanudación de la pesca", comentó Yoshifumi Kai, presidente de una asociación de pescadores.
Ballena en el comedor escolar
Los balleneros no faenarán en alta mar, como hicieron en los últimos treinta años "por razones científicas".
Japón empezó sus "misiones de investigación" en la Antártida y en el noreste del Pacífico hace 32 y 25 años respectivamente, renunciando a una pesca puramente comercial, pero sirviéndose de una "excepción científica", tolerada por la CBI.
Durante esas tres décadas, el archipiélago fue objeto de duras críticas de los ecologistas por sus formas de proceder, juzgadas crueles, mientras que existen métodos no letales para llevar a cabo experimentos científicos, según sus detractores.
Además, si bien las ballenas se utilizaban con fines científicos, parte de su carne acababa en las pescaderías, aunque ésta no sea enormemente popular.
Sin embargo, hay quien quiere preservar una tradición aún anclada en una parte de la población, sobre todo los ancianos, que recuerdan que la ballena era su única fuente importante de proteínas en la posguerra.
Además, para algunas ciudades, la pesca de ballena representa una razón de ser, si no económica, al menos cultural y moral.
Es el caso de Shimonoseki. Aquí, desde el mes de febrero, se sirve ballena de vez en cuando en las cantinas escolares, con el fin de iniciar a los niños en esta tradición culinaria de la región y resucitar el hábito de consumo.
Última batalla
Más allá de condenar la práctica, Patrick Ramage, director del programa de conservación marina del Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW), ve en la reanudación de la caza comercial y en la interrupción de la pesca científica en la Antártida una suerte de última batalla para Japón.
"He pensado mucho en ello durante muchos años. Era una fantasía y ahora la fantasía se hace realidad. Japón está abandonando la caza ballenera en alta mar, no es una interrupción completa todavía pero es un paso enorme hacia el fin", explicó durante una conferencia reciente en Japón.
"Esta industria [de caza ballenera] se hundirá rápidamente", auguró, y consideró que se mantiene gracias a subvenciones, para una población que terminará por desaparecer.
"Nos daban [carne de ballena] en la cantina cuando era pequeña, pero no creo que vaya a comerla de nuevo. Creo que Japón debería tomar sus decisiones teniendo en cuenta al resto del mundo, que dice que eso no está bien", declaró en Tokio una japonesa de 30 años, que pidió el anonimato.
Algunos especialistas japoneses creen que la retirada de Japón de la CBI fue un error. "Japón debe volver [a la CBI] y defender el principio de una gestión sostenible de los recursos", defendió Masayuki Komatsu, que en el pasado fue negociador en la instancia internacional.
Y mientras que Japón reanuda la caza de ballenas, Islandia dejará de llevarla a cabo por primera vez desde 2002, pues sus dos empresas especializadas decidieron renunciar a la actividad durante la temporada 2019.
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