El pueblo de Michoacán asediado por el narco que se convirtió en epicentro de la violencia incontrolable en México
"Al entrar el CJNG se hizo una guerra en el pueblo y, después de correr a sus rivales (los miembros de Carteles Unidos), se hizo una cacería durante semanas en las que vimos asesinados en las calles y casas quemadas como parte de esa 'limpia' que decían hacer para borrar al otro grupo", recuerda Gilberto Vergara, párroco en Aguililla.
"Y la población quedó en el medio", dice.
La situación, sin embargo, no es nueva para los pobladores de este municipio mexicano que se ha convertido desde hace tiempo, muy a su pesar, en epicentro de la violencia en el estado de Michoacán y de la lucha entre carteles por conquistar su territorio.
"En los últimos diez años se habrá desplazado a tres carteles y, cada vez, se monta una revuelta en el pueblo. Cuando sacan a uno, otro quiere meterse. Es un cuento de nunca acabar", le cuenta resignado un residente de Aguililla vía telefónica a BBC Mundo.
Sin querer revelar su identidad por temor a represalias, este vecino relata cómo las balaceras se han convertido en un elemento casi cotidiano en la zona. "Ayer empezó a las 12:00 del día y cuando me acosté a las 2:00 de la madrugada, aún se oían las detonaciones", dice.
Para miles de sus vecinos, el infierno que viven a diario no les dejó más alternativa que huir de sus propios hogares tras quedar enclavados en medio de lo que describen como una auténtica zona de guerra.
Rocío Bedolla, doctora en Aguililla, recuerda como su peor experiencia cuando un hombre armado entró al centro de salud en el que trabaja y comenzó un intercambio de disparos contra otros hombres que lo perseguían y esperaban fuera.
"Soportamos el tiroteo durante 25 minutos. Estábamos tirados en el piso, con la cabeza cubierta con las manos. Eso me dejó traumada y es lo que más me ha marcado la vida", le cuenta a BBC Mundo.
La médica recuerda que tres personas que no tenían nada que ver con el enfrentamiento entre carteles murieron, entre ellas un enfermero que fue a auxiliar a un herido.
"Requería cirugía y estuvimos llamando a la ambulancia aérea, pero no contestaron. Tampoco las ambulancias terrestres quieren venir para acá, así que nos quedamos con los heridos", dice.
Balaceras y bloqueo
El bloqueo de la principal carretera que une Aguililla con Apatzingán es de hecho una de las consecuencias más dramáticas del enfrentamiento entre carteles para la población, que quedó prácticamente atrapada en el municipio desde que la situación empeoró en los últimos meses.
Cerca de la entrada a Aguililla se ubica un retén armado del CJNG para tratar de impedir la entrada del grupo rival. Algo más lejos se encuentra otro filtro de sus rivales de Carteles Unidos, a los que los vecinos acusan de impedir la entrada de víveres al pueblo para presionar al cartel dominante, pero que también repercute en la población que no tiene nada que ver con ellos.
Esta asfixia hacia los vecinos se ha traducido ya incluso en muertes. "No podemos sacar a los pacientes graves. Aquí no podemos atender urgencias y ya se han muerto al menos un niño y dos adultos tras esperar dos o tres horas en el filtro y que no los dejaran pasar a la ciudad", denuncia la doctora Bedolla.
Ante la dificultad de introducir alimentos y medicamentos a Aguililla por los retenes y las numerosas zanjas cavadas, el sacerdote Gregorio López lidera desde su fundación El Buen Samaritano, en la vecina Apatzingán, el envío de víveres a Aguililla y el refugio en albergues de cientos de vecinos desplazados del pueblo
Más conocido como "padre Goyo", el religioso intenta hacer llegar al pueblo unas mil despensas cada semana, generalmente con apoyo del Ejército para hacerse paso por la carretera.
"Pero hace unos ocho días pedimos que nos escoltaran, y en cambio nunca salieron del cuartel de Apatzingán. En uno de los retenes, Los Viagras dijeron: 'Víveres, ni un kilo. La gente de Aguililla que se muera de hambre'. Y eso es lo que quieren", le dice a BBC Mundo.
"Prácticamente, estamos secuestrados aquí en el pueblo", resume uno de los vecinos, quien no duda al calificar la situación como una "crisis humanitaria".
Este bloqueo de la carretera principal a Apatzingán hace que un viaje de unos 90 minutos desde Aguililla se alargue hasta seis o siete horas al tener que buscar vías alternativas como caminos de tierra abiertos entre las montañas.
"Como tiene que trasladarse por caminos terribles, muchos víveres nos llegan al pueblo más caros o hasta en mal estado. Pero tampoco estamos en la hambruna o la escasez absoluta", aclara el párroco local Gilberto Vergara.
Éxodo de población
Los vecinos de Aguililla también tienen problemas para recibir tanques de gas y aseguran haber pasado hasta ocho días sin luz después de que el cartel que está en el exterior cortara el suministro para perjudicar al grupo dominante en el pueblo.
Pero, sobre todo, denuncian cómo el bloqueo ha llevado a muchos agricultores a dejar de cultivar por no poder salir con sus camiones fuera del pueblo y ver cómo sus cosechas se echaban a perder o incluso cómo les robaban sus vehículos.
Sin modo de subsistencia, la desesperación llevó a miles de vecinos en los últimos meses a abandonar Aguililla. No está claro el número exacto, pero el párroco Vergara calcula que entregó unas 800 o 900 cartas de recomendación para familias que salieron con la intención de pedir asilo político en EE.UU.
"Diría que casi nos redujimos al 50% de la población", estima el sacerdote sobre las 16.000 personas que vivían antes en Aguililla.
No es de extrañar que muchos teman que Aguililla pueda convertirse en una especie de pueblo fantasma. Según el padre Goyo, "al verse asediados por los carteles, muchos jóvenes huyeron y dejaron en el pueblo a abuelos solos y con necesidades básicas".
"Tenemos a ancianos que no cuentan con nadie. Literalmente, los dejaron para que se murieran ahí".
Algunos vecinos salieron del pueblo el pasado 23 de abril, aprovechando la visita que el nuncio apostólico para México, Franco Coppola, realizó a Aguililla para oficiar una misa por la paz y como "llamada de atención fuerte al gobierno para que hiciera algo", según Vergara.
Ese día, un despliegue de soldados garantizó la circulación por la carretera por la que los propios residentes apenas habían podido transitar desde finales del año pasado. Apenas 24 horas después, critican los vecinos, la situación de bloqueo volvió a ser la misma.
Tierra del Mencho
La elección de Aguililla como escenario de enfrentamientos entre carteles tiene mucho de simbólico: Aguililla es el lugar donde nació Nemesio Oseguera Cervantes, alias el Mencho, líder del sanguinario CJNG y uno de los narcotraficantes más buscados por México y Estados Unidos.
Pero además, su ubicación estratégica entre montañas lo han hecho desde hace décadas un ansiado botín de los grupos criminales.
Afincado en la boca de la sierra Madre del Sur, es una región rica en minerales que conecta el puerto Lázaro Cárdenas, en la costa del Pacífico, con la llamada Tierra Caliente de Michoacán. Sus tierras fértiles lo convierten en un gran productor de limones, tomates y chiles.
Y aunque el narcotráfico de hace unos años en la zona se centraba en la marihuana y la amapola, tiempo después llegaron los laboratorios de metanfetamina.
"Desde los 80, Aguililla fue un territorio de narcotráfico abigarrado, parecía que era el único oficio del pueblo. Y hoy estamos viendo la fractura y las consecuencias", le dice a BBC Mundo el padre Goyo.
Hasta hace poco, algunas zonas del municipio estaban en manos de Carteles Unidos, integrado principalmente por el cartel del Abuelo (o cartel de Tepalcatepec) y Los Viagras, entre otros. Algunos nacieron como grupos de autodefensa, pero fueron acusados después de transformarse en organizaciones criminales.
"Son narcotraficantes que se escudan en camisetas de autodefensas", se escucha en un video difundido esta semana y que es atribuido al líder del CJNG.
En el mensaje, el Mencho amenazó a varios medios mexicanos por la cobertura realizada en Michoacán y dijo que iba dirigido a "todos los que apoyen a Carteles Unidos o falsas autodefensas" en dicho estado, pero especialmente hacia la conocida periodista de Milenio TV Azucena Uresti.
Las amenazas causaron tal polémica que el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) mostró al día siguiente su solidaridad hacia Uresti.
La amenaza dejó al descubierto una vez más la vulnerabilidad de los periodistas en México y, a la vez, volvió a poner el foco en la situación de violencia que se vive en Michoacán, una de las principales crisis de seguridad que enfrenta el gobierno de AMLO.
"Necesitamos un gobierno que imponga el Estado de Derecho"
En Aguililla, las críticas de sus vecinos hacia las autoridades son constantes. Aseguran que no están actuando para garantizarles que puedan vivir de manera libre en su municipio. Algunos incluso acusan a funcionarios de estar coludidos con el crimen organizado.
La situación llegó a un punto de máxima tensión cuando, a finales de junio, un grupo de vecinos irrumpió en el cuartel militar de Aguililla, echó la puerta abajo y comenzó a lanzar piedras a los soldados.
Desde entonces, vecinos mantienen un plantón constante en la entrada del cuartel que lo mantiene casi sitiado y critican que los soldados no estén actuando para protegerlos de los grupos criminales.
"El reclamo de los vecinos fue para que el Ejército liberara la carretera. Cuando se vio que no tenían órdenes de hacerlo, la población decidió sitiarlos a ellos. Así como nosotros estamos bloqueados, decidieron encerrarlos a ellos", explica Vergara.
Tras ser contactado por BBC Mundo para conocer qué se está haciendo frente a esta situación, fuentes del ayuntamiento de Aguililla aseguraron que "el tema de la seguridad está en manos del gobierno federal, tienen su plan y con nosotros no hay interacción".
También descartaron sendas peticiones de entrevista desde el gobierno de Michoacán y las secretarías federales de Defensa Nacional y Seguridad. Esta última remitió a lo dicho por el presidente López Obrador al respecto en sus conferencias diarias.
El pasado julio, el mandatario aseguró que el Ejército y la Guardia Nacional continuarían en la zona porque "no puede dejarse sin protección a la población", aunque descartó de nuevo el uso de la fuerza.
"No estoy de acuerdo con la vía violenta, soy pacifista. Aunque se burlen, voy a seguir diciendo: 'Abrazos, no balazos'. La paz es fruto de la justicia. No se puede enfrentar la violencia con la violencia", afirmó.
Vergara responde que, como sacerdote, respalda una solución por la vía pacífica pero "hay veces que pareciera que no queda de otra que poner resistencia al mal. Yo estoy dispuesto a dar abrazos, pero si el de enfrente trae un fusil listo para dar balazos, no hay manera de que eso salga bien".
"Y no es que queramos que vengan con lujo de violencia, pero sí necesitamos un gobierno que imponga el Estado de Derecho. Porque así no se puede vivir, se trata de que todos acatemos la ley", agrega.
Uno de los vecinos le dice a BBC Mundo que la situación está "cada vez más cruda, porque antes el Ejército venía y hacía su trabajo y se calmaba todo un tiempo. Ahora parece que les cortaron las alas… Supongo que por eso del 'abrazos, no balazos'. Pero es que entonces los balazos los recibimos la población civil".
Programas sociales
López Obrador insistió en que la situación en Aguililla se está atendiendo "buscando convencer, persuadir a todos" e implementando programas de bienestar para la población.
Tras semanas de presión, los vecinos de Aguililla lograron algunas respuestas. Primero, fue la instalación de un grupo de militares en la carretera, precisamente entre los retenes del CJNG y de CU, sin que hasta ahora se hayan visto grandes resultados. "Es un circo", critica el padre Goyo.
Segundo, en efecto, fue la conformación de una mesa de diálogo para llevar al pueblo programas sociales para facilitar la búsqueda de empleo, becas y mejorar la atención sanitaria.
Pero el ánimo de los vecinos está tan caldeado que los funcionarios federales y estatales encargados de estas iniciativas deben llegar a Aguililla en helicóptero, aterrizar en el cuartel militar y lograr que los vecinos liberen la entrada gracias a la mediación del padre Vergara.
"Estos representantes del gobierno vienen a apoyarnos pero sin querer molestar a las mafias, a los carteles. Por más que nos quieran ayudar con becas y contratando personal y trayéndonos medicamentos, el problema de fondo sigue existiendo y no se resuelve", critica una vecina que no quiso dar su nombre a BBC Mundo.
El sacerdote de Aguililla alerta de cómo el conflicto se está trasladando desde hace meses a municipios vecinos como Buenavista, Tepalcatepec o Coalcomán. "Aguililla ha sido como el epicentro y las olas de este movimiento se van rompiendo contra el resto de municipios", dice.
"Y esto así va a ser porque no hay un orden ni una forma de combatir la violencia, porque todo lo que se está haciendo, aunque se agradece, pues es solamente una parte de lo que nosotros necesitamos", remata.
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