Sequías cada vez más fuertes hacen que menos mariposas sobrevivan.
El gobierno estadounidense podría anunciar en cualquier momento si las mariposas monarca son declaradas una especie en peligro de extinción, lo que aumentaría sus posibilidades de supervivencia.
El creciente uso de pesticidas en el campo, el cambio climático y la destrucción de algodoncillos, de los que dependen, han causado una enorme merma en la cantidad de mariposas anaranjadas y negras, cuyas migraciones producen espectáculos hermosos.
La declinación en la población de estas mariposas comenzó a mediados de la década de 1990 y dio paso a una campaña de preservación en la que participan escolares, propietarios de viviendas y de tierras, organizaciones empeñadas en la conservación del medio ambiente, gobiernos y empresas.
Algunos afirman que esos esfuerzos son suficientes y que no se necesitan regulaciones del gobierno. Organizaciones ambientalistas, sin embargo, dicen que la protección de la Ley de Especies en Peligro es vital, sobre todo en el oeste de Estados Unidos, donde el año pasado hubo apenas 30.000 mariposas, comparado con los millones que pasaban el invierno en las costas de California en los años 80.
Se espera que este año se contabilicen unas 2.000 solamente, según Sarina Jepsen, directora del programa de especies en peligro de la organización conservadora Xerces Society.
“Podríamos estar viendo el colapso de la población de las monarcas en el oeste” del país, dijo Jepsen.
Los científicos estiman que el 80% de las monarcas podrían haberse extinguido desde mediados de los 90 en el este de Estados Unidos, aunque las cifras más recientes muestran un repunte.
El gobierno de Donald Trump eliminó algunas protecciones para especies en peligro en el marco de una campaña para levantar restricciones en numerosos ámbitos, a pesar de que las Naciones Unidas dijo que un millón de especies —una de cada ocho en la Tierra— corre peligro de extinción por el cambio climático, el desarrollo y otras causas humanas.
El Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos tiene plazo hasta el martes para responder a un pedido del 2014 de grupos que tratan de salvar a las monarcas.
Ese organismo debe decidir si incorpora a las mariposas a la lista de especies en peligro. En caso de no hacerlo, la especie podría extinguirse en poco tiempo. Otra posibilidad es que disponga que las monarcas efectivamente corren peligro, pero que hay otras especies más prioritarias y se demoren las medidas de protección por tiempo indefinido.
Designarlas especia en peligro de extinción “garantizaría que las monarca cuentan con un plan integral de recuperación y con fondos continuos”, manifestó Tierra Curry, científico del Centro para la Diversidad Biológica. “Las monarcas están tan amenazadas que es la única cosa prudente que se puede hacer”.
Si se las declara especie en peligro, los organismos federales tendrían que consultar con el Servicio de Pesca y Vida Silvestre acerca de los daños que podrían representar para las monarcas medidas propuestas o contempladas por el gobierno, como la ampliación de carreteras. El servicio podría recomendar otras medidas a partir de regulaciones pensadas específicamente para las mariposas.
Orley “Chip” Taylor, ecologista de la Universidad de Kansas, dice que las perspectivas de las monarcas a largo plazo no son alentadoras, pero que se opone a que sean declaradas especie en peligro de extinción por ahora, por temor a que eso desaliente a muchos agricultores que están colaborando en las campañas para preservar la especie.
“Hay un temor palpable a las regulaciones”, declaró, añadiendo que se debería dar más tiempo a las medidas voluntarias.
Las monarcas del sur de Canadá y el este de Estados Unidos migran de a millones a las regiones montañosas de México en el invierno, en tanto que las del oeste se dirigen a la costa californiana.
Sequías cada vez más fuertes hacen que menos mariposas sobrevivan a las migraciones hacia el sur durante el invierno, según Taylor. Las temperaturas cada vez más altas, por otro lado, hacen que las mariposas abandonen demasiado temprano sus invernaderos, lo que afecta su reproducción. Al secarse los bosques, aumentan los peligros de incendios forestales.
Si no se frena la pérdida del hábitat ni se reduce el calentamiento global, “no va a haber migraciones de monarcas en 30 años”, advirtió Taylor.
A la pérdida de su hábitat por el desarrollo y los pesticidas se suma la desaparición de los algodoncillos, donde las mariposas plantan sus huevos.
Cualquier medida del gobierno para proteger a las monarcas tropezaría seguramente con firme resistencia de parte de los agricultores, que temen que interfieran con sus operaciones.
Los algodoncillos reducen las cosechas y enferman al ganado, “por lo que los agricultores tratan de eliminarlos desde hace décadas”, dijo Laura Campbell, de la Oficina Agrícola de Michigan, que participa en un programa de recuperación de las monarcas. “No será fácil convencerlos de que deben plantar algodoncillos de nuevo”.
Algunos lo han hecho, pero “al mismo tiempo suceden muchas cosas que reducen el hábitat”, expresó Karen Oberhauser, ecologista de la Universidad de Wisconsin con sede en Madison. “Es como si estuviésemos corriendo rápido sin movernos de donde estamos”.
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