El magnate es visto por sus fieles como el único que habla un lenguaje de cambio político.
En una colina entre un Pizza Hut y un supermercado centenares de personas esperaban hoy, la víspera de los caucus (asambleas populares) de Iowa, la llegada del magnate y aspirante republicano Donald Trump, considerado por los asistentes el único que habla un lenguaje de cambio político que entienden.
Trump, líder en las encuestas republicanas en este estado que abre la carrera por la Casa Blanca en 2016, ha atraído a centenares de personas, la mayoría de raza blanca, a Council Bluffs, una localidad fronteriza con Nebraska desperdigada en la tundra helada de un remoto Medio Oeste estadounidense.
El espectáculo empieza antes de que el millonario neoyorquino ponga el pie en el embarrado Council Bluffs con la llegada de los vendedores de recuerdos, que incluyen camisetas, chapas con el lema "A las chicas les gusta Donald" o "Trump va a joder al Estado Islámico" o muñecos de acción del showman reconvertido en político.
"Si te digo la verdad, yo he venido aquí para ver el espectáculo. A mi Trump me parece un loco estúpido que quiere ser presidente por la fama", murmura Ben Truman, que ha llegado desde la vecina Omaha (Nebraska) con su hijo pero que votará por el demócrata Bernie Sanders.
La fila sigue engordando con gente dos horas antes del evento. Un hombre vestido de "cowboy" toca la guitarra y un pastor evangelista que creció en Marbella (Málaga) calientan motores, mientras el Servicio Secreto peina las entradas a la escuela Gerald K. y alguien pasa con su camioneta al grito de "¡ey! ¡hillbilly!" (paleto).
Barbara Miller lleva desde las ocho y media esperando. "Trump es el único que habla directamente al miedo y al enfado de la gente", asegura esta mujer blanca de mediana edad afincada en Iowa y que como otros en este grupo subraya el mérito de que el magnate se esté costeando su propia campaña sin recibir dinero de grandes fortunas.
"Necesitamos un empresario en la Casa Blanca. Estamos hartos que nos quiten todo a los que trabajamos para darle Medicare (seguro médico para jubilados) a los que vienen a vivir de la caridad", critica Mike Harding, cuyo negocio se fue a la ruina y ahora vende gorras y chapas de Trump.
"Se le saca bastante beneficio", según Harding, tan habituado a seguir el "circo" de Trump que charla animadamente con los miembros de Servicio Secreto y recuerda que el mejor evento de Trump fue uno en Florida con 15.000 personas a quienes regaló saludos mientras los sobrevolaba en helicóptero.
"Trump es el elegido. Los evangelistas de Iowa están con él en mayor porcentaje que antes de conocerlo", explica Julian Raven, un "ministro evangélico" nacido en Londres, que vivió en Marbella, donde tras una vida en la "movida" encontró a Cristo.
Ahora está naturalizado estadounidense y ha vendido todo para seguir a Trump con un camión en el que ha impreso un mural en el que el empresario aparece como el mesías de una nación rota.
Trump habló de lo buena persona que es ("soy un tipo genial"); de lo malo de su más inmediato contrincante, el senador Ted Cruz ("no es de fiar"); de lo "deshonesta" que es la prensa ("ahí los tenemos en una esquina") y la amenaza que supone el Estado Islámico (EI) por culpa de "líderes incompetentes".
Los votos evangelistas han sido en los últimos tiempos mayoría y esenciales para declarar la victoria de las primarias en Iowa, algo que llevó hoy a Trump a hacerse presentar en Council Bluffs por el líder evangelista y presidente de la universidad cristiana Liberty, Jerry Falwell.
Además, Trump, favorito en la última encuesta del Des Moines Register para los caucus de este lunes, se pasó por una iglesia en esta región del oeste de Iowa, donde una de cada tres emisoras de radio lanza sermones y donde los evangelistas son de gran importancia.
Si Trump consigue convencer a los conservadores religiosos de esta zona rural salpicada de granjas y cubierta aún por la nieve, posiblemente ganará su primera contienda de primarias y se acercará a la nominación presidencial.
Si embargo, los trajeados feligreses evangelistas eran más abundantes en el omnipresente restaurante familiar Pizza Ranch de Council Bluffs que entre la muchedumbre frustrada que le sigue por el espectáculo o porque verdaderamente cree en lo que dice.
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