Se cree que el conocido como dolor del miembro fantasma afecta a alrededor del 60%.
Salud
BBC Mundo
Desde la Primera Guerra Mundial los médicos todavía no han encontrado la forma de tratar el dolor que normalmente siente una persona después de que le hayan amputado una extremidad.
Se cree que el conocido como dolor del miembro fantasma afecta a alrededor del 60% de los amputados.
La pérdida de extremidades entre soldados involucrados en conflictos recientes en Irak y Afganistán ha hecho que parte de la atención médica se centre una vez más en la forma de tratar mejor este problema.
Los expertos del Imperial College de Londres dijeron en la revista médica The Lancet que el tipo de lesiones causados por los artefactos explosivos actuales y las municiones de artillería de la Gran Guerra son similares en muchos aspectos.
Ambos provocan traumas musculoesqueléticos y lesiones nerviosas que tienden a dañar extremidades superiores e inferiores.
Los investigadores miraron los archivos de revistas médicas para averiguar cómo ha cambiado en los últimos 100 años la forma de tratar las amputaciones y el tratamiento del dolor crónico causado por estas.
Entre 1914 y 1918, las heridas de bala y los daños por explosiones resultaron en amputaciones a gran escala en los hospitales de campaña cerca del frente occidental.
Aunque 41.000 amputados sobrevivieron a la guerra, de los siete millones de soldados británicos desplegados, los archivos médicos sugieren que muchos se quedaron con un dolor indecible.
Escribiendo en The Lancet en 1916, Marmaduke Sheild, un destacado cirujano que trabajó en los hospitales que asistían a las bajas militares en Londres y Exeter, dijo que el dolor posterior a la amputación era "una fuente de sufrimiento intolerable, y de desesperación para aquellos que las cubrían con miembros artificiales".
Pidió que los cirujanos no utilizaran el método de la guillotina, que implicaba el corte recto a través de la extremidad de forma rápida, ya que dejaba a los nervios expuestos que problamente causarían dolor en el muñón y requería más cirugía.
Otro cirujano recomendó una amputación en dos etapas, que requería de una segunda intervención para reducir el dolor cuando los soldados regresaban a Gran Bretaña.
Informes en The Lancet de aquella época sugieren que los médicos se sentían frustrados por la falta de avances en el tratamiento de los amputados.
El dolor impedía a los soldados regresar al trabajo y a la vida normal.
Pese a que los profesionales médicos pusieron todos sus esfuerzos en el intercambio de técnicas y experiencias para ayudar a los soldados heridos, hubo poca mención al dolor del miembro fantasma, a pesar de que había sido identificado alrededor de 50 años antes.
Dolor sin resolver
La historiadora Emily Mayhew, del Imperial College de Londres, quien dirigió la investigación, dice que el 50% de los hombres que sufrieron amputaciones durante la Primera Guerra Mundial terminó regresando al hospital para recibir tratamiento adicional.
Sugiere que esta cifra es similar al porcentaje actual de amputados que experimentan dolor después de la amputación.
"Después de tres años más o menos a menudo dicen que el dolor está empezando a regresar", dice Mayhew.
"Esto puede ser dolor en el muñón real o un dolor fantasma, una sensación extraña que hace que los pacientes sientan que la extremidad todavía esta ahí".
"Es un poco como cuando tus pies están muy fríos y están entumecidos, excepto que no hay nada allí".
Se cree que el dolor del miembro fantasma es una consecuencia de cómo el sistema nervioso se adapta a los nervios dañados y a la pérdida de una extremidad.
Sin embargo, este conocimiento no hace que sea más fácil de manejar.
Hoy en día, los cirujanos tratan de extraer la menor parte de la extremidad como sea posible en un proceso denominado desbridamiento. Se concentran en detener el sangrado, quitando el mínimo de tejido dañado y saneando el área lesionada lo más posible.
Tras la amputación, especialistas en medicina para el dolor, expertos en rehabilitación y fisioterapeutas se involucran en el tratamiento del paciente e intentan disminuir cualquier dolor después de la operación.
Sin embargo, el profesor Andrew Rice, del departamento de investigación del dolor en el Imperial College de Londres, dice que los tratamientos están lejos de ser efectivos.
"En el siglo pasado, se han producido importantes avances en nuestra comprensión de cómo el cerebro y el sistema nervioso responden a la amputación y a la lesión del nervio, en el proceso de rehabilitación y la tecnología de prótesis, pero en términos de terapias para el dolor crónico tras una amputación, no hemos avanzado mucho desde la Primera Guerra Mundial".
Pero la Gran Guerra dio lugar a nuevas técnicas de fisioterapia y se ve como un papel decisivo en el movimiento para crear prótesis más ligeras y más flexibles.
Se crearon hospitales en todo el país específicamente para ayudar a los soldados que habían perdido extremidades, como el Hospital de Erskine en Renfrewshire y el Hospital de Queen Mary en Roehampton, Londres.
Mayhew añade: "Hubo una extraordinaria recopilación de los conocimientos médicos durante la Primera Guerra Mundial. Fue el mayor encuentro de la profesión médica dedicada a los heridos".
Ahora, centros de estudios de lesiones por explosivos, como el del Imperial College de Londres, reúne a científicos y médicos para tratar de entender el daño provocado por todo tipo de armamento, como un pequeño trozo de metralla o un artefacto explosivo.
El objetivo es entender el impacto a nivel molecular, para poder resolver para siempre la causa del dolor del miembro fantasma.
Recomendadas