El accidente de la nave de pruebas de Virgin Galactic retrasará el proyecto de turismo esp
Tim Bowler
Reportero de Negocios, BBC News
¿Cuál es la probabilidad de morir en un paseo espacial pilotado por una compañía privada? La pregunta cobra fuerza después del accidente de Virgin Galactic el viernes pasado.
La nave se estrelló en el desierto del Mogave, en California, causando la muerte a uno de los dos pilotos, que la probaban con vistas a su próximo uso en vuelos turísticos al espacio.
Los más entusiastas creen que los humanos colonizarán el espacio algún día y muchos creen que ese sueño está más cerca de ser realidad ahora que ha comenzado una competición entre un creciente número de empresas privadas como Virgin por el mercado galáctico.
Pero poner una nave en órbita, o incluso un rápido vuelo suborbital, sigue siendo caro y técnicamente difícil. Por eso abundan las dudas sobre la seguridad de los viajes privados al espacio.
Aún no queda claro qué causó el accidente del SpaceShip Two de Virgin Galactic. El mecanismo diseñado para frenar la nave a su reentrada en la atmósfera se activó demasiado pronto y eso hizo que el fuselaje se partiera.
Antes de la semana pasada, Virgin ya había ganado US$90 millones vendiendo boletos a 700 personas para un paseo espacial. Cada pasaje costaba US$250.000. Ahora el 3% de esos clientes han pedido que les reembolsen su dinero, según ha informado la empresa.
"La seguridad es el principio que nos guía", dijo Virgin Galactic en un comunicado. "Nuestra cultura prioriza la seguridad como el factor más importante en cada elemento de nuestro trabajo".
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Posibilidad de morir
Pero, ¿cómo es posible reducir hasta un nivel seguro el riesgo de volar al espacio?
En 1960, el mismo año en que el soviético Yuri Gagarin se convirtió en el primer hombre que llegó al espacio, volar en avión comenzaba a ser algo común.
Entonces, por cada millón de aviones en vuelo, 36 sufrieron accidentes, ya sean mortales o no. En 2013, la aviación comercial se había vuelto mucho más segura. La tasa de accidentes por cada millón de vuelos era de 2.8.
Sin embargo, cuando hablamos de volar al espacio, los riesgos son de una magnitud mucho mayor.
Dos naves de las 135 puestas en órbita por el sistema del Transbordador Espacial de la NASA entre 1981 y 2011 tuvieron accidentes mortales. Por su parte, el cohete Soyuz ruso ha volado 123 veces, también con dos accidentes mortales.
Así que las posibilidades de morir en el accidente de un cohete espacial son de una entre 65.
Esto puede resultar aceptable para un astronauta o un cosmonauta ya que son expilotos de pruebas acostumbrados a los riesgos, pero quizás no para un millonario en busca de adrenalina.
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Es verdad que Virgin Galactic no ofrece viajar a la órbita espacial (200 kilómetros de altura). Sus vuelos serían subespaciales (a más de 100 kilómetros de altura) y en ellos los pasajeros pueden sentir la falta de gravedad y ver la curvatura de la Tierra.
Pero esta comparación entre la aviación comercial y la carrera espacial sirve para poner de relieve los retos a los que se enfrentan las empresas privadas que pretenden llevar turistas fuera de la atmósfera.
Subir al Everest
Sin embargo, existe ya un nicho de empresas que funcionan con éxito en el que el cliente compra un servicio en el que tiene una posibilidad entre 100 de morir accidentalmente.
Estas compañías no venden boletos al espacio, sino al Everest. Nepal abrió el Everest al comercio en los años noventa y el crecimiento de las escaladas comerciales a la montaña más alta del mundo es quizás ilustrativo de los riesgos que algunos están dispuestos a correr.
La mayoría de estos aventureros son ricos occidentales capaces de pagar US$65.000 para unirse a una expedición de la que podrían no regresar.
Según el British Medical Journal, la tasa de muertes a largo plazo entre los escaladores al Everest es de alrededor de 1.3%.
Las cifras indican que este pequeño, pero significativo riesgo de muerte no desanima a muchos. Por ejemplo, en 2013, 658 escaladores llegaron a la cima mientras que ocho murieron.
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La "ilusión de control"
Sin embargo, no siempre hay gente dispuesta a pagar por arriesgar la vida, como demuestra el ejemplo del avión Concorde. Después del accidente mortal en París en 2000, muchos dejaron de usarlo.
Fue retirado tres años más tarde, y tanto Air France como British Airways citaron el bajo número de pasajeros tras el accidente como una de las causas para ponerlo fuera del negocio.
Esto se debe quizás a cómo percibimos el riesgo; lo que los psicólogos llaman la "ilusión de control". Si sentimos que tenemos control sobre nuestro destino, como en la escalada de una montaña, es probable que percibamos un menor riesgo del que en realidad estamos corriendo.
Pero en un avión de pasajeros sabemos que no tenemos control sobre nuestro inmediato destino, así que tendemos a sobreestimar los riesgos.
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El accidente de la nave de pruebas de Virgin Galactic retrasará el proyecto de turismo espacial del director ejecutivo del grupo Virgin, Richard Branson, y suscita dudas sobre su financiación a largo plazo.
Otros emprendedores tienen planes similares a los de Branson. Son empresas que han crecido al amparo de los contratos que han conseguido con la NASA, como SpaceX o Blue Origin, fundada por el director ejecutivo de Amazon, Jeff Bezos.
Mientras haya emprendedores con dinero y ganas, es muy probable que sigan los intentos por hacer negocio en el espacio, a pesar del accidente de la semana pasada.
Así lo ha dejado claro Jeff Greason, director ejecutivo de una de estas empresas, XCOR: "Estoy en el negocio espacial privado porque no tengo ganas de esperar a que las cosas pasen".
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