Ciudadanos chinos son controlados en los aeropuertos y estaciones de trenes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado que el nuevo brote de coronavirus es una emergencia de salud pública de preocupación internacional.
Hasta este lunes, China había registrado cerca de18.000 casos pero solo 360 muertes. En cuanto a las enfermedades emergentes, este virus parece relativamente inocuo.
A pesar de la leve gravedad de esta enfermedad, más de 50 millones de personas en la provincia de Hubei, en China, fueron confinadas en su región mientras las autoridades intentan prevenir la propagación del virus.
Las autoridades de salud pública de Wuhan dicen que están en un "estado de guerra" y el transporte público se ha cerrado en varias ciudades.
Acordonar la zona cero no es inusual en emergencias de salud pública. Un brote de norovirus o salmonella puede llevar al cierre de un restaurante. En el caso del nuevo coronavirus chino, el mercado donde pudo haberse originado (en Wuhan) se cerró de manera similar.
Eliminar la fuente de la enfermedad es necesario pero no suficiente.
Cualquier respuesta de salud pública a un brote de enfermedad debe evitar la transmisión a otros. Y aunque el aislamiento es una práctica bien establecida para casos individuales, poner en cuarentena a millones de personas sanas no tiene precedentes en salud pública.
En toda Asia, las máscaras faciales vuelven a estar de moda, con Alibaba vendiendo 80 millones en solo dos días.
Dado el contexto histórico, esto no es sorprendente. Los chinos conocen bien los brotes de enfermedades virales. Los recuerdos cristalinos del síndrome respiratorio agudo severo (SARS) han resurgido.
Pero es este mismo contexto el que plantea la pregunta: ¿se justifica una respuesta tan drástica?
¿Qué pasa con los derechos de las personas sanas?
Algunos, mirándolo desde fuera, pueden aplaudir la cuarentena masiva.
Pero en realidad, no es mejor que la respuesta habitual de salud pública de aislar casos y contactos con personas potencialmente de alto riesgo.
Ir más allá para aislar a aquellos que tienen algún riesgo teórico de enfermedad puede calmar el miedo público y proporcionar la ilusión de intervención, pero no puede considerarse una práctica basada en la evidencia.
Primero, el argumento a favor de la cuarentena masiva se basa en la peligrosa suposición de que el riesgo de infección de una persona es el mismo que el de otra, simplemente porque viven en la misma región.
Sabemos que este no es el caso, particularmente en una etapa temprana de un brote, y que hay grupos de mayor riesgo que pueden ser identificados y dirigidos primero antes de considerar estrategias radicales que interfieren con las actividades habituales.
De hecho, cualquier impedimento para las funciones cotidianas de la asistencia sanitaria y otras infraestructuras puede ser un gran problema para el control de enfermedades.
La localización de contactos, la vigilancia de enfermedades, la educación pública y la administración de equipos de protección, medicamentos o vacunas, se basan en una comunicación efectiva con hospitales, atención primaria, laboratorios y otras instituciones, como escuelas u hogares de ancianos.
Descender a un escenario de apocalipsis zombie no ayuda en la coordinación operativa de las actividades complejas entre instituciones de salud pública.
En segundo lugar, una respuesta de salud pública china debe proteger a los que están dentro de la región afectada y a los que están fuera de ella. La posición actual ignora flagrantemente los derechos de las personas sanas en Wuhan y sus alrededores.
Si asumimos que todos los casos registrados actualmente están dentro de la ciudad de Wuhan (de aproximadamente 11 millones) y no en la región en general, entonces podemos estimar conservadoramente que más del 99,9% de los habitantes del lugar no están contagiados.
Si bien la transmisión de persona a persona parece estar ocurriendo, los informes preliminares no sugieren que esta sea una enfermedad particularmente infecciosa.
Para cada caso, la OMS estima que otras 1,4 a 2,5 (o un promedio de dos) más personas están infectadas. Para poner esto en perspectiva, para el sarampión, se estima que 12 a 18 personas se infectarán de un solo caso.
Por lo tanto, la gran mayoría de la población atrapada en la región no se encuentra mal y es poco probable que se infecte con una respuesta adecuada de salud pública.
Tal bloqueo geográfico de esta magnitud no solo es superfluo, sino que también introduce nuevos problemas de salud. La primera semana de cuarentena ha resultado en hospitales abarrotados, escasez de alimentos y la economía local estancada.
En medio de tal caos, incluso los chinos lucharán para evitar que los desertores huyan. Además, no está claro cuándo sería posible levantar tal bloqueo.
Un precio alto a pagar
Con los casos que aumentan día a día, la cuarentena parece que está aquí para quedarse, pero las crecientes presiones económicas y sociales serán importantes para quienes tomen decisiones.
Seguramente los miles de millones que la cuarentena le está costando a la economía china se utilizarían mejor para desarrollar nuevas tecnologías diagnósticas, preventivas o terapéuticas para el virus.
Una cuarentena de esta escala creará más problemas de los que resuelve. Otros países deben tener cuidado de no imitar apresuradamente a los chinos si se les da la oportunidad.
*Este artículo fue escrito por Vageesh Jain, médico y académico del Instituto de Salud Global de la University College London (UCL).
Puedes leer el artículo original de The Conversation aquí.
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