El hipotálamo determina qué olores nos gustan y cuales no.
Las moléculas que están en el aire se disuelven en la mucosidad dentro de la nariz y son detectadas por los receptores olfativos, que envían señales al cerebro.
En los primates, entre los que nos incluimos los humanos, hay dos caminos: uno lleva hacia el córtex olfativo y el otro pasa por el hipotálamo, una parte del cerebro involucrada en las emociones, la motivación y la memoria.
Esta área es responsable de que nos guste o no un olor. También puede ser la causa de que olores y recuerdos estén estrechamente asociados.
Aunque los humanos tenemos un sentido del olfato comparativamente débil, aun así es muy importante.
Bebés de pocos días de vida muestran expresiones de disgusto cuando cuando huelen pescado o huevos podridos, y los niños pueden distinguir entre el olor de sus hermanos y otros nenes de la misma edad.
Un bebé reconoce el olor de su mamá y la madre reconoce el de su hijo.
Incluso la modesta mosca de la fruta tiene un complejo proceso olfativo: tiene un sistema para identificar un olor y otro que lo categoriza como bueno o malo.
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