16 ene 2013 , 12:23

Apetito chino por el marfil está acabando con los elefantes

   

Aterrorizados, los elefantes deben haber buscado seguridad manteniéndose en grupo. Sin embargo, todo fue en vano. Una línea gruesa de sangre ennegrecida marcó el rastro de sus últimos momentos.

Aterrorizados, los elefantes deben haber buscado seguridad manteniéndose en grupo. Sin embargo, todo fue en vano. Una línea gruesa de sangre ennegrecida marcó el rastro de sus últimos momentos.

En diciembre, nueve elefantes fueron encontrados muertos fuera del Parque Nacional Tsavo, en el sureste de Kenia. Este mes, una familia de doce ejemplares fue cazada a tiros en la misma zona.

En ambos casos los rostros de los elefantes fueron mutilados para remover sus colmillos. El resto fue dejado a los gusanos y a las moscas.

"Ese es un número muy grande para un solo incidente", dijo Samuel Takore, del Servicio de Vida Salvaje de Kenia (KWS por sus siglas en inglés). "No habíamos tenido esa clase de incidente en años recientes. Creo que el último ocurrió antes de que yo ingresara al servicio".

Takore ingresó al KWS en los años '80 y sus observaciones corroboran un amplio patrón: en toda África la cacería furtiva está en su punto más alto en 20 años.

Durante la década de los '80 más de la mitad de los elefantes africanos fueron borrados del mapa, la mayoría por cazadores furtivos en busca de marfil.

Pero en enero de 1990, numerosos países alrededor del mundo firmaron una prohibición internacional para el comercio de marfil. Esto hizo que la demanda disminuyera considerablemente.

La consecuencia directa fue que la población de elefantes aumentó de nuevo. Sin embargo, en años recientes estos avances se han venido a menos.

¿Es China la culpable?
Se estima que 25.000 elefantes fueron cazados en 2011. Las cifras para 2012 todavía no han sido totalizadas pero es casi seguro que serán mayores.

Los defensores de los animales ya están señalando a China como la culpable.

"China es el principal comprador de marfil en el mundo", aseguró el doctor Esmond Martin, conservacionista e investigador que ha estado décadas siguiendo los movimientos del tráfico ilegal de marfil en el planeta.

Recientemente regresó a Nigeria donde condujo una inspección visual de la venta de marfil en la ciudad de Lagos. Sus hallazgos son alarmantes.

Martin y sus colegas contabilizaron más de 14.000 colmillos de marfil trabajado y en bruto en un solo lugar: el mercado de Lekki en Lagos.

La última inspección, llevada a cabo en el mismo mercado en 2002, contabilizó 4.000, lo que representa la triplicación de la cifra en una década.

De acuerdo a los hallazgos de la investigación, Nigeria es el centro del boom del tráfico ilegal de marfil en África.

"El marfil se mueve en todas direcciones desde el este de África, desde Kenia a Nigeria", asegura. "Los nigerianos están exportando colmillos a China. Países vecinos están exportando marfil trabajado (a Nigeria)".

"Es un enorme depósito de colmillos que llegan, colmillos que salen, marfil trabajado que llega, marfil trabajado que sale, marfil que está procesándose".

Cazadores furtivos y paramilitares
La BBC visitó el mercado de Lekki en Lagos. Alguien se acercó inmediatamente a un reportero del Servicio Chino de la BBC que llevaba una cámara escondida.

Hablando mandarín, un traficante ilegal nigeriano le ofreció "xiang ya", "marfil". Había montones de marfil trabajado para la venta: brazaletes, peines, palitos chinos, cuentas y collares.

Otro traficante ofreció dos colmillos, a la venta por US$400 el kilo. Cuando le preguntó cuánto marfil en bruto le podía dar, el sujeto afirmó que 100 kilogramos o incluso más.

El incremento de la prosperidad en China aunada a la llegada de inversores y trabajadores chinos a África ha hecho que la demanda de marfil aumente considerablemente.

Kenia es el centro de uno de los mayores esfuerzos para combatir la cacería furtiva en África.

Al igual que la KWS, comunidades locales y organizaciones dedicadas a la conservación están suministrando sus propios contingentes de guardaparques armados.

El Northern Rangelands Trust es una de ellas. Tiene una "Unidad de Respuesta Rápida" compuesta por una docena de hombres armados que acampan en las zonas donde los elefantes viven con el fin de perseguir a cazadores furtivos.

La unidad es esencialmente una fuerza paramilitar aprobada por el estado. El comandante, Jackson Loldikir, y sus hombres visten ropa de camuflaje y están armados con rifles Kalashnikov.

Es un trabajo peligroso. Mientras estaban de patrullaje con el equipo de la BBC, el grupo fue embestido por una manada de elefantes nerviosos.

Uno de los guardaparques tuvo que disparar al aire para evitar el choque con los animales.

Loldikir asegura que el arresto de cazadores furtivos es una pérdida de tiempo. El procesamiento de éstos es raro y los perpetradores generalmente salen de prisión tras el pago de una pequeña multa.

Loldikir y sus hombres dicen que se ven obligados a tomar medidas más drásticas.

"Cuando conseguimos a un cazador furtivo, lo matamos", asevera. "La única forma de proteger a los animales es matando al cazador furtivo".

Por ello son comunes las muertes y las heridas de bala tanto en paramilitares como en cazadores.

"En mayo escuchamos un disparo. Nos encontramos con cinco cazadores furtivos. Habían matado a un elefante. Por ello les disparamos. Matamos a uno y recuperamos dos armas. Uno de nuestros hombres resultó herido".

Sin embargo, los cazadores furtivos no se detienen. Conservacionistas en Kenia están advirtiendo que a la tasa actual, los elefantes podrían desaparecer pronto de la vida salvaje.

"Si los precios siguen subiendo y la caza de elefantes continúa, en 15 años no habrá elefantes en la sabana del norte de Kenia. Estoy absolutamente seguro", dijo Ian Craig, quien está al frente del Northern Rangeland Trust.

"Donde sea que hay un elefante desprotegido y hay armas, la gente lo va a matar. Valen mucho dinero".

Y lo que aplica a Kenia, aplica al resto de África.

En un continente donde sobran las armas y la pobreza es generalizada, el premio de la caza furtiva vale cualquier riesgo.

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