Venezuela ¿una crisis sin fin?
En el último año la situación en el país parece haber cambiado con un aparente resurgimiento económico, pero aunque el dólar reina en Venezuela no alcanza
Llevaba cuatro años sin visitar mi país, un lugar lleno de contrastes, donde lo bueno, lo malo y lo mejorable conviven en un lugar llamado Venezuela. Entrar a él fue la primera aventura.
Con pasajes directos a precios que superaban los 800 dólares, la opción más económica fue hacer un viaje por escalas tomando un vuelo desde mi ciudad de residencia, Guayaquil, hasta Colombia, llegando primero a Bogotá y luego a Cúcuta. La ruta aérea era la parte sencilla. Pero el camino cargaba con una infinidad de historias de robos y extorsiones en la frontera colombo-venezolana, entonces, el paso hacia mi patria me generaba temor.
Había advertencias: "no lleves dinero en efectivo", "no entres con pasaporte", "ni se te ocurra sellar en migración". Fueron algunos de los consejos a los que obviamente hicimos caso mi acompañante y yo. Entonces, depositamos los dólares en Ecuador a personas que nos pudieran dar el efectivo en Caracas y Valencia, para pasar solo con lo necesario.
Por otro lado, un contacto en Cúcuta resguardó nuestros pasaportes y documentación ecuatoriana, pasaríamos a Venezuela como quienes solo fueron a comprar frutas en la frontera, es decir, sin pasar por migración.
Mientras viajábamos por una carretera colombiana hacia el cruce, viendo a lo lejos las montañas de mi país, el temor crecía, pues, según varios testimonios, lejos de recibir a los venezolanos que están regresando a casa con los brazos abiertos, habría una especie de 'cobro de vacuna' por parte de algunos funcionarios, por aquella falsa creencia de que "si vienes de afuera, tienes plata".
En fin, para evitar problemas, el poco dinero en efectivo que teníamos lo escondimos y nos comunicamos con un familiar que está en una ciudad fronteriza del lado venezolano para que nos acompañara a cruzar.
Llegamos al lugar, nos encontramos con un pariente y de inmediato vaciamos nuestras mochilas. Todos los obsequios quedaron en una funda de mercado y a mí me pidieron mantener silencio porque mi acento caraqueño delataría que no era de la zona.
Pasar el puente fue una mezcla de emociones. La felicidad de estar por fin en casa era opacada por el temor de ser detenida por la guardia, pero para nuestra suerte, ni siquiera nos miraron y logramos entrar a Venezuela, de manera clandestina.
El viaje a casa
Pisar mi país fue emocionante. Nunca había estado en la zona fronteriza, ni había tenido contacto con las personas que nos esperaban, pero fue un recibimiento cálido, alegre y familiar.
Todavía faltaba mucho para llegar a mi casa, en Caracas, a unas 12 horas por tierra; pero haríamos el viaje en avión, mostrando únicamente la cédula venezolana, y la ruta al aeropuerto fue un paseo de tres horas por los andes venezolanos.
Aunque estábamos fuera de Colombia, la moneda de la zona no era el Bolívar, sino el peso (colombiano), la primera muestra de la fusión de monedas que sustenta la economía del país.
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En el Aeropuerto de La Fría vivimos otro momento de tensión. Para ingresar, por razones de seguridad, revisan todo el equipaje de los pasajeros y ahí no había nadie que nos salvara de que los oficiales vieran los recuerditos ecuatorianos y sospecharan de nuestra procedencia.
Por suerte, la cantidad de personas acumuladas en la entrada y mi talento para hacer amigos hicieron que la situación se convirtiera en una conversación amena con el oficial, que terminó con una felicitación y buenos deseos por viajar a visitar a mi familia.
Canciones, anécdotas, chistes, todo con una mezcla de acentos de diferentes regiones, me dijeron: "estás en Venezuela". Y llegar al Aeropuerto de Maiquetía, en Caracas, y ser recibida por los brazos de mi madre, me lo confirmó.
El dólar reina en Venezuela, pero no alcanza
El dólar parece ser la moneda reinante en la capital venezolana. Desde los mercados callejeros y farmacias, hasta los restaurantes, todos tienen los precios en la moneda estadounidense. En algunos establecimientos lo colocan como referencia al lado del Bolívar, en otros "los bolos" son inexistentes.
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Hasta la persona que menos imaginarías tiene "verdes en el bolsillo", como le llaman al dólar allá. Pero creer que si viajas con dólares te alcanzará para todo es un error.
Eso sí, gastarlos es muy fácil con los precios que hay en Venezuela, iguales o más altos que en Ecuador. Un ejemplo de ello es el papel higiénico. En Ecuador el empaque de cuatro rollos más económico del mercado está en un dólar, en Venezuela lo mismo cuesta tres.
Lo grave no es el costo de los productos, sino el sueldo con el que hay que pagarlos, pues a diferencia del salario básico que en Ecuador este 2022 aumentó de 400 a 425 dólares al mes, mientras que en Venezuela está en 16 dólares.
Nadie sobrevive con eso, así que parece que el que puede tiene mínimo dos trabajos, vende dulces, transformó su vivienda en un minimarket o dejó su trabajo para dedicarse a actividades más lucrativas como ser chofer, manicurista o taxista, como fue el caso de mis familiares.
Los años de crisis ha transformado a los venezolanos, es que de acuerdo a la Encuesta Nacional sobre Condiciones de Vida, en 2021, el 60% genera ingresos trabajando por su cuenta.
Lo cierto es que ganarse los dólares no es nada sencillo, y quienes no tienen acceso a ellos está fuera de este "nuevo movimiento económico", lo que podría dejarlos al borde o en la miseria a un grueso de la población que incluye empleados públicos de todos los niveles, poblaciones rurales y a los pensionados que no viven sino que sobreviven con el salario básico, o con lo que en algunos casos reciben de sus familiares en el exterior.
En conclusión, al parecer si hay más dinero en las calles, movimiento económico y aumento de fuentes de trabajo, pero también es posible por lo que vimos y nos cuentan expertos a los que consultamos que al parecer los pobres son cada día más pobres.
La gasolina, otro asunto complicado
Ahora vamos a un asunto más complicado, la gasolina. Los años en que Venezuela era reconocido por su gran producción petrolera quedaron atrás y en los últimos tiempos la escasez de combustible ha sido uno de los problemas que agudizaron la crisis, sobre todo entre los años 2017 y 2020.
En ese entonces también visité mi país y el panorama fue de calles sin carros y con cientos de personas movilizándose a pie. No había muchos taxis, tampoco motos, porque además los repuestos de los vehículos eran extremadamente caros.
En 2022, el panorama es diferente.
Si bien Venezuela, procesa petróleo (menos que antes), su refinación se hace en otros países, así que la única salida es importar. Pero con sanciones económicas internacionales que bloquean cualquier negocio con la empresa petrolera PDVSA, la importación se ha vuelto una tarea compleja.
Sin embargo, barcos iraníes se saltaron el bloqueo y ahora son los principales proveedores de combustible del país, y aunque sigue siendo el lugar con la gasolina más barata del mundo, ahora es un recurso limitado de distintas maneras.
"Ya hay gasolina, pero se necesitan los dólares para pagarla", me dijo un taxista que nos ayudó a entender el nuevo proceso para llenar un tanque.
En Venezuela hay dos formas de obtener combustible. La primera es registrando el vehículo en una plataforma del gobierno para tener acceso a la gasolina subsidiada que está prácticamente gratis, pero es un recurso limitado y sólo permiten cargar 30 galones al mes, además se puede llenar el tanque en días específicos, según el número de placa del auto.
La otra modalidad es cargar combustible a precio internacional. La mayoría de las estaciones de servicio funcionan con esta modalidad, donde la gasolina cuesta poco más de dos dólares por galón. Ahí el único requisito es tener el dinero para pagarla.
Pero que la gasolina sea más cara no quiere decir que sea de mejor calidad. Desde que se implementó este sistema, no se señala su octanaje, así que nadie sabe si está llenando el tanque con Súper o Extra, por así decirlo.
Lo que hay detrás de la reactivación
El movimiento económico parece inexplicable, pero tendría su origen según especialistas, en la puerta que abrió el gobierno para realizar transacciones en divisas, además de las sanciones internacionales impuestas a funcionarios del Estado, que se vieron obligados a invertir parte de su fortuna en el país donde la hicieron, construyendo enormes edificios y locales comerciales, aumentando también las fuentes de trabajo.
La cuota de inversión extranjera también es importante, pues empresarios iraníes, turcos y rusos en alianza con el chavismo, estarían reactivando sectores productivos.
Sin embargo, el mayor mérito lo tienen los emprendedores locales. Muchos de ellos habían migrado y volvieron a Venezuela para poner su propio negocio. Se reinventaron, adaptaron e invirtieron todas su ganas en levantar locales, en su mayoría de comida. Como migrantes trabajaron sin descanso y ahora también lo hacen, pero en su tierra.
Entonces, Venezuela ¿se arregló?
Venezuela, aunque una campaña asociada al oficialismo busca popularizar el slogan de que el país ya se arregló, lo cierto es que está lejos de hacerlo. Tiene el mismo Gobierno atornillado en el poder desde hace más de 20 años, y todo lo que depende de él parece estar en ruinas. Pero hasta el régimen podría estar apostando por hacer más sutil su radicalización, sustituyendo su tradicional color rojo como marca personal, para optar por el blanco, azul y el amarillo.
El discurso político ya no forma parte de las conversaciones casuales y la gente se ha adaptado a la idea de que no habrá "un salvador" para la situación del país.
Mi visión de Venezuela se basa en un recorrido de dos semanas, por zonas clase media y populares, un paseo turístico de bajo presupuesto a una hermosa playa y horas de conversaciones con los protagonistas de esta historia: venezolanos que se transformaron, que surfearon la crisis y sobrevivieron, gente que ahora puede respirar un poco, y darse "gusticos", pero sin detenerse.
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