Repartidores en Ecuador: precariedad laboral sobre ruedas
El 90 % de los trabajadores de reparto trabajan entre 1 y 80 horas semanales.
Se los ve por las calles de algunas ciudades del país. Siempre de prisa. En bicicleta o en moto cargando mochilas a sus espaldas. Aunque durante la pandemia su trabajo se volvió esencial, en Ecuador, las aplicaciones de delivery arribaron en 2016.
En su llegada, bajo el brazo, también implementaron la idea de un nuevo modelo de negocio, donde las relaciones laborales con los repartidores se describen así: “son socios colaboradores”, “es un modelo de economía colaborativa”, “escogen su propio horario”. Son algunas de las frases con las que las aplicaciones acentúan que tienen flexibilidad laboral, y autonomía. Sin embargo, un reciente estudio presentado el pasado 7 de mayo por el Observatorio de Plataformas digitales de Ecuador, lo puso en entredicho, pues evidenció las condiciones de precariedad laboral que enfrentan los repartidores.
Y no ha sido la primera vez. En mayo de 2020, en Quito, se dio el Segundo Paro Internacional de Repartidores, también convocado en cinco países de América Latina. Decían: “lo llaman nueva economía y es vieja explotación”. Demandaban seguridad, regularización y un pago justo.
Entonces ¿cómo es ser repartidor en el país? Yuli Ramírez, representante de Glovers Ecuador, cuenta que trabajó en esta empresa durante dos años, “trabajaba más de 10 horas al día de lunes a lunes para poder juntar el sueldo mínimo”. Según el estudio presentado por el Observatorio el ingreso semanal promedio de los repartidores es de 125 dólares, sin descontar gastos en gasolina y alimentación.
Ramírez quien presentó hace dos meses la primera demanda contra Glovo, narra que aunque la aplicación vende la idea de no tener horarios, si ellos rechazan los pedidos hay penalización de turnos “entre comillas no tenemos jefe, pero mientras más pedidos haces el algoritmo te califica mejor”. A ello se suma: “si un cliente te califica mal es lo peor que le puede pasar a un repartidor porque no sabes si al día siguiente te bajan los puntos”. Aquello puede derivar a la suspensión de la cuenta, dice, “te pausan hasta por tres días y no te sale ni un solo pedido (...) cuando no es tu culpa no tienes a donde reclamar ”.
Una situación psicológicamente “devastadora”, describe. Es que según una encuesta realizada en 2020 por el Observatorio de Plataformas, para el 85% de los repartidores de Glovo esta era su única fuente de trabajo.
¿Trabajadores autónomos?
En Ecuador aunque la Constitución protege todas las formas laborales en condiciones dignas, sin embargo, el Código de Trabajo solo protege las de relación de dependencia, es decir, “no hay protección para el trabajo autónomo, el Estado no ha regulado el trabajo de las plataformas digitales ”, asegura Angie Toapanta, abogada integrante del Centro de Investigación y Defensa al derecho al Trabajo (CIDDT).
Reitera que para los repartidores "las condiciones laborales son precarias, por eso, en otros países ya intentan regular este tipo de empleo”, enfatiza y agrega que “el trabajo de reparto está calificado a nivel internacional como falsos autónomos, trabajan más de ocho horas al día, durante los siete días a la semana sin descanso”, enfatiza.
De acuerdo a la encuesta del Observatorio realizada en siete ciudades (Quito, Guayaquil, Cuenca, Machala, Ambato, Santo Domingo y Manta): el 68.7 % de los repartidores dijo laborar siete días a la semana, con un promedio de diez horas diarias. Además, Toapanta señala que los repartidores deben usar sus propios medios de trabajo: “la moto, gasolina, teléfono, plan de datos. Al no tener seguridad social no están protegidos ante cualquier accidente o enfermedad”.
Pero el proceso de lucha por reconocimiento laboral no solo ha quedado en las calles. Kruskaya Hidalgo, investigadora del Observatorio de Plataformas y quien ha realizado estudios del tema desde 2019, cuenta que “el año pasado tuvimos dos reuniones con el ministerio de Trabajo y estuvo presente los gerentes de Glovo”, entre las conclusiones se determinó que los dotarían de insumos de bioseguridad, pero no hubo seguimiento más allá, destaca. Ante ello, "es necesario que la Asamblea que entre en funciones empiece a regular el trabajo de plataformas”, manifiesta Toapanta.
Contar kilometros
Las aplicaciones de reparto miden el kilometraje que hace el repartidor y en función a ello les paga, explica Hidalgo, investigadora. “El kilometraje es como un GPS mide todas las curvas, etc. Sin embargo, están aplicando otra forma de contabilizar los kilómetros que no contemplan las curvas o vueltas”. Es un sistema llamado "kilometraje de Nueva York", comenta Javier Mendoza quien trabajó en Glovo por dos años y medio, aplicación que fue adquirida por Pedidos Ya, “ahora trabajas más, pero ganas menos”, sin el método, detalla, en 10 pedidos ganaba $18 ahora por la misma cantidad hace $11.
“Desde que aparecieron las apps de reparto hemos visto una disminución abismal de las tarifas que pagan a las personas repartidoras”, señala Hidalgo. Ramírez ratifica que antes de la pandemia ya les habían reducido un 45% en la tarifa "resulta que Glovo subió la tarifa a los clientes, pero a nosotros no".
Según la Cámara de Comercio Electrónico durante la pandemia el crecimiento de usuarios en la industria electrónica fue de más del doble al igual que la frecuencia de compra, de hecho, "se estima que la facturación llegó 2.300 millones".
¿Pagar por trabajar?
Según Hidalgo, que “las personas repartidoras pagan mensualmente el uso de la aplicación”, y agrega que Glovo cobraba $10 cada 15 días, y Ubereats $20 mensuales.
Desde Rappi plataforma presente en Quito y Guayaquil, a través de un comunicado, aseguró a Ecuavisa digital que el modelo de la empresa "no es generar ganancias a través del servicio de entrega. Todo ese dinero es trasladado a los repartidores". Además, precisó que "no se les hace ningún cobro por concepto de uso de la plataforma". Rappi cuenta con aproximadamente 3.500 repartidores "(independientes)", aunque este medio solicitó una entrevista para contrastar la información, la empresa no aceptó.
La frase:
“Hay que reconocer que son alternativas de subsistencia reales, pero esto no puede quitar la responsabilidad que tiene estas empresas, la solución no es que se vayan del país o dejen de existir, pero deben reconocer los derechos laborales con un mínimo de garantías de pagos justos y básicos como la seguridad social”, finaliza Kruskaya Hidalgo.
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