Cinco años del COVID-19: El dolor interminable de la pandemia para quienes no hallaron a sus familiares fallecidos
El Comité Permanente de Derechos Humanos registró que desde 2021, al menos 200 familias desconocían dónde están los cuerpos de sus parientes fallecidos por el coronavirus.
- En marzo de 2020, fue el pico de la pandemia por COVID-19 en Ecuador. Guayaquil atravesó una crisis sanitaria, con cuerpos en casas y morgues colapsadas.( )
Doraliza Castro falleció en 2023 a los 100 años de edad. Para evitarle un dolor mayor con la pérdida de su hijo William, la familia le dijo que sí encontraron su cuerpo en el Hospital del Guasmo y lo sepultaron. Pero desde el 1 de abril de 2020, en los días más críticos del COVID-19 en Guayaquil, sus restos no aparecen. Han pasado cinco años sin que tenga un sitio donde llorarlo su hermana y sobrinos.
Harry contó que su tío de 71 años era taxista informal. Se contagió de coronavirus y decidió aislarse por su cuenta en un departamento vacío que había en la casa. A los pocos días su salud se deterioró.
El 31 de marzo de 2020, él y su hermano también enfermo, recorrieron varios hospitales hasta que encontraron un espacio en el del Guasmo. "Estaba sentado con un poco de oxígeno, sin hacer el ingreso formal. Mi papá no quiso quedarse y regresó a casa", recordó.
En la noche de ese día, lo registraron y le cambiaban el oxígeno cuando se podía. Harry admite que todo estaba saturado y sus dos primas acompañaron a su tío William. La madrugada del 1 de abril, falleció. Como no había a esa hora servicios exequiales, las jóvenes se retiraron y volvieron pasada las 10:00 con el féretro listo, pero el cuerpo no estaba.

"Fue caótico, más enfermos, familiares, faltas de suministros, todo colapsado", señaló Harry. Sus primas fueron algunos días hasta la casa de salud a preguntar por el cuerpo de su tío. Harry indicó que en ese tiempo, hubo comentarios de que había que pagar para entrar a buscarlos. Una de sus primas pagó e ingresó a una morgue improvisada llena de cadáveres en descomposición, sin poder hallar a William.
En una de esas tantas veces que buscaron, alguien les dijo que ya otra familia se lo había llevado, supuestamente por la descripción y la ropa que vestía. A su abuelita Doraliza, que en 2020 rondaba los 100 años, le dijeron que lo encontraron para evitarle más dolor. Ella murió tres años después sin saber la verdad.

"Ella (mi abuelita) sufrió mucho los últimos años. Dos tíos y mi papá murieron por COVID-19 en 2020. Le dijimos que sí lo habíamos encontrado a mi tío para evitarle más dolor", Harry Carpio.
El papá de Harry murió tres días después que su tío William, pero en casa. Su mamá y su hermano lo asearon y le pusieron cal por cuatro días hasta que una funeraria pudo trasladarlo al cementerio. La demora fue porque les tocó comprar una bóveda y los servicios estaban colapsados.
Contó que su mamá y sus hermanos llevaron el féretro hasta la entrada al camposanto, pero no pudieron constatar que efectivamente lo hayan enterrado. Meses después lograron visitar su tumba. Al año siguiente, murió otro de los tíos de Harry.
Harry comentó que hubo un esfuerzo legal de un colectivo, acompañado por la Defensoría del Pueblo y el Comité Permanente de Derechos Humanos, con familias que vivieron la misma situación: no hallaban los cuerpos de sus seres queridos fallecidos por COVID-19. "Se hicieron pruebas de ADN y otros esfuerzos, pero hasta donde sé, quedó en nada", expresó.
Se refiere a la investigación que lideró la CDH sobre los cuerpos extraviados. Según un informe del organismo, hasta marzo de 2021 había 62 cadáveres bajo registro de NN en el laboratorio de Medicina Legal, en Guayaquil. Y reportaron al menos 200 familias que -en ese tiempo- desconocían el lugar donde reposaban sus fallecidos.
Otra de esas familias es Greta Encalada. Su voz se quiebra por teléfono al recordar los momentos que vivió, cuando su hermana María Dolores falleció a los 46 años el 26 de marzo de 2020.
María Dolores era guardia de seguridad. Una de sus últimas fotos es la que aún conserva Greta como recuerdo. Su hermana salía de trabajar en el sur de Guayaquil cuando empezó la cuarentena, le tocó caminar desde la Playita del Guasmo hasta el Policentro, donde un policía les dijo que la podía acercar hasta Samanes. Ella vivía en Los Vergeles.
Greta recuerda que María Dolores fue a trabajar al siguiente día, pero ya estaba 'afectada'. Empezó a sentirse mal, y padecer todos los síntomas del COVID-19 y luego ya no podía ni pararse.
"Ahí comenzó el viacrucis, llamamos al 911 pero no teníamos respuesta. Decían que iban a venir y nada". Dijo que la madrugada del 26 de marzo de 2020, María Dolores ya no podía levantarse de la cama, buscaron movilización para llevarla al hospital.
Recorrieron algunas casas de salud sin tener éxito. Solo en el hospital Marianitas, dos doctoras salieron y la intentaron reanimar, pero confirmaron que María Dolores no tenía signos vitales, contó Greta. Con el cuerpo de su hermana, volvieron a su vivienda y le colocaron una sábana blanca hasta que se realice el levantamiento del cadáver.
Sus otras hermanas y cuñado, salieron a buscar un ataúd. "No había nada, hasta nos pidieron dinero y no había nada. Luego de dos días llegó el señor de una funeraria para ponerle formol", expresó Greta.

"Mi hermana mayor me dijo que teníamos que entregarla, imagínese eran ya dos días que estaba su cadáver en la casa. Mi sobrino estaba desesperado, ¿cómo estar ahí con un cadáver? Está su madre muerta, fue una situación realmente caótica.
Con el cuerpo en casa, decidieron entregarlo a medicina legal. Llamaron al 911 para que lo vayan a retirar y a las 14:00 del 28 de marzo del 2020 llegó un equipo especializado. María Dolores fue trasladada hasta la morgue del hospital del Guasmo, a su familia le dijeron que debía esperar.

Greta señaló que la llamaron de un número extraño, en su celular a los días apareció como un código. Solo le dijeron que debía por medio de canales, ver la información de dónde estaría el cuerpo de su hermana. "Pues hasta el día de hoy estoy esperando", contó.
La familia Encalada fue parte de la iniciativa de familias que puso una demanda colectiva por los cuerpos desaparecidos. Le tomaron muestras de ADN a la mamá de Greta para cotejar con los restos que aún estaban en contenedores pero fue en vano. Cinco años después, no hay rastro de María Dolores.
Hasta 2022, Greta tuvo acercamiento con la Defensoría del Pueblo. A ella y cinco personas, señaló, les hicieron firmar un documento. Esto porque un familiar había logrado encontrar a su papá en el cementerio de Pascuales. Aseguró que en el sitio donde estaba el señor sepultado, había dos restos más.
"Imagínese la cantidad de personas que habían enterrado allí. Entonces a la final, ¿dónde estará mi hermana? se sigue preguntando Greta.
La persona que encontró a su papá, fue Karen Ochoa. Halló los restos al año y cinco días y los pudo identificar por la ropa. Comentó que los cuerpos no estaban enterrados uno por uno. Luego pidió la exhumación y trasladó a su papá a otro camposanto.

La demanda colectiva de familias que no hallaron los restos de sus seres queridos
En los momentos más críticos de la pandemia, entre marzo y abril de 2020, el Comité de Derechos Humanos abrió un formulario digital de familias que no tenían información de sus parientes ingresados al sistema de salud pública. En ese tiempo, tuvieron un registro de 1 500 personas.
Billy Navarrete, director ejecutivo del organismo, indicó que el Gobierno de ese entonces dispuso la creación de un portal para que las familias accedan a información de su pariente enfermo, vea el estado y en caso de fallecimiento, sepan dónde había sido sepultado. Navarrete dijo que el sistema colapsó.
Un equipo de la CDH acudió al hospital del Guasmo, donde había cuatro contenedores para conservar cuerpos de fallecidos por COVID-19. El organismo registró testimonios de personas que no encontraban a sus familiares. Sumado a denuncias que reconoció el Gobernador de ese entonces, de ciudadanos civiles negociando la identificación de cadáveres.
Esto también habría propiciado otro escenario, las familias entrando a los contenedores a revisar los cuerpos envueltos en sacos para ver si era de su pariente. Navarrete indicó que para mayo de 2020, empezó el entierro masivo de los fallecidos en cementerios como uno privado en Pascuales, norte de Guayaquil.
Dijo que el proceso fue hermético, sin acceso a la prensa y a defensores de derechos humanos. La CDH conformó un equipo multidisciplinario y contabilizó al menos 200 familias que no encontraban los cuerpos de sus parientes. Una cifra que aseguró, puede ser mayor.
Posteriormente, hubo una acción de protección colectiva que presentó la Defensoría del Pueblo en junio de 2020. El recurso fue aceptado y se reconoció la vulneración de derechos de las familias. Navarrete puntualizó que el fallo reposa en la Corte Constitucional desde 2022.
Así mismo, hubo una denuncia penal que derivó en una investigación en la Fiscalía. Pero de aquello, solo se conoció que fiscales llegaron en septiembre de 2020 desde Quito para indagar lo que pasó y hablar con las familias.
Navarrete señaló que en 2022, se ordenó la inhumación de 51 cuerpos que habían quedado en el laboratorio de Medicina Legal. Luego eso, recalcó que documentaron 200 familias que aún no saben el paradero de su pariente.
La identificación de cuerpos en el laboratorio de Medicina Legal en Guayaquil
Ecuavisa.com conversó con alguien que trabajó en medicina legal en la época de pandemia. Explicó que las autoridades habían dispuesto que los cuerpos de fallecidos por COVID-19 en viviendas, sean enviados a la morgue del Hospital del Guasmo. En su caso, los cuerpos que trasladó tenían al menos tres días y les habían puesto las etiquetas correspondientes de identificación.
Él comentó que el problema posterior de la identificación, al igual que expuso Billy Navarrete de la CDH, fue la presencia de civiles cobrando para entregar los cuerpos a las familias hasta USD 2 000. Luego de los incidentes y las denuncias, se dispuso que Medicina Legal realice el proceso.
La identificación de los restos duró un año y medio, contó Adan Hernández, antropólogo de Panamá que formó parte del equipo. Explicó que el tratamiento inicial de los cuerpos era un asunto de sanidad en cada hospital y que se volvió forense, cuando surgió el problemas por la falta de fallecidos y hubo las denuncias.
Hernández indicó que las morgues de los hospitales colapsaron y habrían almacenado de forma no adecuada los restos. Por eso, se habilitó unidades técnicas para la identificación de los cuerpos. Se tomaron huellas dactilares, se realizó perfil antropológico y muestras de ADN para posteriormente cotejarlos.
Recordó que ingresaron a los contenedores, se hicieron exhumaciones en los cementerios como el de Pascuales, para corroborar las identidades de los cuerpos que habían sido sepultados. "Fue un trabajo muy extenso, sí hubo restos que se identificó y se entregó a sus familiares", expresó.
Puntualizó que hubo cadáveres que no se lograron identificar y se les tomó muestras para hacer cotejos posteriores.
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