¿Por qué la banda de rock británica Coldplay pasó de ser repudiada a convertirse en el grupo más exitoso del siglo XXI?
Es extraño recordar una época en la que Coldplay no fuera omnipresente.
Conocí al líder Chris Martin, al guitarrista Jonny Buckland, al bajista Guy Berryman y al baterista Will Champion en lo que luego describieron como el peor show que habían tocado jamás.
Fue en el festival Paredes de Coura en Portugal en agosto de 2000.
Como ellos mismos admitieron, no lograron ganarse a una multitud apática y fueron completamente eclipsados por la banda principal The Flaming Lips.
En Reino Unido, su álbum debut Parachutes había sido un éxito nominado al Mercury destinado a vender 5 millones de copias. En Portugal, nada.
Mientras la presentación avanzaba cojeando, Martin no hacía más que disculparse.
Su inseguridad se veía agravada por una oleada de críticas negativas que el grupo había recibido en Reino Unido.
Para algunos, personificaban el malestar post-Britpop del rock británico: jóvenes agradables y melodiosos que todavía parecían los estudiantes que habían sido recientemente, y que no eran ni remotamente rock'n'roll.
Los comentarios eran punzantes.
"La gente a la que no le gustas habla de ti como si fueras el Tercer Reich", protestó Martin.
Incluso cuando se convirtieron en la banda más grande de Gran Bretaña y, luego, en una de las más grandes del mundo, los ataques siguieron llegando.
En 2005, The New York Times los llamó "la banda más insufrible de la década".
En un brutal artículo de 2008 llamado "Por qué odio a Coldplay", Andy Gill del diario inglés Independent comparó su música con "espinacas marchitas".
Tan convencidos estaban sus detractores de la profunda falta de mérito de Coldplay que el respaldo de personas tan creíbles como Jay-Z y Brian Eno no computaba.
Incluso Martín se sorprendió cuando él y Jay-Z terminaron convirtiéndose en amigos que aparecían en los discos del otro.
Le costó entender qué veía el elegante capo del rap que creció en un complejo de viviendas de Brooklyn devastado por el crimen en su banda indie-rock británica de clase media.
"Cuando Jay dijo por primera vez 'Me gusta tu banda', pensé: '¿De qué carajos estás hablando?'", me dijo en 2011.
"Luego caí en cuenta de que él no tenía prejuicios: 'Me gustan tus canciones'; era tan simple como eso".
Hoy en día, sin embargo, con Coldplay convirtiéndose en los primeros artistas en encabezar cinco veces el icónico festival de Glastonbury, a los críticos no les queda más que deponer las armas.
Coldplay es de lejos el grupo más exitoso del siglo XXI.
Ha vendido más de 100 millones de álbumes, ha ganado más de 300 premios y ha acumulado 9.000 millones de canciones reproducidas.
En su actual gira Music of the Spheres, que ya es la tercera con mayor recaudación de todos los tiempos, han tocado hasta el momento ante más de 7,6 millones de personas desde Costa Rica hasta Singapur, incluidas seis noches en el estadio de Wembley, de Londres, y unas extraordinarias 10 noches en el estadio River Plate de Argentina.
Tan simple como eso
Ninguna otra banda de rock tiene tal alcance global, si es que eso es lo que son.
"Coldplay no es una banda de rock", insistió Bono en "La genialidad de Coldplay", el efusivo documental de la BBC.
"No deberían ser juzgados por las reglas del rock", aclaró, queriendo decir que su combustible no es la ira o la confrontación, sino la inclusión sincera.
Esa cualidad los ha convertido en la banda definitoria de esta era post-género y post-cool, dominando el centro del diagrama de Venn del pop.
Entre sus colaboradores y admiradores se encuentran Beyoncé , Bruce Springsteen, U2, Michael Stipe, Rihanna, Frank Ocean, Kanye West, Stormzy, Lizzo, Femi Kuti, Nick Cave , Dua Lipa y Janelle Monáe.
A todos ellos, les gustan las canciones. Es tan simple como eso.
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