15 sep 2022 , 09:29

Roger Federer y su lado rebelde: raquetas rotas, mal perdedor, heavy metal y perezoso

Roger Federer no siempre fue sinónimo de elegancia, prudencia y deportividad. Fue un chico rebelde.

   
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Roger Federer dijo adiós al mundo del tenis, y atrás queda un legado forjado gracias a su talento único plasmado en una elegante forma de jugar que tuvo como sello tanto en su imagen deportiva como personal. Pero no siempre fue así.

Federer como cualquier joven menor de edad, lucía muy distinto a lo que hoy conocemos como sinónimo de "Gentleman". Fue rebelde.

Cabello teñido de rubio, fanático del heavy metal, jugador amateur de Playstation y admirador de Pamela Anderson, así se podría resumir la adolescencia de Federer que ya venía triturando a sus rivales en torneos juveniles.

Uno de los primeros entrenadores de Federer, Peter Lundgren, recordó en una entrevista los primeros pasos profesionales de él.

"Roger era perezoso", apuntó Ludgren, por su parte, Paul Dorochenko, preparador físico del tenista, afirmó que: "era frágil emocionalmente, incapaz de aceptar la derrota” y que incluso "entrenando era mediocre". Y agregó en ese sentido: "Era un chico muy simpático, abierto y agradable, y a la vez muy hiperactivo, que no paraba de cantar y hacerse el tonto. Pero no venía a la preparación física y yo tenía que ir a buscarlo, por lo que debía castigarlo una y otra vez".

La extenista suiza Magdalena Maleeva compartió pista en varias ocasiones con el Federer de 15 y 16 años. "Era un chico pequeño y daba la sensación de que se cabreaba mucho. Lanzaba la raqueta un montón. Parecía un poco niño mimado, porque se enfadaba muy a menudo".

Pero su inmadurez tuvo un punto de quiebre, fue en el 2001, Hamburgo, cuando Federer ya era 18° en el ranking. El suizo rivalizó con el experimentado argentino Franco Squillari, quien lo estaba dominando con su zurda.

El propio Federer contó hasta qué punto lo marcó ese día, en el que destrozó una raqueta a pocos metros del umpire luego del duelo perdido, lo que le valió el repudio del público alemán, y se quedó llorando en el vestuario. "Me porté terriblemente mal y en ese momento decidí que no podía seguir así. No podía comportarme de esa manera", expresó.

A partir de esa experiencia, Federer fue madurando como deportista y como persona, moldeando la imagen que hoy conocemos a nivel mundial y que muchos admiran.

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