Jugadores de varias ciudades del país se congregan en estas canchas cerca de 9 horas.
Dicen que el deporte y la política mueven pasiones. Ese lema se aplica cada semana en la tercera etapa de la ciudadela Alborada, al norte de Guayaquil. No se reúnen para hablar de política, pero sí para dar rienda suelta a una sana diversión: jugar ecuavóley.
El reloj marca las 15H00 del jueves 6 de junio de 2019, hombres de diversas edades (hasta adultos mayores) se empiezan a congregar en los alrededores del club “Amigos de la Alborada”, constituido el 26 de junio de 1986. Aunque sus inicios fueron hace más de 40 años, en la quinta etapa de esta ciudadela.
Jaime Menoscal es uno de los testigos de cómo se fue consolidando esta actividad en las vidas, no solo de moradores, sino de otros sectores de Guayaquil. Ahora como presidente del club, su misión es garantizar el entretenimiento en cada una de las cuatro canchas. Se consideran privilegiados, porque desde hace 8 años, cuando el terreno donde funcionan fue regenerado, son “la envidia” de todos, ya que no cualquier lugar en la ciudad alberga esta cantidad de canchas para la disciplina que desarrollan.
Practicar ecuavóley es como un ritual para Marcelo Granizo, de 26 años, quien desde las 16H00 acude religiosamente al sitio. Esta disciplina es una herencia, ya que su papá, expolicía (+), lo jugaba. Emocionado recuerda que comenzó a los 14 años, en esta misma cancha, donde aprendió a jugarlo y al que le dedica en promedio 15 horas de la semana. “Este es un espacio para liberarse del estrés, de preocupaciones, y la mayoría somos amigos, tenemos sobrenombre, a mí me conocen como ‘el coronel’, por el rango que tenía mi papá en la Policía”.
Mientras Marcelo se desplaza entre las dos canchas más profesionales (por así decirlo), hay una que lleva un nombre un tanto peculiar: ‘las palomas caídas’, se la conoce así porque es el espacio de las personas de la tercera edad. Allí encontramos a Víctor Vélez, oriundo de Calceta, Manabí; a sus 72 años, comenta que este deporte le inyecta alegría a su organismo, además de que le permite reencontrarse con sus excompañeros de trabajo. “Cada vez que vengo, me quito un par de años, vengo a divertirme y a verme con los amigos”.
Desde más lejos viene Ramón Muriel. Comenzó a jugar a los 15 años, su hermano era presidente del club y lo motivó a practicarlo. Lleva 18 años viviendo en New Jersey, Estados Unidos, a donde trasladó esta actividad, pero cada vez que regresa a Ecuador se suma a la jornada. “El ecuavóley es tradición de los ecuatorianos y lo llevo en el corazón”.
Pero para ser un jugador, primero deben uniformarse, es una de las reglas del lugar: camiseta, pantalón corto y medias, tipo polines, es un requisito ineludible.
El ecuavóley, también conocido como vóley criollo, es una modalidad del voleibol originaria de Ecuador. Se dice que nació alrededor del año 1918 en los barrios de Quito, se fue extendiendo a Cuenca y así al resto de ciudades del país. El primer torneo se celebró en1958.
A diferencia del vóley, esta práctica se realiza en una cancha con redes de 2,75 m de altura, en un campo de 18 m de largo por 9 m de ancho. Se practica con tres integrantes en cada equipo (un colocador, un servidor y un volador) y se juegan dos sets de 15 puntos, con opción a un tercero de desempate
La cancha de ecuavoley de la tercera etapa de la Alborada está habilitada de lunes a domingos, de 15H00 a 20H00, a excepción de los jueves, que se cierra a las 00H00. Es que ese día, la zona congrega a unas 500 personas, que acuden desde Machala, Santo Domingo, Manabí, Durán, Pedro Carbo, entre otras ciudades y cantones del país. Y por las mañanas, este espacio es aprovechado por los estudiantes de la Unidad Educativa Ismael Pérez Pazmiño, que funciona junto a las canchas.
Esta es una muestra de cómo otros deportes están enraizados en la vida de los habitantes, es una tradición que se niega a morir en algunos barrios y ciudadelas de la urbe, sobre todo para quienes le dedican al menos 15 horas cada semana.
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