25 nov 2020 , 09:39

Argentina despide al Maradona mortal y celebra al mito

   

El pueblo argentino sufrió una de las peores noticias en los últimos tiempos.

Argentina se ha quedado huérfana.

 

Diego Maradona, el futbolista que con su zurda y su voz logró que el país sudamericano fuera sinónimo de su apellido para el mundo, murió el miércoles de un paro cardíaco.

 

En Villa Fiorito, la barriada al sur de Buenos Aires en la que nació y se crió; en el estadio de Argentinos Juniors, donde debutó como futbolista profesional, y en la mítica cancha de Boca Juniors, club de sus amores, cientos de sus fanáticos se reunían para llorarlo y rendirle homenaje.

 

Al bajar el sol, una multitud se convocó en el Obelisco, emblemático monumento en el centro de la capital argentina que habitualmente es epicentro de celebraciones deportivas y que este miércoles fue iluminado con luces celestes y blancas como la casaca argentina.

 

Allí la muerte de Maradona logró que hinchas de distintos equipos, muchos de ellos acérrimos rivales, se uniesen para recordar el mejor jugador argentino de todos los tiempos.

 

“¡Oh, oh, hay que alentar a Marado!”, repetían hasta la afonía.

 

“Dios lo necesitaba más que nosotros”, dijo a The Associated Press Daniel Pérez, un hincha de Boca Juniors con un tapaboca de ese popular club y una gorra verde con la estrella roja como las que solía usar Maradona.

 

Una marea de hinchas con casacas de Argentina, en su mayoría, pero también de equipos argentinos como San Lorenzo, Rosario Central, Newell's Old Boys o Chacarita, saltaban como si estuvieran en la tribuna al grito “Maradona no se va, Maradona no se va”.

 

El barrio de La Paternal, donde se ubica el club Argentinos Juniors, fue otro de los puntos de congoja colectiva.

 

“Estoy conmovido. No entro en razón, no entro en realidad. Diego nunca va a morir, sino hoy nace la mitología o la leyenda Maradona”, dijo Dante López, un médico que se acercó al estadio Diego Maradona, como bautizó Argentinos a su estadio.

 

En un muro que rodea la cancha y tiene pintado el rostro del Diez, hinchas del “Bicho”, como se apoda al modesto club, prendieron velas y dejaron flores. En ese equipo, el exastro debutó como profesional, a los 16 años, en octubre de 1976.

 

“Diego era Argentina en el mundo, nos llenó de alegría y nunca le vamos a poder pagar tanta alegría”, lo recordó el presidente de la nación, Alberto Fernández, quien decretó tres días de duelo nacional y ofreció el palacio gubernamental, la Casa Rosada, para velarlo.

 

Sentado junto a su esposa y su bebé en cochecito sobre uno de los accesos al estadio de Boca, Mariano Jeijer contó que “mi viejo (padre) me decía que cuando pasa la historia que te agarre en la calle, no quería quedarme en mi casa solo y triste. Era un día para estar con otros que también lo sientan. Diego es como un símbolo de la argentinidad, alguien que nos hizo muy felices”.

 

Como la gran mayoría de los argentinos, el hombre justifica su devoción por Maradona en los dos goles que le convirtió a Inglaterra en el Mundial de México 1986, que ganaría Argentina.

 

“El momento más feliz fue el primer gol a los ingleses, yo tenía 12 años. Lo grité como loco, el segundo ni me acuerdo. Le estábamos haciendo un gol a los ingleses y cuando me enteré que fue con la mano lo grité más”, rememoró sobre aquel tanto que pasó a la posteridad como “La mano de Dios”.

 

Con el doblete de Maradona, la victoria 2-1 por los cuartos de final de la Copa del Mundo fue tomada por los argentinos como una revancha de la derrota que sufrieron en 1982 ante Gran Bretaña en la guerra por las islas Malvinas, a las que los ingleses llaman Falklands.

 

El segundo gol, tras eludir a varios rivales, fue elegido como el mejor en la historia de los mundiales.

 

“Diego era todo para nosotros, era como un papá y nosotros como sus hijos”, lamentó con la voz quebrada Patricia Sánchez, acompañada por su pequeño hijo Ángel, vestido con la casaca azul y amarilla de Boca, club donde Maradona jugó en 1981 antes de ir a Barcelona y luego regresó para retirarse en 1997.

 

No había lágrimas en Villa Fiorito, una barriada pobre situada en un suburbio al sur de Buenos Aires donde Maradona se crió y empezó a jugar al fútbol en un “potrero”, como se apoda a las canchas de fútbol de barro.

 

“Olé, olé, Diego, Diego”, cantaban los vecinos apostados frente a una humilde casa de ladrillos y techo de chapa sobre la calle Azamor, donde vivió el emblemático Diez hasta que Argentinos le compró una vivienda de más categoría. “El Diego es lo más grande, el orgullo nacional”, repetían.

 

La propiedad en la villa ya no pertenece a los Maradona, pero meses atrás se presentó un proyecto para expropiarla y declararla monumento. Este miércoles, los vecinos empezaron a pintar un mural de Maradona en el frente de la propiedad.

 

“Se nos quitó el hambre a todos y nos vinimos para acá”, relató la joven Mariela Córdoba tras enterarse de la muerte de Maradona al mediodía. “Vinimos a ayudar con el mural porque somos los vecinos de la vida Maradona. La gente acá estaba muy orgullosa, decir que acá vivió Maradona”.

 

En el estadio de Gimnasia La Plata, donde Maradona había asumido como entrenador en septiembre de 2019, varios hinchas lo lloraban desconsolados en las tribunas. En esa cancha además hizo su última aparición pública para dirigir al equipo el 30 de octubre pasado, cuando cumplió los 60 años.

 

“Nos quedamos con esa sonrisa, y el escudo más hermoso en tu pecho. Vivimos un cuento inolvidable”, expresó el club en su cuenta de Twitter.

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