En un deporte que suele premiar al más fuerte económicamente, El Nacional demostró que la unión, el sacrificio y el amor por la camiseta aún tienen lugar en el fútbol moderno.
Tras 18 años de espera, El Nacional , el legendario equipo ecuatoriano conocido como "los puros criollos", volvió a gritar campeón. En una final intensa disputada en el estadio Rodrigo Paz Delgado, el conjunto dirigido por Marcelo Zuleta derrotó 1-0 a Independiente del Valle, vigente campeón del torneo y uno de los equipos más sólidos del fútbol ecuatoriano.
El gol de Gabriel El Loco Cortez, máximo artillero de la Copa Ecuador con nueve tantos, no solo definió el partido, sino que se convirtió en el símbolo de la lucha y el sacrificio de un equipo que ha sabido sobrevivir entre las sombras de una crisis económica.
Cortez, en una jugada individual de calidad y carácter, dejó atrás a dos defensores y venció a Moisés Ramírez con un remate seco, sellando la victoria y devolviendo a la hinchada militar la alegría de un título.
Este campeonato no solo es un trofeo más en la vitrina de El Nacional; es un testimonio de resiliencia. Mientras otros equipos avanzaban con comodidad en el torneo, los "puros criollos" cargaban con las secuelas de una realidad financiera complicada, salarios atrasados y una plantilla limitada. Sin embargo, esa adversidad no fue excusa.
La hazaña de los "criollos" cobra aún más valor al considerar el contexto que rodea al club. Con problemas económicos que han afectado tanto a jugadores como al cuerpo técnico, El Nacional demostró que el carácter y la pasión pueden superar cualquier adversidad.
El propio técnico, Marcelo Zuleta, destacó que sus jugadores "dejaron la vida por el club y su camiseta", logrando lo que parecía imposible en medio de las dificultades financieras.
En un deporte que suele premiar al más fuerte económicamente, El Nacional demostró que la unión, el sacrificio y el amor por la camiseta aún tienen lugar en el fútbol moderno.
El Nacional no llegó como favorito a esta final. Independiente del Valle, con su estructura sólida y sus recientes éxitos nacionales e internacionales, partía con todas las apuestas a su favor. Sin embargo, en el fútbol no siempre gana el que más promete, sino el que más entrega.
El Nacional, con un bloque defensivo ordenado y un grupo comprometido, supo neutralizar los constantes ataques de un rival ansioso por igualar el marcador.
El liderazgo de figuras como Jorge Ordóñez y la seguridad del portero David Cabezas, quien salvó una clara opción de Renato Ibarra, refleja el espíritu combativo del equipo.
La Copa Ecuador, un torneo relativamente joven, encontró en El Nacional a un campeón que personifica el significado de superación. Para su hinchada, esta victoria es un bálsamo tras años de decepciones de uno de los equipos más grandes del país.
Ahora, el reto está en convertir este logro en el punto de partida para la reconstrucción del club, tanto en lo deportivo como en lo administrativo. Hoy, más que nunca, su grito de campeón resuena como una promesa de mejores días por venir.
¡Salud, campeón!
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