El City ha pasado de ser un bloque sólido a un equipo que transmite nerviosismo y falta de confianza, una imagen que rara vez se asociaba con los dirigidos por Guardiola.
En el fútbol, la grandeza no solo se mide por las victorias, sino por la capacidad de sostenerse en la cima cuando todo parece derrumbarse. El Manchester City, ese todopoderoso equipo que Pep Guardiola convirtió en sinónimo de excelencia, atraviesa ahora un periodo de turbulencia que desdibuja la imagen de invulnerabilidad que construyó en la última década.
Seis partidos sin ganar, 17 goles encajados en ese lapso y un empate inverosímil contra el Feyenoord tras desperdiciar una ventaja de tres goles en su propio estadio. Los números son contundentes, pero el contexto lo es aún más: este equipo, acostumbrado a dictar las reglas del juego, parece perdido en una fragilidad que no se había visto antes y ahora solo asusta a su propio entrenador, al punto de que llegó a darse arañazos en el rostro debido a su desesperación.
¿De dónde viene esta crisis? La columna vertebral que sostenía al City está tambaleando. Las lesiones de Ruben Dias y John Stones, figuras claves en la zaga, han dejado al equipo huérfano de liderazgo defensivo. Josko Gvardiol, quien llegó con un alto cartel, no ha podido llenar ese vacío, acumulando errores que le han costado caro al City.
Además, las decisiones de Guardiola, como la polémica sustitución de Nathan Aké por un joven inexperto contra el Feyenoord, han levantado cejas incluso entre sus seguidores más leales.
Por otra parte, este bache no solo es físico, sino también mental. El City ha pasado de ser un bloque sólido a un equipo que transmite nerviosismo y falta de confianza, una imagen que rara vez se asociaba con los dirigidos por Guardiola, quien hace pocos días renovó su contrato por dos temporadas más.
Las críticas de figuras como Alan Shearer y Gaël Clichy ponen en evidencia un problema de fondo: la defensa del Manchester City ha perdido la fiabilidad que lo caracterizaba. Los goles encajados no son simples accidentes; refleja un sistema que no está funcionando y una falta de cohesión que resulta alarmante para un equipo de este nivel.
La prensa británica, fiel a su estilo mordaz, ha bautizado a los 'Sky Blues' con apodos como "Calamitoso City" y "Sin City". Si bien las palabras pueden parecer exageradas, no están lejos de una realidad que contrasta con el brillo de los trofeos recientes.
El próximo duelo contra el Liverpool en Anfield se perfila como un momento decisivo. Los 'Reds', líderes de la Premier League y en plena forma ofensiva, representan el peor escenario posible para un City en crisis. Guardiola necesita más que nunca un golpe de efecto, no solo para recuperar puntos, sino para salvar la moral de un equipo que empieza a dudar de sí mismo y que debe estar contando los días para que se abra el mercado de invierno y así reforzar su defensa.
La historia reciente del Manchester City nos enseña que este equipo tiene la capacidad de levantarse. Pero para lograrlo, Guardiola debe regresar a los fundamentos: ajustar la defensa, recuperar a sus figuras clave y, sobre todo, devolver la confianza a sus jugadores.
La pregunta que queda es si este gigante de cristal logrará recomponerse antes de que la temporada quede irremediablemente rota. El tiempo apremia y, como el propio Guardiola lo ha reconocido, solo una victoria puede ser el bálsamo que cure las heridas.
En Anfield, el próximo domingo, Manchester City se juega algo más que tres puntos; se juega su credibilidad como un equipo que practica el fútbol moderno.
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