Causó molestia en la plana mayor de la Revolución Ciudadana, el título central del programa 375 de Políticamente Correcto: El correísmo desata una nueva crisis diplomática, a propósito de la ruptura de relaciones entre México y Ecuador.
Lo expresaron abiertamente, en sus cuentas en redes sociales, el expresidente Correa, asambleístas, coidearios y militantes de esa corriente. Tampoco faltaron periodistas, analistas y demás expertos a los que dicho titular, por decir lo menos, les hizo ruido. La lectura de todas estas críticas, en líneas generales, fue que si el presidente Daniel Noboa dio la orden de irrumpir en la Embajada mexicana, hecho condenable sin lugar a dudas, es el causante de la crisis diplomática.
Es más, insisten en que el despelote obedeció a la desesperación del mandatario por dar un golpe de efecto en el inicio de la campaña por la consulta popular.
Claro que son lecturas válidas que, además, fueron expresadas a lo largo del programa, donde participaron la legisladora de Construye, Ana Galarza, y los catedráticos universitarios Caroline Ávila y Gustavo Isch. Estos dos últimos, sumamente críticos con el accionar de Noboa.
No obstante, dichas conclusiones pueden resultar incompletas si, como dice la canciller Gabriela Sommerfeld, solo se ve la foto. Es decir, el operativo policial de la madrugada del sábado 6 de abril. La misión de un programa de opinión y de quienes hacemos análisis político es plantearnos todos los escenarios y perspectivas posibles para que el público saque sus conclusiones. El titular central del programa de este domingo buscaba dar un paso más en esta reflexión urgente.
Volvamos a diciembre. Jorge Glas tenía una condena unificada a ocho años de prisión por corrupción que debía cumplirla en prelibertad y con una presentación periódica ante la Justicia. Además, hay un proceso en marcha en su contra por el caso Reconstrucción de Manabí.
Cuando Glas decidió, tras el estallido del caso Metástasis, entrar en la Embajada de México, inobservó las condiciones con las que debía cumplir su condena.
Fue claro y evidente, por la demora del Gobierno mexicano, que su expediente no encajaba del todo en la figura del asilado por persecución política, dado su pasado judicial y las lamentables relaciones que Metástasis, primero, y Purga, después, identificaron entre varios dirigentes de la Revolución Ciudadana y los grupos mafiosos.
Incluso, la Fiscalía señaló que los trámites judiciales, ocurridos en 2022 y 2023 para que Glas dejara la cárcel, estuvieron relacionados con la agenda y los pagos sucios de Leandro Norero.
En este punto cabe preguntarse: ¿al correísmo le importaba que las relaciones entre México y Ecuador se tensionaran dada la presencia de un Glas con tantas cuentas por rendir ante la justicia?
No. Glas complicó políticamente a México y a Ecuador el momento en que ingresó en la Embajada, queriendo estrangular la Convención de Caracas de 1954, sobre el otorgamiento del asilo diplomático. Aunque –este es el relato de la Revolución Ciudadana- ese mismo convenio le permite al Estado asilante calificar la condición de asilado, no es menos cierto que en ese análisis debía pesar todo el proceso a cargo del sistema judicial ecuatoriano; elemento esencial del respeto entre dos estados democráticos de países hermanos.
Si esto se incumple, el instrumento internacional del asilo se convierte en la puerta de impunidad de los poderosos; en este caso, tutelado por el presidente Andrés Manuel López Obrador. ¿El correísmo va a negar que México los ha protegido políticamente desde 2018 y 2019, cuando empezaron a llegar Ochoa, Patiño, Rivadeneira, Buendía, Jarrín o Viteri Gualinga?
Tampoco se puede desvirtuar que el Grupo de Puebla es el centro de la fraternidad partidista entre Morena, de AMLO y la Revolución Ciudadana, como para decir que la agenda política de México hacia Ecuador nunca ha estado determinada por lo que el correísmo predica.
Es un secreto a voces, por ejemplo, que México frustró el TLC con Ecuador, en época de Guillermo Lasso, pese a que el entonces presidente, literalmente, le rogó por ese acuerdo, vital para la entrada en la Alianza del Pacífico.
Y ahora, tras escuchar a Rafael Correa recitando las sanciones que la Unión Europea o Mercosur podrían aplicarnos, por la irrupción en la Embajada mexicana, es fácil suponer que la agenda comercial de Lasso con AMLO fracasó por consejo de la RC5.
Noboa tendrá que asumir los gravísimos costos de haber violado la Convención de Viena, que regula la inviolabilidad de las Embajadas y el costo reputacional será altísimo.
Pero pese a toda la bulla que hacen sobre la recaptura de Glas, el correísmo ha obviado responderle a la opinión pública, sobre el grave daño que causaron cuando María de los Ángeles Duarte, condenada por corrupción, se fugó de la residencia de la Embajada kirchnerista de Argentina, haciendo de la Convención de Viena un trapo usado a su antojo.
¿Ese escape, acaso, no desató una crisis diplomática entre Lasso y Alberto Fernández?
¿Y si Glas también se escaba clandestinamente?
Insisto, nadie puede dejar de condenar la irrupción del gobierno de Noboa en la sede de México, porque, entre otras cosas, demuestra que el Presidente de la República es capaz de relativizarlo todo.
Sin embargo, es un acto de profunda deshonestidad intelectual, por parte de la Revolución Ciudadana, y de miopía política en varios analistas más, negar que en el origen de la crisis entre México y Ecuador está el correísmo.
La conclusión es de elemental sentido común: ¿qué hubiera pasado entre AMLO y Daniel Noboa, si Glas no se metía en la Embajada? Nada.
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