Resulta curioso, pero a medida que se ha logrado estudiar científicamente la política, dada la inmensa capacidad de información acumulada, así como por el cruce infinito de datos, variables y vectores, los políticos se convierten en personajes cada vez más superficiales, cínicos e irresponsables.
En su lucha por alcanzar el poder y mantenerse en él, les resulta vital contar con un profesional de la comunicación política o ‘compol’ que articule y ejecute el principio de la campaña permanente. Es algo mucho más importante que, por ejemplo, hacerse de un buen asesor jurídico o de alguien con amplios valores humanistas y democráticos que obliguen al candidato, asambleísta o gobernante a ser una mejor persona.
Se inflan el pecho estos nuevos estrategas al hablar de la sociedad líquida, señalando que las banalidades generan más adhesión e interés en los votantes que los temas de Estado, aquellos que son complejos de entender y, por cierto, muy difíciles aplicarlos en un plan de trabajo serio y de gran calado. Por eso aconsejan no hablar de estos temas.
Con el paso de los meses, Ecuador ha sido testigo del profundo deterioro del debate público en todo sentido. Los políticos, analistas, periodistas y estrategas están más interesados en alabar a quienes usan muy bien el Tik Tok, ensayando escenas, creando metáforas o desatando ‘trends’ totalmente pegajosos, aunque sean perversamente mediocres. Mientras tanto, el país se filtra por las miles de grietas de una pared que está a punto de sucumbir ante el maremoto de problemas que decidimos acumular porque, como decía Jaimito el cartero, hay que evitar la fatiga.
Es así que la producción petrolera en Ecuador es la más baja desde hace 50 años y a nadie parece importarle.
La única manera de solucionar los cortes de luz es haciendo un gasto monumental de 115 millones de dólares para contratar unas barcazas (¿negociado de algún entroncado en el poder?), mientras se posterga el diseño de las soluciones estructurales que necesita la infraestructura eléctrica.
Nos importa un pepino que, mes a mes, el IESS consuma sus reservas para pagar a los jubilados o atender un sistema de salud que no puede más por la ineficiencia y la corrupción de sus operadores.
La Asamblea y el Ejecutivo desperdician tiempo precioso en la aprobación y en los vetos totales de leyes porque, simplemente, en tiempo de campaña hay que jugar al enemigo para ganar adhesiones.
Y lo más triste, vemos cómo las mafias y sus agentes políticos se toman el Estado, a través de reconsideraciones trucadas en el Cpccs o juicios políticos manoseados. Y después nos quejamos, escribiendo un par de tuits, porque el país no puede más con la inseguridad y la violencia.
Por eso, si la política 2.0 prioriza el trabajo del ‘compol’, por encima de cualquier otro profesional o técnico especializado en la solución a fondo a estos problemas, habría que pedirles a estos nuevos sabios que dediquen buena parte de su trabajo a orientar a sus clientes (los candidatos y los gobernantes) en la noble tarea de decir la verdad, de empaparse de los temas que nos carcomen como sociedad y, sobre todo, a pensar un poquito en los valores institucionales de la democracia.
Les juro que un apostolado de decencia y honestidad será valorado por la gente.
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